Hoy me enteré que ya no estás.

Que te fuiste sin despedirte de mí. Que no voy a poder volver a verte.
Y mi corazón sangró, como sangran los corazones doloridos y vuelvo a tener catorce años.

¿Cómo se te ocurrió hacer tal cosa? ¿Dejarme de nuevo y más sola todavía de lo que me dejaste antes?

¿Acaso no sabes que el primer amor es tan importante, tan fuerte que jamás se olvida?
¿Ni siquiera cuando nunca hayamos pasado de la manito sudada y el primer beso? ¿Ni siquiera sabiendo todo lo que supe después…?

Creo que nunca supiste cuánto te amaba y cuánto me dolió que me dijeras que ya no me querías. Bueno, en realidad no me dijiste eso. No. Me dijiste que necesitabas tiempo, que no sabías que querías ni a quién querías.

Ahí fue donde el temor empezó a invadirme. La certeza de que sí sabías y no me lo decías. Y yo creo que no quería saberlo. No me alcanzaban las uñas, solo tenía diez y me las comí en pocos minutos, ¿cómo pensaste que iba a poder esperar a que aclararas tu mente, o mejor dicho tu corazón?

¿Y qué iba a hacer yo con mi angustia mientras tanto? Mi rostro adolescente ya no tenía más lugares para pellizcar.

¿Sabes que no pude ir a la escuela por dos días? ¿Qué cada vez que veía a tus compañeras de clase tenía un acceso de llanto y las profesoras me mandaban al baño?

Una semana, fue lo máximo que pude esperar. Mamá me aconsejó que te confrontara, que te pidiese una definición, ¡que yo no podía seguir así! Y te fui a buscar, a la salida de inglés.

Yo quería que me besaras, me abrazaras, me dijeras cuánto me habías extrañado, me cantaras a tu desafinada manera. Que me quisieras.

Caminamos por calles oscuras, en la humedad de la noche y hasta me diste la mano, como siempre…pero no hablabas de eso. Te tuve que preguntar. Y vino entonces la verdad y la despedida. Y me invadió la desolación, había perdido mi mitad en un segundo.

Ah, pero no me iba a dar por vencida. Estaba segura de que te habías enojado porque no supe ser madura. ¿Cómo podía ser madura si sólo tenía catorce años?

Si era buena, cariñosa, divertida, simpática, inteligente, etc., etc., etc., podría atraerte de nuevo, y me ibas a decir que no entendías como te habías podido alejar de mí y entonces volverías a escribirme poemas y viviríamos felices para siempre…
¡Pero no! te mantenías inconmovible, a pesar de seguir siendo amistoso, y a veces hasta cariñoso. Eso me desconcertaba.

En los ensayos, te veía ayudar a Fernando armando y desarmando bastidores, pintando escenografías, clavando. Cuando podía te entretenía un poco, pero él, siempre se daba cuenta y te llamaba.

Pasó el tiempo. Y luego pasó la vida. Me resigné a la verdad. No serías para mí, aunque seguirías siendo mi primer amor. Un día te vi, yo tenía mi primer hijo creciendo dentro de mí, la casualidad nos reunió en una terminal de ómnibus. Me dio un vuelco el corazón y empezó a latir tan fuerte que pensé que todos los que estaban por allí lo escucharían. Me viste, me saludaste, miraste mi panza y sonreíste. No estabas solo. No me gustó, pero era nuestra realidad.

Hoy no estás, te fuiste al lugar de donde nadie regresa. Me dijeron que fue hace ya más de veinte años. ¡¿Veinte años?!

Hace 41 años que te vi por última vez y todavía siento el vacío en el estómago cuando te recuerdo. Tus ojos cafés con pestañas tupidas, tu cabello rubio, tu extraña manera de caminar, con la punta de los pies hacia afuera. Tu ropa extravagante. Tu desentonada forma de cantarme las canciones de Salvatore Adamo…

¿Te acordarás cuando nos vestíamos raro para llamar la atención?, ¿cuándo yo me vestía de blanco porque vos te vestías de negro? ¿Te acordarás cuando nos columpiábamos en el parque? ¿Y cuando me leías los poemas? ¿Y cuándo visitábamos el museo? ¿Y cuándo saltábamos los bancos en el medio de la avenida? ¿Y cuándo me besaste por primera vez, en la rueda de la fortuna, y me dio vergüenza? Allá arriba, bajo las estrellas, me pediste que fuese tu novia…

¿Te acordarás que llovía aquella noche? ¿La noche en que te pregunté? Fue Jorge el que me lo dijo, pero no le creí, tenía que buscarte y escucharlo de vos. Podía aceptar que estuvieses con alguien, podía aceptar que te hubieses enamorado de nuevo, podía entender que yo ya no fuese tu amor, aunque compartiésemos tantas cosas. ¡Pero cambiarme por Fernando!! ¡¡Fernando!!

Mucho tiempo pensé que era mi culpa, que no supe ser “lo suficiente mujer” solía decirme…hasta que entendí…con trabajos, después de años, pero entendí y te seguí queriendo.

Ahora te fuiste, me dijo Graciela que fue a verte, que estabas muy flaco, que sufriste mucho. Que no había tratamientos efectivos para el Sida en esa época. Y me dejaste sola otra vez, con tu recuerdo.

No me pidas que te olvide, aunque te hayas ido, aunque amaras a Fernando más que a mí.

Aunque me hayas dejado sola por segunda vez.