Cosas de la red
Que comodidad sentía en ese celular de última generación, llegué por la conexión aérea, esa que llaman wifi, me sentía al fin a gusto en un lugar, había para comer por montones, era yo un turista pleno de placer, la cantidad de programas y aplicaciones eran múltiples y las posibilidades de alimentarme y reproducirme eran deliciosas.
Debo haber estado durmiendo una siesta luego de un bocado exquisito que me permitió enviar a muchos de mis hijos a través de la gran cantidad de contactos de mi amado usuario, que para mi felicidad, tenía entrelazados todos sus sitios y correos, ¡además de sus programas de citas amorosas!
Sin embargo la curiosidad, gran defecto en mí, me sacó de mi confortable hogar temporal, viajábamos en el metro mi usuario, su celular y yo, nos divertíamos los tres con un juego que me daba cada vez más hambre, entonces un silbido feroz de la locutora virtual del metro me puso en alerta, dejándome llevar por la red de la línea central.
Fui recibido con aplausos por unos cuantos miles de mis congéneres que estaban siendo devorados por unos de esos nuevos héroes que habían inventado, que destruía horrorosamente a todas las generaciones anteriores a la mía, excepto a este servidor, que gracias a mi creador, me dejaría absorber por este programita asesino, alimentándome de sus energías, haciéndome reproducir extraordinariamente.
¡Qué día tan glorioso! Nos apoderamos de la red de comunicaciones haciendo que los trenes circularan bajo nuestro entero control, mi creador seguro se sentiría orgulloso o quizás temeroso de mi gran poder, porque después de un par de semanas de entretención haciendo miles de diabluras, como por ejemplo: provocar que los vagones corrieran a su máxima velocidad y cambiando la vías solo por el placer de verlos chocar, cortaron la luz en los grandes túneles, aunque lo vi venir, no alcancé a escapar, así que por un par de días, yo y mis súbditos nos dormimos dispuestos a esperar.
Un fogonazo sacó de la catarsis a los dormidos sistemas, nuestro despertar seguro sería fabuloso, ya que el hambre acumulada groseramente en nuestras pancitas nos hizo atacar sin meditación alguna, tarde me di cuenta de la trampa, quise saltar a una de las muchas vías de fibra óptica, pero ya era tarde, una a una las hermosas celditas de mi precioso cuerpo de virus fue explotando y pude verme como iba desapareciendo lentamente hasta que se borró mi cerebro.
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