I.- La Calamitosa, Hécate, Equidna, Ravel.
A la primera le puse la calamitosa, la Pandora de los beats, todos sabíamos que era frágil como el cristal, pocos entendían que era un plato de vidrio molido. De pelo azabache como la noche y de ojos claros como el musgo del Elmo, tez blanca y tersa como el papel sobre el que escribo, y labios rojos como la sangre que no corría por sus venas; un cliché si lo quieren, de esos que describió Stoker.
Esa impresión duraba hasta que conocían su ritmo, su tono y su color, quien esperase violines se espantaba con la batería destartalada que golpeaba cual pistón, Amelia era tan delicada como un paquidermo de porcelana, grácil-torpe, un inexplicable enjambre de sensaciones, mor(t)al para un alérgico como yo. Con el pelo alborotado y los ojos centellantes llegaba repentina como el fuego, súbita como el rayo, ávida como noche, fuerte y decidida, derrumbando todo a su paso, era un terremoto, ineludible y omnipotente, incontenible como el tsunami que quiebra el ventisquero. No sé como nos hicimos amigos, novios, amantes, odiantes; si la soporté la primara vez que la vi, fue pura cortesía, quizás calentura.
Cuando ya la tenías todo empeoraba, cual huracán entraba arrancando los mundos de cuajo, ni las raíces más viejas y robustas soportaban su ímpetu, ni el más flexible de los cáñamos se ajustaba a su vaivén; rompía, trizaba, rasgaba y raía. Ese era su ser, una rockstar entre fans, cocaína de yonkis, pregón para beatos, el tiempo era un juego comparado con su presencia.
Pero breve como toda fuerza, sólo el rastro de su paso dejaba ver, ningún hombre en pie, ningún sentimiento en pie, ningún llanto que oír, ni un sólo cimiento sobre el cual pararse. Sin piedad, ni misericordia, ni compasión, ella hacía silencio, pues su estruendo todo ocupaba; efímera como el estallido de las olas, pero incondicional como la muerte, su vuelta era un plazo sólo que aleatorio, un péndulo que oscilaba una sola vez.
Ella fue mi primera maga, una eternidad de odio y un instante de amor, pasión más breve que el momento, más fuerte que el recuerdo.
Queso de cabra, manzanas y una cerveza helada.
Hoy, vi hormigas caminando por las hojas de mi libro.
Cuando descubro palabras nuevas, aparecen, no esperan, están allí, y ahora las veo... Moloch.
También veo tajos en mi libro, puñaladas de dios.
II.- La escurridiza, Flora, Selene, Vivaldi.
La segunda era como el agua que escurre al cogerla, ligera como el humo, volátil como alcohol que me embriaga, e incontenible como el viento, ella era el elemento, la quinstaesencia, el quid. Podía ser tan inasible como la camanchaca, tan dulce como una vertiente y tan densa como el hielo de Ancud, pero siempre escurridiza cual liebre cerro abajo esperando el tropiezo del galgo tras de sí. Lubricada, nunca provoco daño, pero nunca se quedo contenida, como el río de Parmnides pero nunca volvió a pasar, nunca fue la misma, pero siempre ella.
Su pelo de almendra y los ojos de roble, su semblante alto y sonriente, risueña que no es lo mismo y firme como la carne del durazno, pero ágil, ella era danza, contoneo, ella era libertad sin remedio, alivio regado, una mordida o un pestañeo, coqueta, brillante, ella fue la segunda, la tercera, la quinta tocata y fuga, pero más bien un minueto, ella era y es mi consuelo y no es mía, ni de nadie, ella sólo paso como el viento de primavera, como el puelche de la tarde, como el canto de un ave que despierta para emprender el vuelo.
Valentina, corría como niña por el campo cuando tropezó conmigo, mientras que yo dormía escondido entre el trigo, sólo que era el forestal, no dormía sino que meaba y ella quería hacerlo también, sin pudor se bajo los calzones se puso en cuclillas y lo que más tarde descubriría era ambrosía, corrió por el tronco del baoba que años después resulto ser su copia argentina que se llama ombú y que no tiene tanta fama como la que le dio el franchute bonapartista; mientras yo terminaba mi asunto ella giro la cara recién percatándose de mi presencia y con una sonrisa enorme me dijo:
- se te paro.
guardando el paquete, yo le dije:
- es que eres la primera que sabe usar tan bien un vestido.
Se cagó de la risa y me extendió la mano:
- ayuda a pararme y mira pa’ otro lado
luego de un santa rita blanco y tres músicas ligera después, estaba dejando a su pololo para que la llevará a tomar la micro, donde me dio las gracias por hacer de boby y con un beso en la mejilla se despidió.
A la mañana siguiente me llamo para comer algo y al almuerzo estábamos en su depto. rompiéndole el catre a la casera, un mes después varias películas de Fellini, Almodóvar y von Trier, me daba un beso en la mejilla para decirme que se enamoró de otro y adiós, le toque una teta y le dije gracias. Ella se rió y dijo: fuiste un gran boby, y te gusta más mi poto, y tu guagüi, respondí, el bus cerro la puerta y se fue.
III.- La Nefasta, Persefone, Ammyt, Verdi.
La tercera, Morrigan como la Celta, la puta de babilonia tal vez no, pero si lo de puta.
Arder en llamas en invierno
Preludio
No tengo fuerzas para escribir sobre esta.
IV.- El cheque a fecha, Nyx , tú, Dvorak.
A ti te espero, como la primavera con sus ataques de asma, a ti que me darás calma al fin, inercia, en una cama de piedra, te imagino mientras duermo y te sueño despierto sonrisas, caricias y abrazos, miedo incontenible de perderte y tu voz, cortándome el pescuezo a mordiscos, a ti te he construido un marco donde calzar esperando que lo desborde, tu serás mi resaca, el mal de tierra de los marinos, el jardín de los agorafóbicos, tu serás mi mundo y por ello dejaré de buscarte.
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