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Sofy

No me cuesta hablar de la tristeza porque yo la he conocido de cerca, así es que hablaré de ti de cómo te vi y sentí en tus últimos días. Porque aún cuando tu melancólica sonrisa lo llenaba todo, yo que te conocí más que nadie, sentí tu tristeza y tus deseos de hacer las cosas que la vida no te dejó.

Me metí en tu vida sin que lo pidieras en una de esas tantas noches en que salí a hacer mi trabajo, no había nada más para mí y tampoco yo buscaba mejorar las cosas, salte la verja de tu casa, acaricié al guardián que ya me conocía de hace días, quien moviendo su cola esperaba ansioso el delicioso bocado que lo entretendría hasta que yo abandonara el lugar. Tu dormitorio siempre iluminado tenuemente toda la noche, me hizo dudar varias veces si debía entrar, pero ya estaba allí.

Forcé con habilidad la puerta que daba a la cocina deslizándome con la seguridad de quien ha estudiado y sabe que hará muy bien su labor. Subí con rapidez las alfombradas escaleras, pasando por el frente de tu puerta, por cuyos bordes se escapa la tenue luz que me había hecho dudar los anteriores días y con suavidad me introduje al despacho de tu papá. Con pericia abrí la caja fuerte, haciéndome de la fuerte suma de dinero que él había retirado en la tarde, para la compra de una pequeña finca en las afueras de la ciudad, donde al parecer quería llevarte a vivir, lo guardé en la mochila que había traído para ello, cerrando y dejando todo en orden, mis manos pulcramente enguantadas no dejaron huellas.

Salí despacio mirando a todos lados pero al pasar tu umbral, un grito de dolor se escapó de tu boca, sentí voces y carreras en los otros dormitorios y como ya no podría retroceder me introduje en tu cuarto y pude verte en toda tu lánguida y triste belleza. Alcancé a penas a esconderme detrás de la puerta entreabierta que daba a la salita de baño, la enfermera que te asistía llegó rápidamente a tu lado y luego tu padre. Pusieron la máscara de oxigeno en tu hermoso rostro y la mujer preparó la jeringa con el calmante. Por la rendija que me daba visión desde mi escondite, vi como tu padre después de eternos minutos, te besó en la frente retirándose, la mujer se aseguró que tus pulsaciones era las correctas, te arropó con ternura ayudándote a acomodar tu dolido cuerpo y cuando creyó que ya estabas dormida se retiró también.

Salí en puntillas para no alterar tu sueño, pero no dormías, me mirabas fijo y sin temor, pensé en correr y salir de allí rápidamente, pero no pude, extendiste tu mano hacia mí en un gesto extrañamente acariciador, me hiciste acercarme a ti. Me senté a tu lado sobre la hermosa colcha de tu cama, te sonreí como mejor pude dentro del pánico que sentía de pensar en que si gritabas podría terminar de nuevo por otros tantos años en la cárcel, pero no lo hiciste, sólo sonreíste, me preguntaste mi nombre y me dijiste el tuyo pequeña Sofy, quisiste saber por qué robaba, y yo te conté todo, desde que mi madre me dejó a los 11 años, tú tenías trece y sabías que la fibrosis en tus pulmones te mataría, así que preferías sonreír cada vez que se podía. Me dijiste que me habías visto desde el primer día y que me envidiabas por que podía acariciar a su perro, saltar la reja y correr como el viento. Te dejé casi al amanecer, salí de tu dormitorio y con más sigilo que antes devolví el dinero.

Desde entonces, te visité cada noche, luego te seguí cuando te llevaron al campo y me emplee con mentiras y falsos papeles en tu casa como jardinero. Para pagar tu enorme dulzura, adorné tu ventana cada día con hermosas hortensias y disfruté de tus historias inventadas hasta que me dejaste una mañana triste de invierno. Ya no solo me encargo de tu jardín, también me contrataron para cuidar los parques del cementerio donde habita tu cuerpo, mientras que tu espíritu juguetón hace lo que siempre quiso, pasear por la campiña, correr con los perros, salpicarte de flores y al oído, a través de los susurros de la brisa, me sigues contando cuentos.

Texto agregado el 06-01-2014, y leído por 267 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
19-04-2014 He quedado impresionada,triste,con una sensación inexplicable.Aunque no le diste tristeza a las palabras de tu cuento igual lo sentí en el alma. Me encanta como escribes una se desliza como cuando el pincel lo hace por la tela.***** Victoria 6236013
14-01-2014 Las imágenes perfectas, parecia estar viendolas.La historia es muy tierna y como de otra época, así la imaginé. jaeltete
14-01-2014 Qué historia más deliciosa, Carmencita... llena de ternura y delicadeza. Me encantó. Te abrazo querida. gsap
10-01-2014 Una gran historia, narrada con gran maestría. Siento que disfrutas demasiado cuando te pones a escribir y eso se nota mucho. Te lo digo porque a mí, me pasa exactamente lo mismo. gui
10-01-2014 Admirable la forma de narrar, tan limpia, tan clara tan hilada. Un cuento de ternura y amor que acaricia el optimismo. sendero
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