me hice el juramento de no volver a querer a nadie... ella y los demás se fueron apenas se enteraron que quién era... miré a los lejos como se alejaban para siempre de mi vida... hasta que desaparecieron como el viento en el cielo... me senté sobre las gradas de la casa... miré mis manos ensangrentadas y temblorosas... miré el cuerpo de mi caballo, tumbado sobre la hierba y el arenal... el cielo se llenaba de sombras tras el brillo abrazante del sol... eran rapiñas que esperaban alimento... ¿porqué lo hiciste?, me pregunté... no es fácil cuando empiezas a escuchar una voz que te manda a matar... primero a tus hijos, tu mujer, tu perro, tus caballos... y luego, con el hacha en la mano y todo de rojo por la sangre, gritas a todos los vecinos del valle que eres el mismo dios... y que vengan los demás para cercenarles las podridas cabezas que les cubre... y se fueron, dejándome miles de cruces clavadas a mi alrededor... y cada una de ella prendida por un fuego que no se apagaba jamás... ¿porqué nos mataste?, escuché la voz dentro de mí, o bastante cerca... cerré los ojos y me dije que estaba aburrido hasta que empecé a ver los milagros mas hermosos, como el agua corriendo por el caño, el cielo que alumbraba todas las nubes pasar ante mí... estaba en el edén... pero la voz que escuchaba empezó a cambiar y me dijo que limpiara toda la mugre del mundo... ¿cómo?, le dije... les miras y vas a querer arrancarles sus alientos... y eso hice, uno por uno hasta que no quedó nada ni nadie... luego llegaron los vecinos y trataron de matarme, pero no pudieron... yo era dios, inmortal... me corté el pecho... me saqué el corazón... se los tiré en las caras, y aún seguía viviendo... ¡lárguense!... así fue como se fueron... quedé yo con todos mis seres queridos, totalmente purificados y listos para unirnos con el dios de mi dios...