Texto participante en el Reto Literatura Fantástica XX - Tema: Miedo, intriga y dolor de barriga. Un cuento centrado en el Suspense y el Terror, eligiendo un personaje de la literatura de ese género.
TUNEADO
Las máquinas de la fábrica emitían toda clase de sonidos estridentes, de metal y de aire silbando por las válvulas. El jefe del turno sólo quería marcharse a casa, pero le quedaba una cosa por hacer tras rellenar los partes. Buscó al responsable del turno de noche, el único que velaba porque las máquinas siguieran funcionando para garantizar ese resto de producción que cerraba las cuentas cada final de mes. Tenía que hablar con él, aunque la idea no le agradaba. Por algún motivo que no entendía, era el único empleado con el que le resultaba difícil hablar. Como si lo envolviera un halo invisible de animosidad. Era un hombre extraño, huraño, y sabía de antemano que no le gustaría lo que iba a decirle.
-¡Eh, Adam! Tendrás un nuevo compañero esta noche. Trátalo bien…-Exclamó el encargado, en tono lo suficientemente jovial para ocultar su propia negatividad, y lo bastante alto para asegurarse de que lo oía.
El hombretón alto, rubio y de rostro demasiado armonioso para el carácter que exteriorizaba se dio la vuelta con una expresión adusta. Todo el mundo sabía que le gustaba trabajar solo y no le hacían gracia los novatos.
-Allá vosotros si lo dejáis a mi cuidado.
–¡No tienes que ser su amigo, Adam!- Exclamó, ciertamente frustrado. -Sólo tienes que enseñarle lo básico, nada más. Por si un día te enfermas, o te quieres coger unas vacaciones, ¿de acuerdo?
-¿Alguna vez me he enfermado o pedido vacaciones?- Contestó secamente.
-Siempre hay una primera vez para todo.
Adam comprendió que no podría deshacerse de la compañía, y que aquello poco tenía que ver con el tipejo que tenía delante, así que prefirió no seguir discutiendo.
-¿Cómo se llama?
-Drake. Drake Stoker.- Le dijo el jefe de fábrica, y se marchó.
A los pocos minutos, llegó el muchacho. Era esmirriado y blanco como la leche.
-¿Hola?- Saludó, intentando elevar la voz por encima del escándalo de la maquinaria, internándose entre sus laberintos a ciegas. Había encontrado la puerta abierta y se decidió a entrar después de diez minutos a la intemperie, cuando el frío le empezó a calar los huesos. No quería llegar tarde el primer día.
-¿Hay alguien?- Insistió, pero seguía sin recibir respuesta.
En la oscuridad, y sin otra alma que lo guiara, se puso a estudiar lo que lo rodeaba por su cuenta, curioso. Sabía que aquello era una gran imprenta, y que al personal de noche le hacía falta una persona en su plantilla de dos. En la entrevista le advirtieron que su compañero era un tanto peculiar… Bueno, no podría serlo más que su abuelo, ciertamente.
Se detuvo junto a una máquina que tenía parte del mecanismo abierto. Por ahí podía ver el papel pasando por el rodillo y a través de una estampadora a una velocidad de vértigo. Intrigado con el funcionamiento, se inclinó y se asomó apenas. Una hoja, otra, otra… podía oler el aroma acre de la tinta…
-¿Drake Stoker?-
El joven se irguió en un suspiro y se giró sobre sus talones. Ahí, apenas a unos centímetros, estaba Adam. Aunque Drake era alto, resultaba un alfeñique en comparación a su robusto compañero.
-S… sí, Señor.- Tartamudeó, asustado. Era extraño, pero cuando logró centrarse y contemplar el rostro del gigante, ya no se sintió tan asustado. Esperaba que fuera un viejo cascarrabias, pero no: era un hombre claramente atlético, de mediana edad y era agradable a la vista.
-Yo soy Adam. Ven, te mostraré la planta.- Lo invitó sin otros preámbulos, y el chico lo siguió, atolondrado.
