El coche se deslizaba como un cascajo, recorriendo la ciudad y se calaba en cuanto mi padre embragaba ante la contingencia de algún semáforo en rojo, con lo que la posibilidad de quedarnos sin batería añadía incertidumbre a un futuro de por sí incierto. Y, sin embargo, como no podía ser de otra forma, los más pequeños, en el asiento trasero de la ranchera, sólo parecían encontrar motivos de alborozo en la circunstancia, pues no paraban de decir: hazlo otra vez, papá; hazlo otra vez. Y la capital parecía hacerse infinita minando con su dimensión la solvencia de una batería que también parecía inagotable.
- Por aquí ya pasamos, Manuel.
A mí también me resultaban familiares esos edificios pero callaba en la segunda fila de la ranchera porque, aunque nada decía, podía adivinar el creciente nerviosismo de nuestro padre, que ya en lugar de andar embragando apuraba lentamente desde que veía el disco en rojo hasta que cambiaba a verde casi en el último momento, disminuyendo la velocidad lo más posible. Había que atravesar la ciudad y enfilar la carretera que, probablemente por ser de noche, se escamoteaba con tanta facilidad.
Madrid se interponía como un gigante laberinto en nuestro camino hacia el sur. Un sur que se abría, al menos en mi imaginación de adolescente, como abierto y cálido, en el que aun dándose mal las cosas- había oído decir secretamente a nuestro padre- el frío no había de ser preocupación.
Ahora los ocupantes de la tercera fila habían sido finalmente derrotados por el cansancio y el calor que brotaba como de una caldera de la calefacción del Renault 12 ranchera con el que tan dificultosamente habíamos emprendido nuestro camino a una tierra cálida en la que “al menos, aunque todo fuese mal, los gemelos( en el asiento de atrás) no habrían de pasar frío”. Pero había que llegar y papá hacía como veinte años que no pasaba por Madrid.
- Por aquí ya pasamos, Manuel.
Y en voz baja, al mismo tiempo que asustado, con admiración: “te das cuenta Carmela, se parece a París”. Y embriagado, buscando el indicador de Cádiz, preguntando: crees que habrá un hueco para nosotros y los niños aquí.
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