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En el taller de relatos nos pidieron escribir otro cuento erótico. Intenté hacer uno más tierno que el anterior “La oportuna avería”. Espero que os guste.



http://loscuentostontos.blogspot.com.es/2013/08/28-el-unico-beso.html



El único beso


“Aquí hay sitio, Luis”, me orienta Juan. Avanzo cuatro asientos, hasta que mi hermano me indica que me siente. Él se acomoda a mi derecha.


Por fin voy a poder ver, aunque sea sintiendo su presencia en el vello de mis brazos, a mi cantante favorita. Es guapísima, con esas facciones tan finas y esa generosa melena negra con que me la ha descrito Juan. Sólo hay que escucharla, interpretando fados, para advertir lo bella que es.


Alguien se acerca. Se ha sentado a mi lado. Es una mujer. Le dice a su amiga que es un buen sitio, que se ve perfectamente desde aquí. Su bonito timbre de voz sugiere una edad cercana a la mía.


Mi vecina de asiento tiene el pelo largo, y limpio; acaba de liberar su cabello y, ese aroma a cantueso y espliego, me ha hecho evocar mi infancia.


Tenía trece años. Lo bien que lo pasaba con la pandilla en el pueblo. Yo siempre procuraba estar cerca de Silvia. Algunas tardes, al final del verano, ya sin nuestros amigos veraneantes, dábamos los dos largos paseos por el camino que rodea el cementerio, junto al río. A menudo, se nos hacía de noche, y se asustaba, o lo parecía. Entonces, se abrazaba a mí y me decía: “se puede escapar un espíritu, me da miedo”. Yo le decía: “no seas ñoña”; pero esperaba con ansia ese momento, que procuraba propiciar. Notaba sus tímidos pechos, presionando mi torso, mientras su áurea melena cosquilleaba mi nariz, esparciendo ese fresco aroma a cantueso y a espliego. Al retirarlo de mi cara, aprovechaba para acariciarlo, sintiendo tal suavidad entre mis dedos, que se estremecía hasta el más diminuto de mis poros. Descubría mi inocente sexo comprimido, que, seguro, ella también adivinaba. Un día me espetó: “¿no me dices nada?” Yo callé. Me besó en los labios. Quedé paralizado, mientras ella, con risa burlona, corría en dirección al pueblo. Aquel sabor a mantequilla y azúcar quedó guardado, bajo llave, en la alacena que construí en mi memoria.


Ese beso fue único, el único. A los pocos días los padres de Silvia se marcharon del pueblo. Al verano siguiente contraje la afección que me hizo perder la visión.


Ya ha terminado el concierto. Mi contigua compañera se levanta y vuelve a agitar su cabellera, deleitándome de nuevo con su perfume. Su amiga le comenta: “bonito concierto, ¿verdad, Silvia?”.





Podéis visitar mi blog “Los cuentos tontos”, en el que relato de una manera desenfadada, en capítulos quincenales, mis peripecias literarias en un "taller de relato". Comienzo con una introdución, al hilo del taller, sigo con una canción y termino con un cuento.
http://loscuentostontos.blogspot.com.es

Texto agregado el 22-01-2014, y leído por 150 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
22-01-2014 Qué pena que no te reconoció para repetirlo. Excelente! Rubalva
22-01-2014 Es muy bueno, ciego amigo. rentass
22-01-2014 Hermoso y bien narrado. Me encantó leerte. susana-del-rosal
 
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