VIOLENCIA DE GÉNERO.
El oficial miró de manera sospechosa al hombre parado frente a su escritorio. En una mano sostenía una pluma, la otra la tenía colocada sobre un cuaderno viejo por el uso constante que se le había dado, donde diariamente escribía las múltiples querellas que se presentaban al destacamento policial.
-Dígame ¿Qué lo trae por aquí? –Le pregunta con voz atiplada.
El querellante lo mira fijamente, se frota las manos impaciente, luego levantando la voz le dice al oficial.
-Mi mujer me pega oficial –Confiesa resuelto, denunciando los atropellos de su querida esposa.
El agente policial lo observa con curiosidad. Trata de asimilar las palabras dichas por el querellante sin poderlas digerir. El demandante era un hombre joven y fornido, de una complexión física envidiable, en un país donde el machismo desborda todos los límites al tratar el hombre de imponerse marginando a la mujer. El oficial dubitativo, moviendo inquieto la pluma entre su mano, antes de escribir en el cuaderno lo que le había declarado el querellante, de manera insinúante le dice.
-¡Pero! ¿Cómo es posible que venga a poner una querella porque su mujer le das golpes? ¡Eso no puede estar ocurriendo en mi país! –Dijo alzando la voz, tirando muy enfadado la pluma sobre el escritorio.
En ese instante entró la comandante en jefe policial. El oficial se levanta atropelladamente con rapidez del asiento y le hace el saludo correspondiente a la oficial que acababa de hacer su entrada a su despacho.
-¡Atención! – Dijo parándose firme chocando los talones de sus botas.
La coronela después de devolver el saludo, se acerca rauda donde están el oficial y el querellante. Mira al oficial, luego mira al hombre de soslayo, diciéndole.
-¿Qué estás haciendo aquí? – Dice intrigada, dirigiéndose de manera autoritaria al querellante.
El hombre mira al oficial, baja la cabeza, luego mira a la mujer y dice tartamudeando.
-Eh, yo… Bueno… Yo…Yo est…
El oficial al ver la ineptitud del hombre para comunicarse, dice.
-¡Mi comandanta! ¡Él está depositando una querella en contra de su mujer porque ella lo maltrata! ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¡Usted vas a creer esto! ¡Esto se jodió, comandanta! – Hizo silencio, el que fue aprovechado por la mujer para decirle al hombre.
-¡Quiero que me espere en la casa! ¡Sinvergüenza! ¡Esto lo arreglaremos cuando llegue!
El hombre sin mirar ni siquiera al oficial, salió ¡Mansito! Y avergonzado fuera del destacamento policial.
JOSE NICANOR DE LA ROSA.
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