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Una luz brillante inundando el cuarto lo obligó a abrir los ojos. Saltó de la cama, si dejaba que esa tibieza mullida lo abrazara de nuevo, nunca saldría del departamento.

Había camisas colgadas del pomo de la puerta y un jean descansaba en zigzag en el piso. Cordilleras de libros y revistas se deslizaban a lo largo de las paredes, subían por las mesas de noche y bajaban ondulando hacia la silla, donde dormían, junto una guitarra.

Se sentía diferente. Había leído decenas de libros de motivación y autoayuda… quizás estaban haciendo efecto.
Había escuchado conferencias telefónicas, asistido a seminarios, cursos y charlas de cuanto disertador en el tema aparecía en la ciudad, siempre y cuando, fuese gratis o no muy caro.

Así, conoció verdaderos ganadores que aplicando esos conocimientos, habían hecho milagros transformando sus desastrosas vidas. Como el hombre que había llegado de recepcionista a ser vicepresidente de la empresa donde trabajaba.

Era absolutamente capaz de lograrlo, lo sabía. Hoy, era el día. Podía sentirlo en su interior, como un cosquilleo en el estómago.

Debía preparar su imagen, ya que hay una sola oportunidad para hacer una buena primera impresión, no hay segundas.

Se bañó y afeitó con cuidado, blanqueó sus dientes con bicarbonato. Se perfumó con un poquito del perfume caro, regalo de cumpleaños.

Limpio, fresco y cómodo, se sentó en la alfombra, todavía con la toalla a la cintura, a hacer sus 10 minutos de meditación.
Poner la mente en blanco. Dejar fluir pensamientos positivos. Era difícil bloquear los negativos, atacaban en tropel. Practicando a diario, lo iba a lograr.
Solo energía positiva. Luz, claridad envolviéndolo. Visualizar la oscuridad deslizándose fuera de su cuerpo.

Revisó su corte de pelo con dos espejos para estar seguro de que se veía perfecto. Estaba bien.
Por suerte, a la chica que siempre lo atiende se le ocurrió hacerle uno de los nuevos cortes para hombres de éxito. Dudó pero, ella tiene mucha experiencia, y después de todo, siempre le da descuentos y a veces le fía unos días. Decidió devolver el favor con la confianza. Entregó su preciosa cabellera, para que practicara lo aprendido en su curso de actualización.

-“Ay, estoy tan emocionada, no te vas a arrepentir. Es lo último en cortes, vas a lucir elegante todo el mes…” prometió.

“-Estoy haciendo un álbum de mi trabajo y pareces un modelo de revista” – dijo halagándolo- le tomó una foto y él, a regañadientes, dejó una propina algo mejor que de costumbre.

Eligió la ropa con cuidado. Debía lucir elegante, no desesperado, que su ropa no lo delatara.
Su vestuario era escaso, pero de primera. Seguía el sabio consejo de la abuela:

“-Más vale tener un pantalón y una camisa de alta calidad, que una docena que se deshagan al primer lavado”.
Hasta sus jeans eran de marca, la imagen es importante.

Se esmeró dejando los zapatos, impecables, brillantes, aunque llevaran cartulina adentro para tapar agujeros en las suelas…

Recordó viejos dichos:

“Fingir hasta que lo logres”. Así, sonreía para parecer feliz, hasta creer que era verdad.

“Si quieres ser rico, actúa, piensa y vive como rico...”. Y se rodeaba de gente a la cual no podía seguirle el tren. Inventaba compromisos impostergables porque no llegaría al restaurante de moda.


Le costaba justificar no ser miembro de clubes de golf o de tenis. Se mataba en el sótano, para tener músculos bien marcados y mentía la membresía del gimnasio. Si alguien preguntaba por qué nunca lo había visto allí, aclaraba que iba a diferentes horarios.
Tomaba sol en la azotea, leía folletos de agencias de viajes, aprendía menús restaurantes y navegaba el Internet para saber cómo eran los lugares paradisíacos que fingía visitar, su cultura y sus costumbres.

Estaba listo para salir. Puso algunas revistas de deportes en su maletín para darle peso, y salió caminando con aire ganador.
Caminaría por la avenida donde se hacen los grandes negocios.

El sol tibio lo acariciaba, ¡debería subir nuevamente a la terraza o su bronceado “caribeño” se desvanecería!
Ojalá no lloviese, porque tenía un supuesto “viaje” a Cancún y la Riviera Maya ese fin de semana.

Sus lentes Rey-Ben eran imitación perfecta de los auténticos. Caminaba con determinación. De encontrarse con alguien diría que iba ver a un editor, por un trabajo free lance.

