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La cuidadora de hormigas
Por: Samuel Soto Bosques

Petra no era una santa. Tampoco una pecadora compulsiva. Se consideraba una persona común con defectos y virtudes que armonizaban. Una mujer que hacia favores con manos y voluntad, pero que también era susceptible a la cólera frente a la injusticia. Petra, la mujer de carne y hueso se valía de algunos pecadillos para endulzar el alma y de algunos actos de piedad para templarla. No le temía a la censura. Ella era su misma juez en lo que hacía. Buscaba no herir y evitaba ser herida. Nunca había tenido que probar si era capaz de dañar para no ser dañada, aunque presentía que lo era.

Se había graduado de Biología con especialidad en animales. Derivaba una enorme satisfacción al observar los insectos en su actividad y organización. Su pasión era el estudio y cuido de la hormiga roja. Detrás de su casa, en un predio no mayor de dos mil metros, tenía su laboratorio natural. Allí podían apreciarse los pequeños promontorio formados por los “pequeños Hércules", así llamaba a sus insectos. También allí había alcanzado su mayor logro científico, no divulgado: la evolución de una comunidad de hormigas rojas capaz de digerir el veneno para ratas sin sufrir cambio en su comportamiento.

Cuando ocurrió el accidente que inhabilitó a su hermana Sylvia, se puso a prueba el carácter de la Mujer. La visitó en el hospital día a día hasta que se le borró la cuenta de los días. Cuando fue dada de alta la llevó a su casa y la cuidó como una niña grande por espacio de ocho meses hasta que la vio partir en ataúd blanco. Fue tiempo de entrega y reflexión donde tuvo oportunidad de planear el castigo que habría de propinar al responsable de aquella desgracia, desgracia de la cual se negaba a dar detalles como remedió al dolor que llevaba.

El responsable, amparado en su billetera había burlado la justicia. Recordó bien cuando Leandro, ex compañero sentimental de su hermana y figura estelar en el crimen, salió del Tribunal. Recordó sus palabras y la rabia con que las dijo:

- ¡Te libraste esta vez; de mí, no te librarás!

El cadáver de Leandro fue encontrado dos semanas después de su muerte y un año después del suceso que condujo a Sylvia al cementerio. Según el perito forense, el cadáver no presentaba signos de violencia. Un extraño y voraz ejército de hormigas había invadido sus vísceras y galopaba libre por su sistema sanguíneo.

Texto agregado el 08-01-2014, y leído por 319 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
20-02-2014 muy bueno, claro, directo, irónico y desenlace rápido. Le daría unos renglones más. ME GUSTÓ #### polorecayte
19-01-2014 Relato escrito con fluidez sólido sin faltarle un ápice irónico y cierto trasfondo de justicia social. El final bordó el relato: ingenioso, oscuro, pero de los que a mi me gustan. Sí, se disfrutó la lectura. pielfria
10-01-2014 Hicieron bien su trabajo. biyu
09-01-2014 Así que las tenía domadas? un abrazo sendero
09-01-2014 Buena prosa para un cuento que se lee con interés. lindero
09-01-2014 Ahhhh... sentí miles de patitas en camino. Recuerdo un cuento, creo de Quiroga, donde alguién también es devorado por las hormigas... ¿quién las viera? Cinco aullidos asustados yar
08-01-2014 ¡Espectacular! filiberto
08-01-2014 Hay algo de fascinante en las hormigas: dan una imagen escalofriante en conjunto, pero son como pequeños samuráis al observarlas con detenimiento. Gatocteles
08-01-2014 imaginaria venganza pobres hormigas rulosodemonserrat
08-01-2014 Hoy es uno de esos días, en que mis queridos compañeros se ponen de acuerdo para este tipo de historias. Muy bueno!***** MujerDiosa
 
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