En sentido estricto, lo que nos define como humanos es la capacidad racional imbricada en el cerebro. Entonces puedo decirle que recibí el trasplante de cuerpo hace pocas semanas, luego de que el cuerpo que tuve durante ochenta años fuera aniquilado en el terremoto que sacudió a mi país.
Usted me pregunta qué fue lo que sentí cuando mi masa encefálica se mantuvo en un tipo de criogenia… Recuerdos, imágenes de sueños, secuencias interminables suplidas por algunas vívidas y otras absurdas, como si todo fuera una puesta en escena de Dalí. Atribuyo eso a que mi mente trataba de asimilar el hecho radical de la muerte de mi organismo.
Ahora… muchas veces me he sorprendido mirando absorto la activación de, por ejemplo, los tendones de esta mano… perdón, de “mi mano”. El proceso ha sido traumático: el acostumbrarme a este cuerpo ajeno; pero no es nada comparado con el shock cada vez que enfrento el espejo, donde se asoma el rostro de un extraño, que no obstante responde a mis órdenes mentales para abrir y cerrar los ojos, alzar las cejas, crispar la boca…
Muchas veces he sido arrancado del sueño por unas lágrimas insensatas, una nostalgia desbordada por mi otro rostro, mis manos, brazos, genitales antiguos…
Luego despierto de lleno y debo ponerme de pie, ingerir los medicamentos que permiten la “compatibilidad” de mi cerebro con este cuerpo que habitó el joven que sufrió la muerte cerebral que hizo posible el trasplante.
Ahora debo adaptarme a mi nueva vida, a ser considerado un conejillo de Indias, a dar entrevistas y servir de objeto de estudio de estos médicos que ya se acercan…
Como puede ver, parece que terminó la entrevista. Lo siento.
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