Escrita en colaboración con Milosh
No era extraño que la comisaria recibiese gente de toda calaña o clase social, después de todo, era el centro donde se hacía cumplir la justicia, la mano dura que ejecutaba las condenas que el estado aprobara. Cuando el cura entró con su figura desgarbada y su andar inquieto, lo que más llamó la atención no era su andar sino el objeto que llevaba en sus manos. Tenía una bolsa de gimnasio de un tamaño considerable y por la forma en la que la arrastraba demostraba que su contenido era abultado y de gran peso. En la otra mano, una bolsa arpillera más grande y pesada aún, ayudaba a que su paso sea balanceado, aunque de poco servía. El cabo que estaba de turno sonrió para sí mismo imaginándose un chiste inexistente:
-Entra un cura a la comisaria llevando en una mano un bolso de gimnasio que parecía pesadísimo y una bolsa de arpillera sobre el hombro, más grande y pesada. Le dice al cabo de turno:
-Vengo a entregar este bolso que encontré en la calle oficial.
El cabo sorprendido salió de sus ensoñaciones.
-¿Dijo algo Padre?
-Dije que venía a entregar este bolso que encontré en la calle, oficial, repitió (al tiempo que descargaba la bolsa de arpillera en el piso). No tiene ninguna identificación y en su interior encontrará un millón de dólares. Sepa disculpar la indiscreción, aun así, reconozco que este tipo de bolsos son usados por el gobierno para mover dinero cuando tienen que hacer una transacción en efectivo y eligen que sea en absoluto secreto y con la mayor discreción. Al ser yo Cardenal de la Iglesia del Sagrado Corazón de María Santísima, se me permite tener ciertos privilegios y uno de ellos es conocer algunos movimientos del estado Este es uno de ellos. Me llama la atención que hayan descuidado semejante suma.
El cabo no salía de su asombro.
-¿Me está diciendo que encontró un bolso, que está lleno con un millón de dólares y que, probablemente sea dinero que el estado usa para pagar quien sabe que, sin que la población se entere?
-Ni un escritor podría haber descrito mejor la situación, hijo.
-¿Donde encontró el dinero? ¿Y que hay en la bolsa arpillera Cardenal?
-La bolsa estaba cerca de un callejón a unas pocas cuadras de mi iglesia. Probablemente el plan sería que el destinatario pasase a recogerlo. Como hombre de fe que soy, al haberlo encontrado, lo menos que puedo hacer es devolverlo a las autoridades pertinentes.
-Cardenal, su gesto es encomiable! ¿Y en la bolsa que hay?
-Hijo, esta bolsa solo tiene lo que necesita un hombre como yo para vivir. Una vez un gran filósofo dijo: “El hombre debe poder vivir con lo que quepa en una bolsa” y hete aquí mis pertenencias. Salvo la sotana que llevo puesta, todo mi capital está en esta bolsa. Voy a pasar por el lavadero para tener todo limpio, al menos por un tiempo. ¿Quiere ver? Siempre dejo los calzoncillos sucios arriba, si no los pierdo. Abre la bolsa para mostrarle al cabo. Éste último le pide por favor que se abstenga de mostrar su ropa interior. –Bien pues, habiendo hecho mi buena acción del día, le entrego el bolso con dinero y me retiro hijo, que Dios le bendiga.
El padre se retiró tan velozmente como había entrado. El cabo no podía creer lo que había acontecido y tampoco sabía cómo iba a hacer con el dinero o la bolsa, aunque lo que más le llamó la atención era el porqué del tamaño de un bolso que solo albergaba tan poco contenido. No es que 1 millón de dólares en efectivo fuera poca cosa, aun así ¿para qué tan grande?
El padre salió de la comisaria y detuvo un Taxi. Al subir, le indicó al conductor:
- Al Aeropuerto hijo y estoy con prisa. - Abrió la bolsa, tomó uno de los miles de fajos de billetes que estaban pulcramente empaquetados, sacó un billete de 100 dólares y se lo entregó al conductor. - Estoy con prisa hijo - repitió. Sacó su celular, buscó en su agenda afanosamente, y cuando encontró el número deseado, se comunicó con su agente de viajes para reservar un pasaje de ida a Panamá.
FIN |