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Inicio / Cuenteros Locales / lobinemona / El Científico loco, el miembro del troll y el mapache de Marisol. Historias para no soñar (del libro I de Lobinemona)

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En una cueva profunda y fría, vivía un troll de aspecto huraño llamado Zoobraj. Decían de él que comía humanos en noches de luna roja; que desvestía a sus victimas y jugaba con sus ensangrentadas ropas, girándolas sobre su cabeza, en honor al ígneo satélite; que hundía su tremendo hocico en el cuello de las mujeres y que poseyó brutalmente a más de una...

Esos rumores llegaban hasta Zoobraj, por supuesto, y se reía –divertido-, en la íntima y acogedora cueva donde vivía con Laz, el mapache gris. Incluso a éste le hacían gracia todos estos chismes, y eso que era de una especie tenía fama de no sonreír jamás... Pero los detalles sucios eran los que hacían que al gran troll de nariz pelada, se le erizara el esqueleto. Jamás había pensado en poseer una hembra humana, aunque quizás había llegado la hora.


Por supuesto que todo lo demás era cierto, pero con lo de la luna roja y lo de las ropas se había divertido de lo lindo... Normalmente era menos poético: se agazapaba tras unos matorrales hasta que hacía aparición una caravana o bien un grupo de aventureros, y entonces atacaba brutalmente, arrancaba a los jinetes de sus monturas, o bien cogía a los caballos por el cuello y se lo rompía de un movimiento seco y rápido... sus presas no tenían mucho que hacer, salvo huir... y él era un troll muy rápido, de tres metros de altura, y más de 400 Kg. de puro músculo... no, evidentemente no tenían mucho que hacer. Y eso sin contar con el pánico que inspiraba, porque se suponía que él no podía existir, que era un ser de leyenda y que sólo reflejaba aspectos mórbidos de los humanos que lo describían en cuentos y novelas... amén de las leyendas...

...”Es una Leyenda” repetía Marisol, cada vez que su abuela la amenazaba diciendo: “No salgas por las noches, que cualquier día de estos te saldrá el Troll y te comerá”.

La abuela de Marisol hace muchos años había renegado al paso de los años y para ella, Marisol, continuaba siendo una chiquilla preciosa de cabello rojo con los dientes enfrenados y las rodillas raspadas. Pero Marisol era una diosa de cobre, con los senos más turgentes de toda la ciudad y que movía sus caderas con la pericia de una víbora. Era bailarina en uno de los tantos cabaret -exclusivamente masculinos-, que daban vida a las noches del aburrido pueblo de Santa María de las Buenas Intenciones.
No muchos años atrás, había sido un pueblo en donde el medioevo se había quedado congelado; hombres, mujeres y niños vivían bajo la estricta supervisión del ojo mágico de la torre, que se encontraba en el único castillo realmente medieval de toda la región. Su dueño era un ermitaño científico al que le gustaba experimentar con seres vivos; tomaba el ADN de un conejo y lo mezclaba con uno de araña y ante sus ojos nacía un “arañejo”. Se sabía que también había hecho un par de clonaciones y bueno, si uno miraba a través de la verja advertía un par de graciosos monos, idénticos pero tarados que no hacían “monerías”, se la pasaban agarrándose el pene y tratando de ponérselo como corbata. En fin, muchas historias se contaban acerca del científico, pero vaya a saber uno si eran ciertas...

Fue en una de esas noches en que Marisol salía con Raúl, uno de sus ligues del cabaret, cuando sucedió todo...

Iban jugueteando por las afueras del pueblo, alejándose cada vez más hacia las oscuridades del bosque, acercándose al castillo, en las penumbras verdes de los olores a pino y tierra húmeda. Primero oyeron una ominosa respiración... luego un bramido, seguido de un colérico grito y después, al alzar la cabeza, Marisol buscó la mirada de su acompañante, para encontrarse con la nada. Había desaparecido. “El muy cobarde había salido huyendo”, pensó enfadada...

