Las líneas blancas del camino
se pierden debajo de rostros
anónimos que apuran sus pasos,
la tarde es estival,
el sol parece blanco,
con brillo de ausencia,
las miradas caminan
en medio de una marea
de soledad,
y, yo, estoy en ti,
me acompañas, te acaricio,
la mujer que cruza la vereda
arregla su cabellera del mismo modo
que anudas el sencillo lazo
que organiza tu rostro,
percibo tu calor, resido en tu cuerpo,
hay señal para continuar,
me sujeta tu sencillez,
la manera que tienes
de silenciar tu cariño,
el modo confiado en que
decantas tu vida en la mía,
La ciudad se ordena,
me parece más amable,
es que guarda tus señales,
y me rodea la esperanza.
Bordeo el parque que caminamos,
quiero recordar, hablarte,
caminar sobre tus pasos,
devolver la caricia que siento,
te ocultas en los niños que juegan,
en la madre que cuida,
detengo el tiempo,
el agua compone, hace música,
espera la visita de tus ojos en los míos.
Recojo una flor,
la bautizo con tu aliento,
abrazo tu silencio,
una niña viene para entregar
retazos de sus estambres,
le sonrío, son tus ojos,
mirando desde tu infancia,
eres tú dilatando tus manos
por lugares vacíos,
me siento para anotar palabras,
escribo que contigo
puedo trasegar el mar,
y sembrar de madreselvas su lecho,
todo eso por tus dedos,
estrechando mi amor en el tuyo.
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