Barrilete Cósmico
Mitad del cielo, el clamor vociferante
como blancas nubes en fervoroso aliento.
Azteca tradición inflige las murallas,
De la grieta un gorrión, se abalanza a la mañana.
Diminuta ave parda que despliega amplias sus alas,
Dos halcones en afán de ruina intentan aplacarlas.
Sin temor remonta el viento, imponente,
Transgrede a sus depredadores, protege el tesoro
que en sus garras nunca muere.
Y allí se lo observa, en los campos llanos de la gloria,
un cometa imparable, la siniestra se desboca.
Atónito reflejo el que se proyecta en la tierra,
Un hombre y un balón, en excelsa carrera.
Es la sombra del gorrión que atraviesa las montañas,
Su plumaje de tinte azul llena todas las miradas.
Desafía historia y mundo descendiendo en picada,
¿son lágrimas que siento?, mi pasión es desatada.
Se eleva nuevamente, emerge desde lo profundo,
raudo hacia el rincón más eterno del terruño.
Divinas ovaciones caen sobre su nombre, el gorrión
contempla el sol, por un instante se hace hombre.
Y yo sigo aquí perplejo, incrédulo como los halcones,
las montañas, las nubes y las rosas de uniforme.
Somos sólo espectadores de una hazaña prodigiosa,
De un Héctor y un Aquiles, la batalla esplendorosa.
Y de allí que nuestros ojos se convirtieran en
delirio, fuentes de leyendas, testimonios del olimpo.
Contemplamos al gorrión alzar el sol con las manos,
gritar al cielo estridente con el puño cerrado.
Y entonces conocimos el sabor de la gloria,
Bebimos del cáliz de la dicha y de la honra.
Pues no existe mayor proeza que la de aquel gorrión
enajenado, de denuedo emplumado, contra el cielo enfrentado.
Más bien, diría una voz, que no fuera de este planeta,
que proviniera de otras tierras, que en otros cielos se luciera.
Y que aquel gorrión y hombre sagaz nos pusieron alto de pie,
Como verdaderos reyes, dioses, con la sangre a flor de piel.
Un eco resonante en los anales de la infinitud, un gorrión
alas al viento,
¡barrilete cósmico!,
un hombre y un balón.
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