En su avanzado de gestación lo que más le apetecía era pasar aquella fría y lluviosa tarde del mes de enero tumbada en el sofá, escuchar el sonido del agua deslizándose por los cristales de las ventanas con acompañamiento de fuertes ráfagas de viento que las hacía vibrar ligeramente, le provocaba aquella agradabilísima sensación de confortabilidad, cerró los ojos para disfrutar intensamente el momento, si, estaba muy a gusto… , el clip de la llave en la cerradura la hizo tensarse, ¡!ya está aquí!! Pensó con fastidio, le quería por encima de todas las cosas por eso se plegó a su deseo de aumentar la familia sin rechistar, a ella le hubiese gustado esperar un par de años más, disfrutaba cada segundo que compartían y presentía que la llegada de la prole daría un cambió radical a la agradable vida a la que estaba acostumbrada, el hombre se le acercó y acaricio con ternura ¡!pobrecita mi niña, que está embarazadita!! Ella le miraba con amor infinito, era el hombre de su vida, pero pensaba, ¡!que gilipollas!! Seguro que pretende que salgamos a caminar bajo la lluvia con la excusa de siempre, -te vendrá bien dar un pequeño y tranquilo paseíto, antes de cenar-, que considerado y cursi se había vuelto desde que se quedó embarazada…, ella había pasado todo el día sola, encerrada y él que lo había pasado fuera, libre como un pájaro, llegaba como si tal cosa alegre y dicharachero, pues no, no pensaba darle gusto ni reírle las gracias, permanecería tumbada ignorándolo, pero la potente voz del hombre la llamo desde la puerta mientras hacía sonar la correa, ella de un brinco saltó del sofá como una quinceañera enamorada, ambos abandonaron la casa moviendo "el rabo" al unísono.
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