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Enero 2014. Esa tierra de nadie donde duermen los sueños.
Durante mis ensayos de muerte, nombre que le doy a mis noches, existen momentos en que mis párpados me relatan historias futuras.
Son esos instantes, cuando el silencio no pesa y el cansancio del ajetreo diario, apenas ha llamado a la puerta.
Tiempo que eligen las palabras que después serán narraciones, para asomar la cabeza por debajo de la cama.
Se contonean entre las sombras, desnudas, insolentes, para susurrarme al oído.
Y mis dos perras chihuahua, ellas, que de naturaleza son tan inquietas, que a esta hora, suelen dormir tan profundamente que sólo intuyen tu presencia entre sus caninas fantasías. Únicamente yo puedo olfatear ese deseo por aproximar tus labios a mi almohada.
Como aquel día que me hablaste de cómo, cuando todo duerme en casa, se arrastra la lata de botones hasta el borde de la cama, se destapa, y entonces… empieza el show:
Primero los botones se muestran desconfiados, sólo que poco a poco van saliendo.
A veces despacio, otras veces saltan a como gotas redondas, también les gusta salir rodando como bolita o girando como platos voladores.
Después se agrupan por colores y arman un arco iris en la alfombra de la habitación; se vuelven a desarmar
Dibujo con ellos caminos que van lejos, olas de espuma besando las playas, humo de chimeneas y paisajes enteras.
También me gusta cargarlos y llevarlos a pasear por la casa.
A veces sueño que mis botones son estrellas resplandecientes, entonces acomodo los más brillantes sobre una cartulina azul y después me alejo para contemplar la noche de figuras radiantes y agujereadas.
Claro, de tanto jugar, el tiempo pasa, de golpe ya casi amanece y debo levantarme para iniciar mis quehaceres, entonces guardo uno a uno mis botones.
Eso sí, antes de tapar la lata, les saludo, y ellos, agradecidos, me regalan una pirueta.
Por suerte ya nadie los cose, no arrastran hilos ni ataduras, son botones en libertad.
O sobre aquella ternura de las soledades compartidas de los amantes.
Historia que se agarró dentro y creció en su propia historia mientras tengo que dormir abrazando una almohada en mi cama, porque, cuando apago la luz y me acomodo para dormir, siento como tú, te recuestas a mi lado.
Tu voz es la misma que a veces me grita cuando descubro algún recuerdo olvidado en mi memoria, o te escucho llorar entre las páginas de un libro que alguna vez significo mucho en mi vida.
Sólo una vez logré ver quién eres.
Una vez fui esa criatura, sólo que acabó consumiéndose, ahogándose en sus metas y en su esperanza en las revoluciones lentas de conciencias.
Y ahora regresa con ánimos de no dejarme dormir tranquila.
Quizá cuando me pregunta ese: ¿Por qué?, Quiera saber qué fue lo que hizo que la dejara morir.
Aunque yo me callaré y la dejaré dormir esa noche conmigo.
Tal vez desde su odio me quiera, y cuando me quiera, me perdonará.
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, lugar donde: Escribir una historia es habitarla, me dijiste, ya que hay que dejarla ablandar en esa tierra de nadie donde duermen los sueños.
Andrea Guadalupe.

Texto agregado el 16-01-2014, y leído por 112 visitantes. (0 votos)


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