Volvería antes de las tres, su turno en la fábrica empezaba a las cuatro y no podía llegar tarde. A menos que…tuviese suerte y alguien ofreciera darle un trabajo en una revista. ¡Soñaba con trabajar en una de deportes, viajar con todo pagado a eventos especiales y campeonatos! Siempre escribía artículos después de ver partidos, servían de práctica. Los usaría como muestra en caso necesario.

Entonces los vio venir de frente, dos conocidos que trabajaban en ese medio, ¡era lo que había visualizado!

Imaginaba la escena, tal como debe hacerse: describiendo con lujo de detalles lo que se desea.

Veía el encuentro, los apretones firmes de manos, la mirada directa a los ojos y el saludo confiado y seguro. “¿Puedo invitarles un café?”. Porque sin café, la conversación podría ser muy breve, no habría oferta de trabajo.

Se veía sentado en la mesa del café, intercambiando opiniones acerca de encuentros deportivos. Y a ellos, asintiendo con la cabeza y pensando “es muy inteligente, el milagro que necesita mi revista”.
Podía sentir la desesperación de los dos hombres para ver quién lo contrataba primero.

Se imaginaba diciendo con aplomo:

“-Oh, qué inesperado, por supuesto me interesa… no… por favor…mejor ofrézcame algo usted…Perfecto, paso por su oficina…el viernes, sí, porque el miércoles tengo un compromiso y el jueves veré el entrenamiento de un equipo, me pidieron que escriba algo…, pero, el viernes nos vemos y hablamos de ese puesto full time, ¿le parece?”

No deben ver que uno está desesperado o se arruina todo, pueden retirar la oferta u ofrecer un sueldo miserable… Hay que mantener el dominio de la situación a toda costa.

Allí estaban, cada vez más cerca, lo habían visto y lo saludaban con la mano, contestó el saludo y pensó:

-“Ahora tengo que verme muy importante”. Sacó el celular del bolsillo, y empezó una conversación, el director de una cadena de televisión le pareció un interlocutor adecuado.

Se miró de reojo en una vidriera, su postura era adecuada, el teléfono agregaba un efecto indiscutible. Se veía exitoso, elegante y profesional con su mano levantada, luciendo puño de camisa impecable.

Despertó en el hospital, enyesado casi por completo. Una enfermera le ofreció agua. Sorbió un poco y quiso preguntar: ¿qué había pasado, dónde estaba? No pudo. La mandíbula rota, también estaba enyesada y solamente emitió sonidos guturales.

“- No se preocupe, tranquilo, dijo la enfermera, lo estamos cuidando, solo va a tener que estar aquí de tres a seis meses”

Recordaba haber estado caminando al sol, en la avenida y de repente, nada.

La enfermera prendió la tele y se fue.
Empezaba el informativo. Se podía ver cómo izaban el cuerpo de un hombre sin conocimiento desde un orificio en la vereda y lo colocaban en la camilla.
Una reportera bellísima, micrófono en mano, se acercaba a los rescatistas. Le explicaron que había sido robada una de las tapas de bronce de las ventilas del subterráneo, provocando la caída del sujeto.

La reportera enfrentando la cámara fijamente dijo:

“Se ha repetido muchas veces que conducir y hablar por el celular es peligroso. Podemos ver que también lo es hacerlo mientras se camina.
Pero lo más intrigante aquí es que al tratar de llamar a los rescatistas desde el celular de la víctima, los vecinos descubrieron que era… ¡un juguete de plástico…!”




Texto agregado el 11-01-2014, y leído por 291 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
14-06-2014 Me encanta tu tinta ligera!!! con que facilidad llevas al lector al desenlace, eso si que se llama hacer ´él cuento¨ munda
14-02-2014 http://www.youtube.com/watch?v=AyxnCPboIEo barrunta
03-02-2014 Me ha encantado - He podido ver al tipo, casi olerlo. Esa doble vida, esa dualidad del pretender, del aparentar, del querer parecer lo que no se es para obtener por la pinta lo que no se obtiene por trabajo (o por derecho, aunque siempre he pensado que aquello sitios donde sólo entras por "enchufismo" nunca valdrán la pena...) ikalinen
03-02-2014 Ayyyyyyy... y todo por una alcantarilla destapada... ayyyyyy. Cinco aullidos desesperados yar
14-01-2014 La facilidad con que deslizas tu pluma hilvanando las palabras y la maestría con que lo haces parecer tan simple, tan natural, es una habilidad que quizá se aprenda, pero no se puede enseñar. Envidiable. ZEPOL
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