Descubrir el amor, toma tiempo,
necesitas conocer el mar
desde sus olas y rompientes,
hasta encrespadas tormentas
de costas alejadas,
sirve observar los cormoranes
desplazarse en bandadas uniformes
como saetas que se organizan
para beber el viento,
sentir sus aleteos,
tomar el pulso de sus destinos,
conviene también recorrer llanuras,
dunas, floresta y separar espinas,
mucilagos y distinguir alteas coloridas,
exponer tu cuerpo al mediodía,
segarlo a la luz nocturna,
escribir un poema, dos,
que muestre tus dolores,
sonreír de los agravios,
olvidar la respiración,
así, sin que lo notes,
cuando tu mirada apunte al sur,
de pronto llegará el amor,
uno que no lastime,
que se entregue,
que pelee su cariño con claveles
y filo embravecido,
lo acariciarás cuando tu mirada
se torne grana y tu pecho cante.

Sentirás pasos delicados,
cautos, de sencilla lejanía,
se esconderá cuando lo requieras,
pero, aguarda, volverá por ti,
hará trazos y ceñirá breve
el espacio que respires,
te hablará y tu escucharás,
caminarás y se irá contigo,
contigo, siempre contigo.

Cuando se acerque, el temblor
de tus manos te revelará confianza,
y el calor de tu cuerpo,
alcanzará para los dos,
no preguntes del pasado,
no indagues en miradas ausentes,
porque la vida nacerá
en su primer beso.

Reconozco la dicha en rostros
que conocen el amor,
tienen un velo de íntima bondad
cuando cruzan multitudes,
sonríen a la lluvia, agradecen al tiempo,
intiman con su dicha
y de sus labios se desprenden
azules mariposas.