Por:
Carolina Gómez
Sebastián Hincapié
A veces una cerveza y un cigarrillo esconden las verdades mas profundas del universo: el consumo, el fin del camino, lo sobrevaluado que está la sobriedad, lo conciliadas que están las fuerzas destructivas del cuerpo. Todas las verdades están al alcance bajo la noche, en el silencio, en el intento de soledad. Pero ¡es tan fría la noche y estoy tan solo en este lugar! Casi puedo escuchar el silencio, hace eco en la vaciedad. Esa búsqueda de soledad es infructuosa, se requiere compañía para descifrar misterios que van enlazados a las palabras y hay en ocasiones necesidad de deducir y filosofar en esa noche pero no solo con el silencio, sino con alguien que también lo escuche.
“¿Oíste el silencio de esta noche? El que lo escuchó, no lo dice” ; pero si por casualidad lo oíste, entonces ese sonido inundó tu alma de una negrura espesa que no reposa, no te hiere ni te calma, solo está ahí, se esconde de quienes viven felices, tranquilos en su estúpida alma que no siente ni percibe nada. Se empeña en acabar con el mundo lógico y en la absorbente obscuridad se dibujan siluetas que el alma reconoce, los pensamientos se atan a ellas y todo es calma, serenidad, quizás desasosiego y más silencio. La sensibilidad no le ha sido dada a quienes dan crédito a la mundanidad y escapan de los sueños y de la imaginación.
Cierras los ojos y estás en armonía con el silencio, con una noche eterna que se oculta en ti, un lienzo donde son los deseos quienes realizan una obra de arte. Pero no te equivoques cuando te hablo se sueños, no necesariamente son el mundo mágico lleno de colores que una niña ilusa puede imaginar. Una pesadilla también es un sueño, y a un monstruo también se le puede amar.
Sí, Óscar Wilde lo decía y me he deleitado con esos sueños cada noche, más que con dulces alteraciones de la realidad. Una obra de arte no es igual para todos, lo mismo sucede con la noche o con el silencio o con el lienzo que surge al cerrar los ojos. El silencio puede ser paz o guerra, la noche terror o alivio y los sueños dulzura o pesadilla, pero al fin y al cabo, sueños. Siempre que grita el silencio se oye la voz de tu propia mente y allí las respuestas, allí la necesidad de compañía, de una voz que grite al unísono: ¡SOY TU VERDAD!
¿Aún no entiendes qué es el silencio? entonces tu alma sigue vacía, o tal vez está inundada por el tecnicismo del si y el no, de lo real y lo irracional, de diferenciar lo técnico de lo poético. Para mi el silencio es poesía. El silencio es el alivio a mi alma, es mi propio encuentro. Por ello cada noche espero a que toda la ciudad duerma, a que la obscuridad inunde cada faro, cada centímetro de ruido y entonces enciendo un cigarrillo, le recuerdo al cuerpo como se siente la soledad. Dulce soledad que conduce de nuevo al origen del camino, a un trayecto que se desea transitar cada noche, aquel que permite ese respiro que exhala tranquilidad y un poco de certeza. Con cada inicio sumo un poco al fin de la travesía, soy consciente de ello. Sé que el eterno retorno no existe, que no deambulo en círculos sino en espiral. Cada silencio, cada soledad, tiene su propio comienzo y su propio fin. En ocasiones es necesario andar de nuevo algunos pasos para hallar la senda correcta, aún así serán pasos diferentes, distintos caminos, diversos finales inconclusos, un silencio que nunca termina, una verdad que se desvanece.
Al final sigues aquí, sin saber porque has vivido, sin entender tú verdad, solo queda un recuerdo que se oscurece cada día.
¿Recuerdas ahora tus silencios y tú oscuridad?
Cuestionamientos recurrentes. Respuestas fallidas e inconclusas.
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