Tras enseñarle el funcionamiento de varios armatostes y los distintos rincones de la nave, hicieron una pausa para tomar café. Estuvieron en silencio un largo rato, hasta que el chico intentó iniciar tímidamente una charla.
-Te… ¿te gusta trabajar de noche, Adam?-
-Lo prefiero.-
-¿Tienes familia?-
-No.-
Notando cierta tirantez, Drake dejó de hablar. Pasados unos minutos, Adam, que se quedó observándolo sin reparos, le hizo una pregunta.
-Y tú, muchacho, ¿por qué quieres trabajar de noche?-
-Soy una criatura nocturna, no me gusta el día. Soy fotosensible.-
-Ya… Ni que fueras un vampiro- Respondió su interlocutor, incrédulo.
-¡No, no es eso! Son mis ojos.- Especificó el muchacho, no queriendo acabar la conversación.
-¿Tus ojos?-
-Sí. Son tan claros que el sol los hiere.-
-Es verdad; son… muy bonitos.-
Drake se sintió incómodo con este comentario. Adam había apartado la mirada de él.
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Una gota de sangre se precipitó sobre la blanca superficie del lavabo. Un instante más tarde, mientras la primera se deslizaba hacia abajo, cayó una segunda, y una tercera. Antes de que estas se perdieran de vista por la cañería, empezó a caer de forma copiosa, acelerada, borrando los rastros con un continuo y denso fluir. Apenas se oía un gruñido contenido. De repente, hubo un sonido escalofriante, un desgarro más semejante al reventar de una goma elástica tensa al partirse bajo el agua, seguido de una última lluvia roja como una diminuta cascada que tiñó toda la superficie del lavamanos. Un par de manos arrojaron dos objetos a destiempo casi con desdén: un finísimo escalpelo que tintineo como una campanilla al golpear con la superficie, y luego, un ojo completo, perfecto, con su raíz bulbosa de nervios aún pendiendo de su parte trasera y el cristalino opacado, lechoso…
El espejo del baño devolvió el reflejo de Adam, con el rostro truncado, incompleto, contemplándose con un solo ojo dilatado, mientras la otra cuenca hundida, vacía, estaba delimitada por un torrente de lágrimas carmín que se deslizaban aún por su mejilla. Cogió el frasco que tenía sobre la tapa cerrada del retrete a su lado. Contenía otros dos globos oculares en el fondo de un líquido salino que los protegía. Y, al contemplarlos, sonrió satisfecho…
Sonó su teléfono móvil, destrozando su momento de deleite. Era el responsable del turno de tarde. No sin fastidio, cogió la llamada.
-Hola.
…
-Sí, me he pedido unas vacaciones, ¿por?
…
-No, Drake ya sabe todo lo que necesita saber. Se las apañara.
…
-¿Que no ha ido a trabajar? No es mi problema. Me pedisteis que le enseñara por si enfermaba o pedía vacaciones. Y eso hice, entrenarlo y solicitar vacaciones. Llevo años sin coger unas.
…
-Ya aparecerá. Y si no, ya encontraréis alguien. Yo no volveré en los próximos tres meses por lo menos. –
…
-Agradece que no me voy por un año entero, que sabes que bien podría. ¡Agur!
“Ya pueden esperar al chico sentados” Pensó tras colgar, y dejando el teléfono, volvió a coger el frasco con los ojos. Lo destapó, cogió uno, y lo contempló con detenimiento. En sus casi doscientos años, no había visto unos ojos de un color azul tan hermoso como aquellos. Poco le importaba que no pudiera volver a ver el sol. Hacía mucho que se había resignado a vivir de noche, para que la gente no notara las cicatrices de sus numerosas mejoras. Había perfeccionado mucho la técnica de Víctor con los años, y ahora, él, el “Adán de su creador”, había superado las expectativas de su padre. ¿Qué sería lo siguiente? No lo sabía. Hoy eran esos maravillosos ojos…
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