TODO SE AGRANDA EN LA MEMORIA
Había comenzado a escribir cuentos un par de años atrás, cuando la nostalgia por su niñez y juventud pueblerina fueron emergiendo en su memoria. Sus antecedentes literarios más cercanos estaban en una composición tema "la vaca", en el segundo o tercer grado de la primaria. Pero de pronto rumiando en los recuerdos comenzaron a surgir relatos que lo retaron al desafío de escribirlos. De una pequeña anécdota su imaginación lo encadenaba con situaciones absurdas que lo único que tenían de realidad eran el escenario y los nombres de los protagonistas. Tal vez porque en Blaquier nunca pasó nada, él sintió el mandato de convertirse en la voz que haría conocer al mundo la existencia de ese pequeño y desconocido pueblo y los nombres de esos seres, sus amigos, que habrían pasado por la vida sin pena ni gloria si él no los rescataba del olvido. Comenzó a concurrir a un taller Literario, a quien también sintió la necesidad de recuperar para la historia, con la idea de sentirse disciplinado y estimulado a seguir escribiendo, saliendo de el permanente tema de sus raíces, pensó que al tener que hacerlo a partir de las consignas podía enriquecer sus relatos. Pero pronto tomó conciencia que todas las consignas tenían un correlato con su pueblo, que todo, en definitiva, había pasado irremediablemente en Blaquier. . Ese miércoles salió del taller con la consigna dando vueltas por su cabeza, " una aventura " . Siempre creaba sus cuentos a partir del final. Imaginó varios pero todos recurrentemente se desarrollaban en el mismo escenario, su pueblo, si, Blaquier. Otra vez Blaquier !... Aprovechando el feriado largo, decidió ese viaje tan prometido y tan postergado. Hacía diez años que que no iba y muchos más que no pasaba por la casa donde había vivido su infancia y donde se desarrollaría el relato.
Su película lo ubicaba en una selva, donde un chico de unos doce años era a veces Tarzán, otras Clyde Beatty, Fantomas, Superman o El Corsario Negro, según el super heroe de la serie que se proyectaba en el cine Carmar, de Carrica Martinez.
La casa fue comprada por sus padres a un italiano adinerado que no se sabe porque motivo había recalado allí, razón por la cual se supieron mil motivos. El hecho es que parece ser que el comendattori aparte de tener tantti quanti lires, era amante de las artes, pintor, fotógrafo, músico, coleccionista, anqui amante de la buonne vida y de las buenas minas; él convirtió ese bosque natural en un jardín del Edén, con glorietas, árboles frutales y laberintos de ligustros. Pero un día por las mismas razones con había llegado, decidió irse y les vendió la propiedad a sus padres a precio de regalo. Una misteriosa atracción tenían unos baúles, como los que usaban los piratas para ocultar sus tesoros, que había dejado abandonados, en los que se guardaban álbunes con estampillas del mundo, negativos de fotografìa en vidrio emulsionado, cámaras cajón y un par de sables, que seguro habían pertenecido a los corsarios que les dieron lo cofres.
En ese habitat pasó su infancia Neco Tapera. En uno de los árboles, de los que pendían lianas de sábanas viejas, construyó su choza, desde allí dominaba un territorio habitado por pájaros y animales que iban desde dinosaurios y feroces felinos, hasta gatos y gallinas salvajes. Armado solamente de un hacha de mano, con la que se enfrentaba a las fieras de la selva y una gomera, que llevaba colgada de su cuello, con la que cazaba los pájaros que alimentaban a los felinos; sabido es que una fiera sin hambre pierde su instinto cazador. Acompañado de su perra Chita y su prima Jeane protagonizó una serie de aventuras que debieran sido llevadas al cine, o por lo menos recreadas en un cuento. Esto fue lo que lo llevó a Neco Tapera a decidir ese viaje; recordar in situ, como una documental, lo que guardaba en su memoria.
Pidió permiso a los nuevos propietarios del lugar y encontró que la realidad no se correspondía exactamente con sus recuerdos. El terreno era grande, pero no ¡ufa !... Lo que fuera el Edén era un pastizal, la mayoría de los árboles habían sido convertidos en leña, pero quedaba en pie, milagrosamente, el en que había construido su casamata, como mudo testigo de lo que había sido su reino. De la fauna, solo víó un gato barcino, descendiente, tal vez, de aquellos tigres que antiguamente lo habitaran. Al confrontar la realidad con sus recuerdos, llegò a la conclusión de que todo había una fantasía. Por eso no se asustó cuando un gorila lo tomó en sus brazos..
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