Terriblemente deprimida, y culpándose por su pésimo gusto a la hora de escoger sus amantes, se dispuso a volver a casa. Se arañó en varias ocasiones, pues el abrupto camino que había escogido en el anterior tramo no lo conocía... de hecho, ahora que lo pensaba, jamás antes había pasado por aquí. En el cielo, unas estrellas se divisaban, temblorosas, por entre los hilillos de nube que las sacudían...
Pocas veces en toda su vida se había sentido tan sola...

Pisó algo húmedo y se paró en seco, había estado a punto de resbalar. En el suelo, pisoteados, había unos frutos muy extraños, como unas bolas con tirillas carmesíes... sólo que cuando los cogió unas pupilas azules le miraron con dureza... y la noche le cayó...

Jamás ojos semejantes se habían posado sobre los suyos, trató de retroceder ante lo desconocido, pero sus pies se resbalaban como si estuviese parada sobre mantequilla. Trastabilló, pero algo gélido la sostuvo, más bien la alzó en vilo como si fuera una muñeca de trapo, ingrávida e inerte.

Marisol trataba de cerrar los ojos, luchaba con sus párpados para lograrlo, pero aquellas pupilas azules, brillando salvajes en la oscuridad la embelesaban. El tiempo dejó de ser preciso hasta que Marisol salió del trance, unas cosquillas que sentía en las plantas de los pies la habían hecho reír casi con histeria e incorporándose vio a un graciosísimo mapache que le lamía los restos de las dulzonas bayas que quedaron adheridas a sus pies. De las pupilas azules ni rastro. Miró a su alrededor y empezó a darse cuenta de que estaba en una caverna, cubierta con pieles de conejo, sentada sobre un lecho de hierbas aromáticas y, a su alcance, tenía un cuenco con agua fresca y otro con bayas y nueces. Un rayo de Sol se filtraba por una disimulada grieta, lo que daba a la caverna un matiz entre crepúsculo y amaranto, como el de una escenografía teatral.

Mientras tanto, en Santa María de las Buenas Intenciones, el pueblo de Marisol, las calles estaban tomadas por multitud de vecinos que organizaban la expedición de búsqueda... A la cabeza se hallaba el alcalde Jonás, con su bastón de encino y su boina verde. Parecía una aceituna con rabillo. La multitud esperaba, inquieta, a que su alcalde diese la señal de salida, pero éste esperaba algo, y así, inquietos, aguardaron durante lo que parecieron horas. Niños jugaban entre los adultos y niñas trenzaban el pelo a sus muñequitas de porcelana, blancas y frágiles... En un rincón del pueblo, una verja chirrió y el alcalde alzó la mirada...

Y mientras Jonás esperaba a su rastreador, que no aparecía por ninguna parte, un silbido hueco cruzó a todos los presentes, como un crepitar de hoguera, sólo que más poderoso y rápido...

... Ante todos apareció una especie de lagarto gigante, sólo que las patas eran de artrópodo, más específicamente de cangrejo... De su boca de reptil sobresalía una lengua bífida enorme, que lamía la calle empedrada y salpicaba de espumarajos a todos los que se encontraban en las cercanías... Y encima de tan singular criatura se hallaba el ser humano más raro que jamás hubiesen visto: en vez de manos poseía garras de buho, y las orejas eran de murciélago, la nariz de podenco, lengua viperina, ojos de gato viejo... Pero todos supieron de quién se trataba, todos reconocieron la leyenda caminando entre los habitantes del pueblo. El científico de la torre del Castillo, bajó de su montura con increíble agilidad y se acercó al alcalde. Cuando estuvo a menos de dos metros, éste se echó involuntariamente hacia atrás, buscando con la mirada a los alguaciles. Pero éstos, muertos de miedo a causa tanto de la bestia gigante como del científico loco, habían huido despavoridos, así como más de la mitad de la expedición... Y es que la escena era impresionante: En el centro del pueblo, un ave, como un halcón, pero con cabeza de cerdo blanco, llegó al hombro del científico y le habló en un extraño lenguaje, rociándole las orejas ecolocalizadoras con el hocico porcino. Cuando terminó, tan rara ave salió volando a la vez que una “caca “descendía de su plumífero cuerpo y su voz sonaba en la distancia, “oinnnsss” dijo...

