Ciego

Sufro una ceguera de nacimiento y sin embargo nada me impide reconocer los colores.

Con el resto de los sentidos encendidos, supe cultivar una fina percepción de olores, sabores que suman a la captación táctil que suplen con creces mi disfunción visual.

La pasión me lleva a los rojos profundos, al delicado aroma de labios pintados, a la sutil fragancia de la mujer enamorada.

El verde me trae los aromas del césped recién cortado, al sabor de los especias en las comidas y la energía emocional que nos da la esperanza.

Las triviales charlas con amigos de azul intenso contrastan con el amarillo vibrante que despide el odio.

La alegría es naranja que sabe dulce como recién exprimida.

Los surcos que deja el arado me conducen a colores marrones, del campo recién roturado y del desgranar los panes de tierra entre mis manos.

En la pureza del niño descubro el blanco, el celeste cielo cuando los soles de la primavera invaden mis sienes.

Los abrazos de la mujer amada y el roce de la piel por las caricias robadas me llevan al rosa que mutan en grises por su ausencia.

En la inconfundible fragancia de las glicinas en verano descubro todas las variantes del violeta.

Lo que me es imposible reconocer en la paleta de colores es el negro, algo que el destino quiso poner en mis ojos pero que el sabor de la vida no me deja ver.

OTREBLA