Los tres eran amigos entrañables y además trabajaban para las tres empresas farmacéuticas más importantes del país. Esta vez habían coincidido en Tingo María, una ciudad enclavada en la selva central del Perú. Durante toda la semana se habían abocado en una competencia feroz de quien vendía más, al término de la semana, agotados por el esfuerzo pero felices porque habían vendido más que nunca, decidieron hacer una tregua y disfrutar de la mejor comida del lugar y luego de la mejor discoteca. Allí bebieron, bailaron hasta el amanecer. Su vuelo salía a las 7 a.m., así que prácticamente no durmieron y desde la misma discoteca se embarcaron al aeropuerto. Desafortunadamente hubo un contratiempo en el camino, y llegaron tarde. El avión estaba listo para despegar. Para ellos era vital llegar a Lima en ese vuelo, porque tenía que cerrar sus ventas de fin de año. Y el próximo vuelo salía dentro de 7 días. No podían esperar. Así que se dirigieron a las autoridades del aeropuerto para rogar que por favor, les permitieran abordar el avión. El encargado al verlos en un estado calamitoso, decidió negarles la solicitud. Los tres vendedores al principio rogaron, imploraron, luego amenazaron y perdieron los papeles ante la rotunda negativa del administrador del aeropuerto. Hasta que finalmente se tuvo que llamar al personal de seguridad, quienes sin mayor contemplación los sacaron a empellones del aeropuerto. Totalmente furiosos no se les ocurrió otra cosa que seguir bebiendo para apaciguar su rabia. Así que tomaron un taxi y se dirigieron al único sitio abierto en esta hora del día en la ciudad. Un bar restaurante que abría muy temprano. Primero pidieron un buen desayuno y al término solicitaron cerveza a raudales, no les quedaba otra cosa, ahora cavilaban qué excusa podían urdir para justificar la pérdida del vuelo. No habrían pasado ni una hora desde que llegaron, cuando se escucho que la radio local lanzaba un flash informativo: decía que el vuelo 304, precisamente su vuelo, se había estrellado contra el famoso el Carpich, una elevada montaña que dominaba el lugar. Los tres amigos se quedaron mirando entre sí, sin saber si reír o llorar.