La verdad es que la dormición en el colegio católico Santo Tomás de una ciudad de Colombia, significó que la virgen no protegió a los que supuestamente debía resguardar. Los niños de tercer grado de primaria, del grupo A, pues son tres grupos, iban en su bus calmos, de regreso a sus hogares luego de un extenuante día de estudio. Por la mañana habían asistido a la homilía en la que les habían explicado que Dios nunca los iba a abandonar. Hubiera sido mejor que desde su origen, esos infantes no hubieran tenido leptones, que permitirían la tragedia de aquel día.
A pesar de que ninguno de los padres de aquellas criaturas, vivían en una situación precaria, eso no impidió lo que iba a suceder esa tarde. Al almuerzo les habían dado alfandoque, una de las comidas preferidas por la mayoría de los estudiantes de esa escuela. Aquél disfrute no compensaría la dolencia que tendrían que soportar. La primera clase que tuvieron ese día fue sobre matemática; al profesor le gusta hacer explicaciones que nadie entiende, y en esa ocasión les habló sobre el finitismo, ni siquiera los más sobresalientes entendieron ese concepto, pero lo que sí tendrían que entender era que poseían una red de tejidos ectodérmicos que les producirían tormentos impensables. No fue un día lluvioso, por lo que los astrólogos no pudieron predecir la fatalidad que sucedería.
Hubiera sido bueno que los progenitores de esos niños hubieran consultado al oráculo ese día para saber si debían llevarlos al colegio o si era mejor que hubieran faltado. No podría suceder algo parecido a lo que pasó en La Batalla de Zama, en la que Cartago tuvo que declararse derrotado; aunque los pequeños se hubieran rendido, la muerte no los habría perdonado, de cualquier manera iba a torturarlos.
La catástrofe sucedió cinco minutos después de que el bus arrancara para llevar a cada uno de los estudiantes a sus viviendas. El conductor del vehículo era un hombre muy jovial y había instalado un karaoke para que los churumbeles cantaran mientras llegaban a sus residencias. Si la madre de unas gemelas que iban en el aparato mecánico hubiera sido unípara, no hubiera sido culpable de dos homicidios sino de sólo uno. Iban cantando una canción sobre lo hermosa que es la vida, en total iban veintiún estudiantes, en un bus en el que caben veinticuatro personas, sin contar al conductor y la monitora, que van adelante; esta última se encargaba de controlar todo lo relacionado con el traslado de los alumnos, pero no pudo controlar el designio de la parca. La zona en la que se produjo el accidente era una en la que la carretera era muy angosta, por lo que el maquinista tenía que tener mucho cuidado.
Uno de los escolares estaba intentando cubrirse un poco más con su bocamanga derecha, pues tenía frío, estaba junto a la ventana, y no la quería cerrar, pues quería sentir un poco de frío y al mismo tiempo deseaba cubrirse para equilibrar su sensación. Dos compañeros que iban en la mitad del vehículo empezaron a pellizcarse los brazos, por lo que gemiqueando, la monitora se dio cuenta de eso, por lo que salió de la cabina principal, que tenía abierta y se acercó para decirles que se estuvieron quietos. Los compañeros hicieron caso y se calmaron.
El sitio exacto de la catástrofe se dio en una curva, arriba del vehículo escolar, había otra carretera, obviamente adyacente y en dirección contraria a los colegiales. Venía un hombre conduciendo una volqueta pesadísima, en su carril también tenía que girar debido a la curva que se produce por la estructura geográfica, sorpresivamente perdió el control de la máquina, y como no había cables que hicieran como barrera, el impacto fue mayor; aunque hay que decir que si hubiera habido cables tampoco se hubiera podido evitar el infortunio. La volqueta se volteó y cayó detalladamente sobre el bus de los aprendices, aplastándolos a todos los veintiuno, al conductor y a la monitora. El estruendo que se produjo fue tal, que algunas personas que estaban cercanas al lugar, pero que no vieron la escena, pensaron que había estallado una bomba tipo lapa. Lo que sí no fue ruidoso, fue la reacción de los pasajeros del bus escolar. Fue tan rápida la acción mortal, que las cuerdas vocales de todos los presentes en el bus fueron destruidas sin que pudieran gritar de dolor. Por un periquete, todos los niños, el conductor y la monitora experimentaron un gran padecimiento en cada célula de su cuerpo, sin embargo no alcanzaron a decir ni siquiera un ¡córcholis! Murieron casi instantáneamente. El conductor de la volqueta también falleció, por lo que los familiares de las personas que iban en el bus, no pudieron vengarse de él.
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