Estoy escribiendo estas últimas líneas para dar las gracias más que cualquier otra cosa. Es de noche y miro por la ventana de este hospital donde vine a parar hace unos cuantos días después de la llamada de Q. Y sí, todavía tengo la ampolla en la oreja.
Es difícil comentar sobre tu propia muerte sin lamentarse un poco, pero como ya lo había dicho, estoy feliz. Mi señora duerme en un sillón que trajeron para acomodarla y que pudiese pasar mis últimos días acompañándome. Está tranquila, sabe que podrá seguir sola. Es fuerte, no tanto como yo o Q, pero lo es. Llora de vez en cuando y la entiendo. No tengo nada más que decirle ni qué hacer con esto, ya me dejé ir.
Hoy durante el día mi médico fichó los días que me quedaban y decidí escribir esto no como una despedida, si no, como ya lo dije, dando las gracias. El cariño, la fuerza, el ánimo, la compañía, la honestidad, el compañerismo y otros infinitos detalles que podría nombrar de mi familia y equipo de trabajo donde dimos la vida como buenos detectives y policías son el núcleo esta carta, si es que se puede decir que es una carta.
Q. no dejes de venir a ver a Victoria a la casa, ella te recibirá siempre y con mucho gusto compartirán mate o un whiskey en mi nombre. Te dejo mi revólver, está en el velador de mi estudio, frente al computador. La clave del computador es "fibonacci1358", también la tiene Victoria. Saca todo lo que quieras, hay unas cuantas cartas sin enviar y memorias y detalles de algunas investigaciones en las que trabajamos juntos y otras no. Las fotos puedes imprimirlas o llevártelas si quieres. El computador también te lo puedes llevar, Victoria es nula con él. Gabriel, Gaspar y Martina saben donde dejé los trajes, por si también quieres alguno. Cuida a tu pequeña y a tu señora y obviamente dile a Dimitri que pase más tiempo contigo. Da el aviso en la estación, solamente por si las moscas.
Esto del estar viejo a veces pasa la cuenta. Pero mi vejez la disfruté también. Vi crecer a todos mis hijos, sanos e inteligentes. Martina ya salió de la universidad y es la que volvió a casa a cuidarme después de saber las noticias sobre mi enfermedad, estudió enfermería y lo que mejor ha hecho, en sus propias palabras es "devolverme la mano", siendo el padre que fui cuando ella era pequeña, no siento que merezca este premio. Gabriel y Gaspar están ambos también ya en la universidad. Ninguno salió a su padre y dejaron de lado toda idea de pertenecer a la escuela de detectives. Uno será mecánico y el otro agrónomo. Las hojas se están mojando con las lágrimas del orgullo que me entregan día a día hasta este punto, hijos míos. No saben cuánto los amo.
Victoria, gracias. Ya hemos hablado todo estas noches que me has hecho compañía. Te amo y siempre fuiste la única. Única de verdad, fiel, responsable, buena esposa y buena madre, otro de los premios que jamás pude creer tener tanto dentro como fuera de la casa.
Sabrina, hermana mía, Tomás ha sido un buen hombre contigo, ambos han sabido sobrepasar lo peor que ha ocurrido en la historia de una familia. Sean fuertes y denle todo el cariño y amor del mundo al pequeño Raúl que sin ser de nuestra sangre, ha sabido ser uno más de la familia. No descuiden nunca el aprecio y la calidad de relación que se tienen ambos.
Amigos y grandes compañeros, Bernardo, Paz, Kenny, Dimitri. Siempre fue un gusto trabajar junto a ustedes. A pesar de las diferencias, las puteadas, los malos ratos, los desagrados, las malas caras, el profesionalismo y la amistad que me entregaron y le pusimos al trabajo sobrepasa cualquier mal rato que hayamos compartido. Les deseo lo mejor en el futuro que tengan y hayan decido tener, si los dejan disparar, sean ustedes el frente.
Bueno y al resto, gracias por dedicarme el tiempo y el espacio de caber en sus vidas, de compartir una gran persecusión, un mal chiste de B., un cigarro, un almuerzo, un café o un whiskey.
Saludos también al pequeño Mauricio, no he sabido nada de él.
Ahora abriré la ventana para poder fumar mi último cigarro, si es que el médico tenía razón.
Adiós.
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Final
Desde el segundo piso del Hospital de Puerto Nohelí se oye un llanto pacífico de una mujerr en el lecho de la cama donde el buen Horacio llace agonizando pero sonriendo, arrugando los ojos por el dolor, con una colilla de cigarro apagada por el tiempo en su mano izquierda. Cenizas botadas bajo el cubrecama del box 21 pasan desapercibidas por el color de las frazadas.
Victoria abaraza al hombre de su vida en su último aliento y le da la despedida besándole las manos. Martina llega a tiempo para tomar la otra mano lanzándose al suelo interrumpida por el llanto de su madre. Los otros dos hijos abarazan a su madre por la espalda y agachan la mirada para hacer compañía con lágrimas en los ojos.
Gabriel es el que toca el timbre para que lleguen las enfermeras del hospital a confirmar la hora. Gaspar mira su teléfono celular y busca en sus contactos a la tía Sabrina.
Victoria al volver en sí, se acerca al cuerpo y le acaricia la mejilla mientras seca sus ojos con un pañuelo deshechable. Es ella y nadie más la encargada de retirar la carta que está en el velador al lado de la cama. Mientras la lee, Gaspar llama a Quentin.
Son las 2 am de un sábado caluroso de febrero.
Horacio, el detective de Puerto Nohelí, ha muerto. |