El alcalde y unos pocos pueblerinos no daban crédito a sus ojos y sus mandíbulas quedaron trabadas, estaban frente a un ser de leyenda, y su bestia. Y el científico del castillo habló:

“Sabed que soy Fluqué, dueño del castillo, del pueblo y todos sus alrededores. Necesito hallar a la bestia, un Troll, llamado Zoobraj, necesito cuarenta hombres fuertes para acompañarme en dicha empresa. Escoged entre vosotros o escogeré yo. Tenéis una hora.” –dijo con acritud, con tremendo desprecio hacia los que –según él- eran sus súbditos, sus vasallos...

En esto pensaba el señor alcalde, mientras recordaba cómo había tenido que obligar a la mayoría de los expedicionarios a la hora de rescatar a Marisol... A ver quién era el listo que sacaba voluntarios para ir a buscar un troll a las órdenes del científico loco de la torre...”Todo le tenía que ocurrir a él” pensó el alcalde en tono lastimero..."

Juntó a unos pocos hombres, a los que el miedo había paralizado y entre todos, con él incluido no hacían más que doce. “¿Que hacer, que carajo hago? Pensaba el edil consciente que a él mismo no le gustaba para nada la empresa y después de dar varias vueltas a sus cavilaciones, decidió que lo mejor era negociar. Se envalentonó y parándose frente al científico dijo: “No es mi intención molestaros, pero es menester que hagamos un pacto”, el científico levantó las cejas con aire ofendido, “No, no, no os molesteis, lo que pasa es que como advertis, los hombres que me han quedado tienen más valentía que un ratón frente a un gato hambriento”


¡¡¡Que manga de hombres!!!
“Para todos aquellos que me acompañen habrá una recompensa y esta será una cirugía, sin costo alguno, para mejorar, aumentar, reducir, implantar lo que ellos quieran, pero tan solo una, ese es mi compromiso”... sopló un cuerno que llevaba al cinto, apareciendo un gato con alas de murciélago y patas de rana que escupía fuego, le jaló la cola y con el fuego escribió, en el tronco de un árbol caído, el pacto que había suscrito con el edil.

El Edil, sobándose las manos, partió contento a comunicarle a su gente, era un gran acuerdo, el mejor de su mandato.

Marisol, había perdido el temor, se había pasado el día jugando con el atrevido mapache, bueno ella era una moza lozana y con una pasión desbordante de los lametones en los pies habían pasado a las ligas mayores. Se reía complacida sin advertir que en el fondo oscuro de la caverna las azules pupilas la observaban cómo la observaban. Por muy Troll que fuera había situaciones que no había experimentado y ante el candente espectáculo que observaba algo como tentáculo, pero con firmeza le crecía en la frente y un calor acompañado de un endiablado palpitar le destrozaba la espalda, sus ojos sudaban y su nariz jadeaba ... no podía más, la deseaba. Saliendo de la oscuridad se acercó con determinación a la muchacha, quién paralizada por aquellas pupilas azules y por la portentosa herramienta que llevaba en la frente, bueno tal vez no vale la pena entrar en detalle por respeto a los protagonista, pero entre la chica, el mapache y el troll hicieron del Kamasutra un libro para niños ... ¡Que fenomenal trío el que se armó!


"Mientras tanto, ya los hombres participantes de lo que se dio en conocer como la “Liga de los Hombres Super Ordinarios” se hallaba dispuesta para salir en busca del terrible troll... mientras salían del pueblo, la conversación se basaba, por supuesto, en qué parte de su fisonomía iban a cambiar. Por ejemplo, para Nicolás, el barbero, era evidente que se iba a implantar seis brazos de chimpancé, pues decía que si eran tan finos esos animales para despiojarse, qué no harían con el peine y las tijeras de peluquería:¡Los clientes que podría atender! Para Sebas, sin embargo, lo primordial era una dentadura que supliera a la actual, toda carcomida por el sarro y las caries, por lo tanto le pediría al científico que le diera una dentadura de piraña, que decían que era la mejor de las especies....y así cada cual fantaseaba con sus transformaciones, mientras se desplazaban internándose en el bosque oscuro, contando siempre con la compañía del ser-bestia de la lengua escupeespuma y del científico de ojos gatúbelos.


