El alma es un combustible.
Cuando un avión se estrella, las llamas que quedan son una especie de alma que termina de consumirse. Pero volviendo al tema de los seres vivos, el alma es propia de cada ser, y lamentablemente cuando morimos allí finaliza el recorrido de cuerpo y alma. Las reencarnaciones son propias de los espíritus que si siguen perdurando.
La existencia en general es simple, nunca algo complicado. Pasa que cuando una persona es maldita, pasándose la vida entera haciendo desmanes, inclusive quitando vida ajena, con la suerte personal de pasar inadvertido para el conjunto, los hombres necesitamos que exista un parámetro de donde poder frenar lo inapropiado, la maldad, todo aquello que está demás pero que lamentablemente existe, entonces claro, como va a quedar impune semejante atropello equis, o muchas veces, en plural, inmoralidades tras inmoralidades. Debe existir un fantasma que ejerza influencia en la moral para que la gente tema por sus acciones pues luego ha de ir al infierno o por el contrario al cielo si es que se ha portado como corresponde según una escala de valores donde todas las culturas si coinciden que así debe ser. Pero aquello de que el malo vuelve reencarnado en una lombriz y el bueno en una princesa no es factible.
Nadie vuelve ni nadie va a ningún lado luego de cumplir con el destino, que tampoco es algo fijado sino más bien azaroso, lo que si es seguro que si hay tanta cantidad de automóviles habrá un porcentaje de accidentes, esto si es seguro que a de suceder casi como un destino establecido.
Aquellas personas malditas pagarán al contado por su accionar con una vida de porquería, con el perdón de los porcinos, y aunque esos malditos no lo sientan así, así sucede, ese es el castigo: su sensibilidad, la inteligencia, las oportunidades, serán inferiores, en calidad sobretodo y por ende han de influenciar en su núcleo con esa baratija.
Lo lindo de la vida es justamente que nadie puede saber como serán las cosas y vivir en constante equilibrio. |