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CANELA
Augusto me agradaba. Algo misterioso emanaba de su persona. ¿Sería casado? Los ojos oscuros rieron cuando lo negó, sus manos mostraron el documento de identidad con suficiencia para probar su soltería.
Cuando me llevó a su departamento para tomar unas copas acepté con agrado. Nos sentamos en el sofá de la sala, charlamos un rato, nos abrazamos y besamos.
Esa noche lo noté diferente. Las manos calientes acariciaron mi cuello produciéndome cosquillas, bajaron con suavidad hasta mi blusa donde desprendió los botones uno a uno, sin prisas, con delicadeza . Me acarició los pechos mientras seguía besándome. De golpe, me miró a los ojos y susurró:
-Te quiero.
-Yo también- respondí.
Y eso fue todo. Me dejó con la blusa desprendida y un seno fuera de la taza del corpiño.
Me invitó a ver sus pinturas que estaban en una pieza pegada a la salita; era pequeña y olía a aguarrás. Varios cuadros a medio terminar se hallaban sobre caballetes. La mayoría de colores brillantes de estilo surrealista. Unos diez desnudos estaban sobre la pared del fondo. Todos parecían de la misma mujer; ciertos rasgos se repetían, como el pelo encaracolado, el cutis canela, los labios y ojos grandes y la nariz muy pequeña. Se la veía muy sensual.
Me sentí celosa y no pude evitar la pregunta:
-¿Quién es?
-¿Ella? No es de carne y hueso. No existe.
-¿Cuándo harás mi retrato?
-Cuando quieras, ya te lo dije.
-¿Qué te parece el sábado?
-Me parece bien. Ven aquí.
Me atrajo hacía sí, me besó con dulzura y dijo:
-De veras te amo. No quiero perderte- tembló de emoción y por primera vez la mencionó.
-Si aceptas a Canela, sé que seremos felices.
-¿Canela? ¿Quién es ella?
Carraspeó. Me abrazó con fuerza, tanta que sentí cómo crujían mis huesos.
-Más tarde lo sabrás. No estás lista aún para comprenderlo.

Conocer a Luisa fue lo mejor que me ocurrió en estos años. Es bella, inteligente, culta, independiente. Sé que deseaba hacer el amor conmigo y se preguntaba por qué no tomaba la iniciativa. Pero no podía hablarle de Canela, de mis siete años con ella y que si me faltaba, me sentía un fracasado. Necesitaba que Luisa la aceptara.
La semana pasada le confesé mi amor. La vi tan hermosa, tan tierna, que la besé, la acaricié y hasta le desprendí la blusa. Ella quería que yo siguiera pero no pude.
¿Cómo decirle que necesitaba a Canela para hacerla mía? ¿Aceptaría que ella estuviera siempre con nosotros?


Pensé que Augusto amaba a otra mujer.¿Sería la bella modelo que vi en los óleos? Lucía provocativa y lujuriosa. Una rival difícil de vencer. Lo cité para aclarar las cosas, además, dudaba sobre su virilidad.
Llegó a la hora indicada. Me entregó la botella de vino y las rosas rojas con una sonrisa.
-¿Qué cenaremos?-preguntó.
-¿Qué te parece si te ceno a ti?
Lo llevé a la sala. Una luz indirecta y una vela encendida sobre la mesita ratona le daban al ambiente un toque íntimo. La música que había elegido se elevó perezosa por la habitación.
Le desprendí la camisa y lo besé en el pecho, en el cuello y en el torso desnudo. Tenía buen físico, con músculos bien formados.
Cuando llegué a sus pantalones se removió inquieto.
-Detente- su voz sonó temblorosa.
-¿Eres gay?
-No, no lo soy.
-¿Entonces?
-Luisa, te amo. Te lo explicaré todo. Pero no será hoy.
-¿Se trata de la mujer que retrataste, verdad?
Noté cierta vacilación en su voz, se calló unos instantes y después dijo.
-Sí, se trata de ella.
-¿La amas?
-No. Sólo te amo a ti.
-¿ Es tu esposa, tu amante?
- Ella no es nadie pero no puedo dejarla.
Lo eché tratando que no viera mis lágrimas. Pero sé que las vio.

Odiaba a Canela, pero no podía dejar de hacerle el amor. Ella era inocente, sólo podía darme placer una y otra vez.
Pero Luisa estaba en mi vida y no quería perderla como a las demás. Besé con rabia su boca. Ella se dejaba hacer sin decir nada.
No podía destruirla. Lo había intentado muchas veces pero ella había vencido siempre. Sonreía fría, con actitud lujuriosa, recostaba en mi cama.
Sin fuerzas me levanté de su lado. Debía convencer a Luisa a que me compartiera con ella. Me había invitado a cenar y sería una excelente oportunidad para decirle la verdad.
Le llevé las rosas que le gustaban y una botella de vino.
Estaba hermosa. Su mirada era tan sensual como la de Canela. Me besó con pasión y tomó la iniciativa. Yo la dejé hacer. Me arrepentí por breves instantes de las dos veces que gocé con Canela antes de venir. No logró conmoverme. Detuve todo antes que descubriera mi fracaso. Leí la desilusión en sus ojos y me sentí muy mal.
Quiso saber la verdad pero me faltó el valor para contársela. Lo dejé para después. Quién sabe. Podría aceptar vivir conmigo y con Canela.