El científico, por su parte, no paraba de percibir “miraditas” a sus espaldas y de notorias cualidades...Por ejemplo, “pilló in fraganti” a uno mientras con un dedo en el labio y mirada calculadora, examinaba sus orejas, su lengua...y escuchó a un par por detrás alabar sus garras, de cómo les sentarían a ellos...y así pronto su disgusto fue en aumento, sintiéndose cada vez más como una cobaya del desierto en medio de un enjambre de hambrientos buitres o como náufrago en medio de un mar infestado de tiburones..

Cuando llegaron a la loma “del silencio” no pudieron por más que sentirse algo extrañados. Unos “ahhh” y “huiiiii”, acompañados de muchos “ ohhhhhhh” “siiiii, siiiiiiiiii” “asíiiii, por ahí por ahiiiiiii, por allaaaaaaaa” sonaron entre las cavidades del bosque.

Los hombres se pusieron nerviosos ante tal despliegue de ¿horrendos? sonidos que parecían provenir de las mismísimas entrañas de la tierra, pero la curiosidad y la avaricia eran grandes, y ninguno se echó atrás.
El científico, sin embargo, no parecía asustado, aunque parecía asombrado, incluso divertido...Señaló unos matorrales y su reptil gigante lanzó una llamarada hacia ellos...después de que una fogata iluminara los rostros y una tremenda humareda se levantase al firmamento, la entrada a una cueva se hizo visible...


“Parece que nuestro amigo Zoobraj ha encontrado una compañera de juegos...mejor para mí. Pronto seré medio troll, y eso me dará su fuerza y vitalidad” dijo el temible científico en voz alta, para conmoción de todos. El edil del pueblo se quedó helado al escucharlo. Por supuesto, a ninguno de los presentes se le escapó la conclusión de que el troll –circunstancialmente- había sido un hombre y ahora era una bestia inmortal..."

El acrobático trío al verse sorprendido no atinó a otra cosa más que a cubrirse con las pieles de conejo, lo que a Marisol le daba un aspecto salvaje que la hacía versa aún más excitante, el mapache entre tanta piel se perdía y Zoobraj más que Troll ahora parecía un conejo super desarrollado con cuerno de unicornio.
Los hombres, con alcalde y todo, no pudieron reprimir el asombro que solo fue disipado por un generalizado ataque de risa... la cosa se ponía color de hormiga en funeral, Zoobraj se sintió humillado y vulnerable, él era un Troll al que todos le temían y no podía permitir tamaña falta de respeto, el cuerno ya había vuelto a su estado primario y ahora un par de antenas vibratorias se asomaban desde la nuca, hacían un ruido espantoso, como el crujir de una cama de burdel barato. Lanzó un áspero gruñido y se abalanzó con furia sobre la turba, pero el científico, su creador ya lo conocía y sabía de todas y cada una de sus debilidades... tomo su cuerno mágico y sopló con fuerza, en el acto apareció un ruiseñor grande como una vaca, con un cencerro atado al cuello y delgadas patitas de resorte... comenzó a trinar un canto gregoriano acompañado del cencerro, transformando, al Troll en un dulce y durmiente corderito.


Los del pueblo aplaudían a rabiar, hubo vítores y palmas, se tomaban de los brazos y daban vueltas de puro contentos, todo era felicidad a excepción del mapache y Marisol, aún ocultos por las pieles no dejaban de hipar, el primero había perdido al amigo de toda su vida, a su protector y la segunda jamás tuvo un amante tan ardiente como aquella bestia de pupilas azules y herramienta portentosa. Ambos desconcertados miraban la escena con los ojos inundado.


