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Lo último que comió José fue valdiviano, nunca se imaginó que esa iba a ser su última comida, y su bebida final fue una taza en la que su madre depositó sendecho, sí, una taza, porque su familia es tan pobre que apenas les alcanza para comprar tazas y no vasos grandes. Su madre dijo después que vio algo raro en el iris de su vástago, nadie sabe si es correcto creerle o no, le entregó ciento cincuenta mil pesos colombianos netos, pues ella le organizaba sus finanzas. Ese día José iba a comprar un puesto ambulante, pues antes trabajaba en arriendo; después de mucho tiempo pudo adquirir esa propiedad. Nunca fue a la escuela, tiene dieciséis años y desde los cinco sus padres lo pusieron a laborar.

Salió de su casa, si es que se le puede llamar casa a la construcción en la que vivía, y se dirigió a la avenida que lo conduce a su sitio de labor. Mientras esperaba el bus, se sacó una espinilla que tenía en el centro de la frente; luego de unos pocos minutos el bus que lo dejaba a una cuadra del puesto de sus quehaceres pasó, él extendió su brazo y su mano poniendo la palma hacia el suelo y el vehículo se detuvo para llevarlo. Ni el whisky más potente habría podido sacarlo de la realidad que iba a presentársele.

Hasta ese momento José pensaba que era un mito que las personas podían morir asesinadas en un bus, pero ese día, su punto de vista cambió radicalmente. Se subió al vehículo, pasó la registradora, sacó su billetera del bolsillo izquierdo de su pantalón, buscó un billete de dos mil y se lo entregó al busero, él le pasó rápidamente en monedas el excedente; el autobús tiene veinticuatro puestos, estaba casi lleno, habían tres puestos libres, opuestos al lado de la ventana, uno cerca del conductor, otro cerca de la salida, y el faltante en la tercera fila desde la silla del maquinista, en la misma posición de él, o sea, al lado izquierdo, como se hace en todos los vehículos de Colombia. José se sentó y miró a su compañera de al lado, ella sintió que la estaba mirando y fijó su mirada en el horizonte a través de la ventana para mostrarle indiferencia. El asiento en el que se encontraba era el que la muerte había dispuesto para él, y nada ni nadie lo podría evitar, ni siquiera los dioses.

En su maleta tenía un yoyo que le había regalado su único hermanito unos días atrás, sólo tiene un hermano, nunca más lo va a utilizar. Luego de que el vehículo avanzara unas pocas cuadras se subieron dos hombres, uno se sentó adelante y el otro atrás. José no presiente nada malo, pero está constantemente chequeando el bolsillo izquierdo de su pantalón, para verificar que no se le haya caído su billetera. Los hombres que se acababan de subir tenían talento para delinquir, ya lo habían hecho varias veces, y hasta habían matado; nadie los ha juzgado, y por lo que sucedió esa tarde tampoco serán juzgados. El que estaba adelante se levantó y amenazó con un cuchillo al conductor quien le entregó todo el dinero que tenía, luego empezó a pasar por cada una de las sillas de los pasajeros quienes le entregaron sus pertenencias valiosas, y él depositó las cosas robadas en un talego que guardaba en una maleta que tenía; su camarada hizo lo mismo en los puestos de atrás.

Cuando el delincuente que estaba adelante llegó adonde se encontraba José, éste se resistió, mostrando lo jabato que es; el malhechor no tenía ni un ápice de paciencia por lo que inmediatamente le lanzó su arma; José le hizo el quite y le espetó – mereces morir en la horca -. Como el criminal que estaba atrás vio que su colaborador estaba teniendo problemas, se acercó, sacó una pistola y le disparó, una sola vez, en la cabeza a José en picado. Todos los presentes gritaron en ese momento; lo cual asustó a los ladrones, quienes decidieron llevarse el botín que hasta ahora habían obtenido, por lo que salieron ansiosamente por la puerta de atrás. José se desangró en el aparato mecánico, cuando una ambulancia llegó, ya había muerto. La muerte fue la ñapa que le dieron sus padres por haberlo traído a éste universo. Cuando su familia se enteró de lo ocurrido, surgieron nuevas mentes retorcidas; su padre, su madre, su hermanito, otros familiares y amigos.

Texto agregado el 07-01-2014, y leído por 242 visitantes. (14 votos)


Lectores Opinan
13-02-2021 Todos los escritores de la historia son nada frente a ti. wisdom
06-02-2021 Magistral tu cuento sobre una realidad dura. wisdom
09-01-2014 Muy bueno tu cuento. Bien narrado. A pesar de conocer el final desde el principio, haces mantener la tensión. Cuenton
09-01-2014 Me recordó el estilo de "Crónica de una muerte anunciada". Lo digo como un piropo literario simasima
08-01-2014 Muy bien narrado y,en especial, muy real tu escrito.Aquí en Colombia la impunidad es el pan nuestro de cada día.Tenemos,eso sí,una ventaja "EN ESTE PAÍS TE MATAN CON TODAS LAS GARANTÍAS LEGALES "UN ABRAZO. gafer
07-01-2014 Creo en todas las ciudades de latinoamérica al menos, se pide a la gente que sean solidarias, y cuando vean algo así se unan y con esto combatir la delincuencia; sin embargo poner en riesgo la vida, es lo último que queremos y lo menos aconsejable; y como dice Rentass, es insensatez. SAMBO
07-01-2014 Actuar bravura frente a pistolas se llama insensatez. Rentass
 
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