¿Valdría la pena oír de nuevo a Augusto? Con voz ansiosa me pidió que fuera a su departamento.
Esa noche acudí a la cita sin siquiera maquillarme. Estaba casi segura que era gay o impotente. ¿ Pero quién era Canela? ¿Por qué no podría dejarla? ¿,Qué misterio escondía esa mujer?
Cuando toqué el timbre de la puerta, no pude dejar de temblar por la excitación y la curiosidad.


Hoy Luisa conocerá a Canela.
La idea me excita y asusta al mismo tiempo.
Llegó con un retraso de veinte minutos en los que morí mil veces.
Estaba mal vestida y de malhumor. Quise besarla pero esquivó el rostro. Dijo que sólo quería oír la verdad y que fuera breve.
-Dime la verdad y lo sabrás todo. ¿Me amas?
Dudó unos instantes y con voz baja respondió que sí.
-Si me amas, querrás hacer el amor conmigo, verdad?
-Sí. Pero tú no puedes.
-Veremos-dije y la besé. Ella respondió al beso, con desgana. A medida que la acariciaba, se fue relajando. Le saqué las ropas y la vi desnuda por primera vez. No era perfecta como Canela, pero tenía buenas piernas y grandes senos, como a mí me gustaban.
Cuando apagué la luz, ella dijo:
-Me gusta con la luz encendida.
-Espera un momento.
Era mi oportunidad. Tardé menos de un minuto en traer a Canela a la cama.
Cuando encendí la luz ellas se enfrentaron.
Luisa la miró sorprendida y airada; quiso gritar pero se lo impedí. Con una mano sobre su boca, le dije al oído:
-Tócame. ¿Decías que era impotente? Mira, así estaré siempre para ti cuando ella esté con nosotros.
Me molestaron algo sus risas, cuando lo supo todo pero eso no impidió que la amase por quinta vez esa noche.
El día que fui padre me convertí en el hombre más feliz de la tierra.
Lo malo es que después de nacer el bebé se volvió fría conmigo. Hasta pensé en otro hombre.
El detective que contraté aseguró que no había nadie. Ni siquiera salía de casa, salvo para ir al Súper.
Espero que cuando crezca el niño todo vuelva a la normalidad.


El bebé se durmió con una sonrisa satisfecha. Lo dejé en el moisés y fui a mi dormitorio.
Sabía que algún día cedería a la tentación. Y ese día me pareció perfecto. Quizás porque afuera llovía y siempre me había excitado la llovizna sobre el tejado. Más de un año con el deseo reprimido de poseer a Canela, para mí sola. Sin que esté Augusto. De acariciarle los senos, la cintura perfecta. Así que le puse su mejor lencería y la acosté en la cama. Unos segundos después que la electricidad recorrió sus partes se volvió caliente, más que yo.
Canela, rulos suaves y sensuales que invitaban a tocarlos y acariciarlos. Labios gruesos y carnosos, que se adherían a la boca y la succionaban con frenesí. Piernas perfectas, senos erguidos y redondos, una obra de arte del mejor látex, la réplica de la más hermosa hembra de goma suave y perfumada.
La toqué y acaricié, con el mismo ardor con que lo hacía Augusto antes de amarme.
Y con el sudor corriendo por la espalda, Canela fue mía por primera vez.
Desde ese día, cuando Augusto iba al trabajo, ni siquiera esperaba que desapareciera su auto en la calle para sacarla del placard. Ella me aguardaba para darme el placer que encendía mi cuerpo. Y nunca más la hice esperar.

Texto agregado el 22-08-2004, y leído por 1795 visitantes. (67 votos)


Lectores Opinan
05-08-2018 Doctora ... He estado ausente Mucho tiempo ... recibe un abrazo de Luz ... 5 Estrellas para Ti ... victormanuelblanco
13-05-2010 se me acaba de ocurrir la idea de que Canela podría simbolizar algo en la vida del protagonista, un complejo tal vez, aunque el hecho de que se trate de una muñeca le agrega gracia y un poco de intriga que se suma a la que despliega tu cuento. saludos, quilapan
28-09-2009 Odiaba a Canela, pero no podía dejar de hacerle el amor. Ella era inocente, sólo podía darme placer una y otra vez. Pero Luisa estaba en mi vida y no quería perderla como a las demás. Besé con rabia su boca. Ella se dejaba hacer sin decir nada. Esto es lo mejor que he leído en un tiempo. Un saludo, tienes muchísimo talento. kimaten
29-12-2008 :) me gusto mucho.... no es mi estilo de lectura pero lo disfrute mucho saludos... la felizito doctora ..... carlosc
30-11-2008 una obra de arte poetadelsurdelmundo
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