Tan contentos estaban y tan entretenidos que no vieron a la muchacha dirigirse rápidamente hacia el lugar que ocupaba el científico, y tampoco vieron cómo ésta le hundía una daga afilada en el vientre, del que empezó a salir un líquido viscoso y nauseabundo...Sin embargo sí oyeron el aullar del personaje, y el bufido colérico que salió por sus belfas hocicudas. Entonces, un temblor sacudió a todos cuando, nadie sabe porqué, el cordero en el que se había convertido Zoobraj, volvió a ser el terrible troll de tres metros y 400 kg y les miró con rabia infinita. Huyeron despavoridos, cada cual como pudo.
Marisol, dejó su arma en el vientre del infecto individuo, para coger una sartén y aporrear al alcalde, al que había acorralado en un rincón. Por su parte, Laz, el mapache gris, mordisqueaba todo lo que se ponía a su alcance, incluyendo órganos sensibles y aparatos delicados de todas formas e índoles. Y en cuanto a Zoobraj...una vez, que de un puñetazo, se deshizo de la cabeza fisgona del reptil que había hurgado en la cueva, se dedicó a machacar pechos, crujir huesos y desmembrar a alguno que otro...

”Que no se diga...” pensaba él, por completo convencido que lo propio de todo troll, que se preciase, eran los desmembramientos selectivos, no uno cualquiera, sino los bien hechos, “¡con arte!”. Y así, lo mismo se veían orejas volando, que cabezas chocando cual pelotas de fútbol, brazos arrancados de cuajo con los que el troll usaba como mondadientes... Ni que decir tiene que esto puso un pelín histérico a más de uno...

Ya no solo corrían sino que también se desmayaban, otros se sentaban a esperar para que Zoobraj los despachara de una vez por todas. Era un caos, un pandemonio, nada que se le asemejaba desde los tiempos de las grandes guerras púnicas. La sangre ya había teñido el bosque entero y del alcalde, qué decir, ya cabeza no le quedaba como a Laz ya casi no le quedaban dientes. No pasó mucho tiempo hasta que el último mortal fuera “despachado”, el trío estaba jadeante y sudado, casi exangües. Marisol aún con la sartén en la mano, la misma sartén que ahora estaba usando como abanico. Laz trataba de pegarse los dientes caídos y Zoobraj eructaba estruendosamente.

La noche caía y una gran Luna roja se dejaba ver entre los árboles... Había llegado la hora que Zoobraj tanto esperaba, la hora que poseería frente a la Luna a una hembra humana... O sea, ya la había poseído y por más de una vez; el detalle de importancia era que el satélite lunar estaba teñido de rojo, lo que le daba un aire mítico y medio premonitorio ...

¿Que sucedió?

La Luna alteró los ánimos de los protagonistas, Marisol decidió que era bastante más apasionado el mapache que el Troll y dándole las buenas noches se despidió de la bestia, que la miraba con sus pupilas azules llenas de impotentes lágrimas y... bueno, dicen que los Trolles son intolerantes, que no soportan la frustración: a él nadie le pellizcaría la uva; menos un mapache impotente que se valía solo de sus garras y su lengua para satisfacer a la que él quería como su hembra. Se abalanzó sobre ellos, diciendo que si no era de él no lo sería de nadie más y de un zarpazo les cercenó la cabeza, las mismas que hoy usa como farolas para iluminar su oscura caverna.


Moraleja: Si tu abuelita dice que no salgas por las noches, porque el Troll te comerá, hazle caso, tal vez no sea una leyenda y alguien de pupilas azules pueda estar acechándote escondido tras una roja Luna...


Texto agregado el 21-08-2004, y leído por 1289 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
13-11-2004 En este cuento se mezcla la ciencia (ficción) con leyendas de otros tiempos. Hay gotas de un humor fino que caen en según que momento del cuento y en su justa medida. La redacción es perfecta, la imaginación a raudales. Mis felicitaciones para ambos. Un saludo de SOL-O-LUNA
24-08-2004 esta si es imaginación, buenissimo,es tan bueno que queda la duda si fué un juego o algo serio, jajajaja todas las estrellas para uds. fredonedi
24-08-2004 ¡ Esto es un monumento a la imaginación y a las mentes más cachondas que ha parido madre, me he descojonado de lo lindo y la boca se me quedó a bierta de par en par, una obra de arte... barrasus
23-08-2004 Vuelvo a quedarme mudo. No hay mucho que agregar, luego de leer esta maravilla, producto de dos mentes cuenteriles privilegiadas. Hago una reverencia, y me uno a India en su oración. Cinco amenes, entonces. rodrigo
23-08-2004 que los dioses les conserven semejante imaginación por los siglos de los siglos Amén***** besos a ambos india
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