Nunca te fies de un Elefante
De andar cansino y apariencia de gordos bonachones, los elefantes son los mamíferos mas ladinos del reino animal. Un apelativo un tanto benévolo teniendo en cuenta sus actitudes, costumbres y hábitos que los hacen únicos a la hora de describirlos.
Es sabido que la memoria de estos paquidermos es prodigiosa. Esta supuesta virtud los transforma en seres muy rencorosos. Nunca perdonan, cualquier ofensa, por mínima que sea, sembrará de odio y resentimiento al mastodonte. Con sus 5 kilogramos de cerebro hacen imposible que cualquier nimiedad pase al olvido. No valen ningún tipo de disculpas, por más explicaciones que trate de esgrimir el presunto ofensor.
Son engreídos, les hacen creer de los bien dotados que son al resto del reino animal haciendo alarde de sus atributos fálicos que penden de sus cabezas.
Son ostentosos que se enorgullecen de lucir sus colmillos de marfil que son la envidia del mundo animal. Se presumen coquetos y soberbios.
Otro mito que hay de descartar es la supuesta aversión a los ratones. Cualquier situación en que se sienten molestos o aburridos se victimizan. Son quejosos con estos roedores, cuando en realidad lo que les ocurre es que al tener los ojos a los lados de la cabeza, dificultan divisar tanto objetos como animales pequeños. Como detestan las sorpresas estas situaciones los ponen nerviosos y de muy mal humor.
Son tan quisquillosos, que todo los molesta. A los calores de los montes africanos los contrarrestan con movimientos de sus orejas, a modo de ventilador.
Aprovechan siempre que pueden escuchar conversaciones ajenas. Las patas del elefante tienen unas almohadillas que los hacen muy silenciosos y sigilosos en el andar, que sumado a su gran audición los convierten en los reyes del espionaje.
Son de pocas palabras, suelen usar sus patas como código morse, llenando de intrigas en su habitat ya que dejan al margen de cualquier conversación al resto de las otras especies.
Forman una casta en si mismos, se sienten los aristócratas de la sabana. No admiten a nadie en su grupo que no sean ellos mismos, llegando al grado tal de discriminación que cuentan con cementerios privados propios. La historia animal les urdió una historia romántica que los tiene como protagonistas y que dice que cuando se sienten morir van a lugares predeterminados. “Los cementerios de elefantes”. Puras patrañas. Con su olfato saben el lugar preciso donde se encuentran los restos de sus congéneres, y busca esos espacios ya que no se quieren juntar con otros bichos, incluso en su última morada.
A pesar de sus 7 toneladas de peso, son muy ágiles, suelen recorrer los llanos a velocidades de hasta 40 km por hora, y recurren a este método, solo para arrebatarle el alimento a otro. Tiene la fama de no compartir su comida con nadie.
Es por todo esto que en las tribus del África Central acuñan la frase “dubundu gordus fiare” y cuya traducción al español encabeza la nota. “Nunca te fíes de un elefante”
OTREBLA
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