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Campana
Me voy a permitir utilizar la sección “cartas de los lectores” de su diario, para denunciar un acto de discriminación ocurrido ante mi persona, días atrás.
Mi intención es poner de manifiesto, el proceder de una empresa de transporte de pasajeros, muy famosa y prestigiosa, con nombre francés, que, por ignorancia o desinterés, marca grandes diferencias entre sus pasajeros, sin importarle en lo más mínimo las secuelas que su proceder puedan llegar a dejar en personas sensibles, como por ejemplo, yo.
Resulta que la semana pasada tenía que viajar nuevamente a la localidad de Campana, digo nuevamente ya que no era la primera vez que iba, sino la tercera, siempre con la misma empresa.
El día anterior, me comuniqué con la compañía, con la intención de preguntarles si contaban con un servicio directo, “Rosario-Campana”, encontrándome con el primer acto racista de esta empresa cuando la gerente me contestó: “No, no tenemos”. Le pregunté a qué se debía la falta de una línea directa entre ambas ciudades, respondiéndome con ese tonito que suele usarse para insinuarle a alguien que es un “pesado”, que como las estadísticas marcaban que no más de tres pasajeros por semana viajaban de Rosario a Campana, no había coches exclusivos que hicieran ese trayecto, lo cual me pareció una mera excusa ya que no encontré en su explicación razón suficiente.
Al otro día, me presenté en la estación de ómnibus Mariano Moreno media hora antes de la partida del micro; el coche se presentó a horario con un cartelito que anunciaba como destino final del mismo: “Retiro”, la estación de nuestra capital, la cual, fue, es, y será, al igual que sus ciudadanos, los popularmente conocidos “porteños”, los dueños absolutos de todos los privilegios habidos en nuestro bendito país.
Una vez que el colectivo se puso en marcha me dirigí hacia la cabina de los choferes para exigirles que la película que iban a pasar, no la pusieran a la altura del peaje de Arroyo Seco como suelen hacer, ya que como yo me bajaba en Campana, no iba a poder terminar de verla. En ese momento me enfrento ante el segundo acto discriminatorio, cuando uno de esos sujetos que se hacen llamar conductores de larga distancia y no son más que meros colectiveros comunes y corrientes, me mira con cara de esas que suelen usarse cuando alguien quiere insinuar algo como… “¿qué está diciendo este pelotudo?”. De todas maneras el colectivero conversó unos segundos con su compañero y me contestó que no había ningún problema, que cuando terminaban de cargar los pasajeros que subían en Boulevard Oroño, la ponían.
Regresé a mi asiento pero al poco, un momento antes de que la función comenzara, me dirigí nuevamente a la cabina de los colectiveros a plantearle mi segunda petición, la cual se transformó en el tercer acto discriminatorio para con quien les escribe.
En esa ocasión, el que me recibió fue el otro chofer, que era un poco más gordo y simpático. Al verme, me pregunta: “¿Qué necesita, ahora..?”; con ese “ahora” como diciendo, “como te gusta romper las pelotas”. De todas maneras, yo seguí focalizado en mi demanda, por lo tanto no le di importancia a su mala predisposición, lo miré fijo a los ojos y le dije que no quería bajarme en la colectora de Campana, que quería que el ómnibus ingresara a la ciudad y me dejaran en la estación, como lo hacían con los que iban a Retiro, ya que yo no era una bolsa de basura que la tiraban por el camino como si nada. El gordo, el colectivero, me cortó el rostro señalándome que la parada es en la colectora y que ahí debía bajarme.
Mordiendo bronca volví a mi lugar ya que había entendido que hubiera sido imposible hacerle cambiar de parecer y además, porque la película empezaba.
La cosa que cuando la película transitaba el desenlace final, se escucha al gordo gritar por el micrófono “Campana”. Habíamos llegado.
Me acerqué por tercera vez a la cabina y les expliqué a los colectiveros que yo no iba a abandonar de ninguna manera el colectivo hasta que la película no terminase, que no iba a perderme el final, que estaba cansado de los privilegios que tenían los que iban a Retiro que siempre podían ver las películas en su totalidad .
Trataron de convencerme pero no pudieron, así que la dupla mafiosa, los sicarios de la empresa, no tuvieron más remedio que estacionar por la colectora el coche y esperar que yo vea los últimos minutos de la cinta cinematográfica.
Muy bien no la pude ver, ya que entre las puteadas de los otros pasajeros y los bocinazos de los autos y camiones que no entendían que hacíamos ahí estacionados, no pude escuchar mucho.
Una vez terminada la película, descendí del colectivo, terminando de esa manera mi pesadilla.
Ahora bien, me pregunto y les pregunto, ¿somos los pasajeros con destino a Campana de segunda categoría para esta empresa?, ¿tienen los pasajeros a Retiro coronita?, ¿son los pasajeros a Retiros, pasajeros VIP que pueden ver las películas enteras? y por último ¿hasta cuándo, hasta cuándo...?

Texto agregado el 22-01-2014, y leído por 94 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
22-01-2014 Me parece que la indignación de los otros tiene su fundamento. Rentass
22-01-2014 ¿Que comportamiento de tu personaje? Felicitaciones me gustó. Saludos esclavo_moderno
22-01-2014 Pablo, con todo respeto, creo que somos varios los que a lo mejor pensamos que el “hasta cuándo!?” se podría aplicar al comportamiento un tanto hostigosito de tu protagonista. No vivo en el cono sur ni se dónde queda Campana, pero el colectivo es para que transporte gente y no una sala de cine con permanencia voluntaria. Bueno, dicho eso, entiendo la fina ironía de tu texto. Me gustó. ZEPOL
 
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