Busque el silencio de una noche obscura.
Y me fui al mar buscando sosiego para reflexionar.
Atrayente, placentero y misterioso.
El ruido de las olas me transporta a la infancia.
Imaginando teniendo el mar dentro de una caracola.
Cerré los ojos y le di un sabor distinto al aire salino.
Acaramelado, quizás, ¿por qué no?.
Después de todo, esta aventura es mía.
La arena aún tibia por el día asoleado.
Me invitaba amablemente a acomodarme en ella.
Tendida en la más absoluta de la oscuridad.
Intente encontrar una estrella compañera.
Pero la búsqueda fue infructuosa y ahí quede.
La briza marina era tranquilizadora a mis sentidos.
El jugar y el sonido de las olas mientras sube la marea.
Parecen resistirse a la calma nocturna.
No hay luna esta noche, la inmensidad del cielo.
Parece reposar sobre las aguas movedizas del mar.
Como si dos cuerpos enamorados se entregaran al amor.
Escondiendo sus impulsos por temor.
Más cuando llegue el amanecer cada quien tendrá su lugar.
No habrá testigos de la noche anterior.
Y así sucederá noche tras noche.
Hasta que la atrevida luna irrumpa en la intimidad.
Y el cielo y el mar se abstengan de amar.
Pero no solo el cielo y el mar tienen encuentros fogosos.
También los amantes clandestinos escogen el mar.
Esperando que la intrépida luna no se haga notar.
Sus cuerpos desnudos emulan el movimiento del mar.
Texto agregado el 14-01-2014, y leído por 167
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Lectores Opinan
15-01-2014
Tu escrito me llevó a sentarme contigo en la arena,a contemplar ése cielo sin luna y a evocar tiempos idos. Me gustó mucho tu prosa poética.UN ABRAZO. gafer
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