EL ESPOSO CASI PERFECTO
—Buenos días, ¿cómo estás? ¿Bien, supongo?
—No, no me respondas, te veo estupenda.
— ¿Que cómo me encuentro? Pues mira, ahora que me lo preguntas… un día de perros.
—No te puedes ni imaginar la de idiotas de los que está poblado este planeta.
—Mal educados, violentos y con un descaro de lo más insultante que podamos recordar.
—Ruido, malos olores, contaminación, gritos, insultos y suciedad.
—No sabes la suerte que tienes de estar aquí en casita, cómoda, bien aclimatada.
— ¡Qué más se puede pedir!
—Sí, ya lo sé, me vas a decir que algún paseo de vez en cuando te vendría bien.
— ¡Vamos, querida! Te puedo asegurar que te equivocas.
—Hazme caso, como en casa nada de nada.
— ¡Venga! Levanta ese ánimo, no es para tanto.
—Yo te cuido, me desvivo por ti, me ocupo de todas y cada una de tus necesidades.
—Ni el amante esposo más perfecto haría tal cosa.
— ¡Pero qué veo! Hoy es viernes por la tarde.
—Ya sabes lo que toca los viernes.
—Despacio, con calma, que enseguida me voy.
—Tranquila, que me han comentado que, pensando en algo poco placentero, llegas a controlar.
— ¡Lo ves! Tengo razón, controlo querida, controlo…
—Ahora, amor mío, ahora llegaremos los dos a buen puerto.
— ¡Mmmm! ¡Mmmm! ¡Así! ¡Así! ¡Aaahhh!
—Qué bien, ¿te ha gustado, querida?
—Ha estado mejor que otras veces, ¿verdad?
— ¿Qué oigo?
— ¡Golpes en la puerta!
— ¿Quién será a estas horas?
—Tú tranquila, que ya me ocupo yo.
— ¿Qué quieren ustedes? Policía. ¿Cómo qué la policía?
— ¿Que los vecinos se quejan de malos olores?
— ¿Que hace tiempo que no ven a mi esposa?
FIN.
J. M. MARTÍNEZ PEDRÓS.
Todas las obras están registradas.
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