El punto donde cortó la vida,
cuando creíste que era caricia.
El punto que desgarró.
Donde el aprender
es llamado cicatriz.
Donde la piel
escribió con costra
los paisajes
de las causas perdidas.
El striptease en la barra americana, en el cajero automático, en el circo de las mariposas, en los días buenos y los días malos, en unas cuantas cosas, en el humo y los neumáticos, toda toda toda la verdad, apenas
alcanza
a un grifo
a medio cerrar.
Puedes conocer. Conocer de memoria a la mujer pantera
sin saber a penas algo de ella.
Sólo la mujer pantera
permite que alguien se le acerque a esa distancia
esa
en la que puedes tener que sacar un "perdón", y ella un "nunca más". Y discutir
en las escaleras de una boca de metro.
Crees
que pagas a la mujer pantera. Crees.
Pero no conoces el precio,
no sabes nada
de la cicatriz de la piel del paisaje de la inmensidad. De la distancia. Que es ella.
Te dejará entrar en su habitación. Te tratará bien si encuentras el respeto. Te mostrará su sexo. Te quedarás por su sonrisa. Te derretirás al oír tu nombre en su boca.
Pero aún no sabrás nada de la mujer pantera.
Mientras desvistes tu estilo. Mientras muestras tu piel. Ella te mira, sí, como la pantera. Mietras abres palabrería, mientras cierras la ventana a los vecinos. Ella, aún, te mira, sí, como la pantera. Y puedes salir
y volver o no.
Y puedes soñar. Y puedes alquilarle tus fantasías.
Y puedes confudir. Y puedes mentir o decir la verdad.
Que, como la pantera
aún esperará.
A saber qué hay debajo. ¿Debajo de qué? Ya no hay más. Debajo. Donde dices que no hay más. Si ya estás desnudo frente al monitor. Donde dices que no hay más. Ahí. Donde espera la mujer pantera.
Donde espera que muestres tus puntos ciegos, tus ángulos tristes.
Donde espera una explicación al porqué la elegiste.
Donde los arañazos dicen más que. Donde espera que muestres qué tienes, qué pierdes, qué existes.
Donde espera
que muestres
lo que ocultas
bajo
las cicatrices. |