Aparece y desaparece a su antojo.

Y cuando aparece, su fuelle desintegra mi energía en mil pedazos, creando mundos paralelos, sin sol, sin agua, sin vida…

E ilumino y fluyo en beso ante el cincel de Rodin.


Y cuando aparece quema. Quema, aunque mis sueños recojan la estela de un pasado y fundan en mi memoria cada detalle. Aunque continúe corriendo y el tiempo lo embista a olvidos. Quema.


Resiste y se rebela culpable ante las puertas del infierno.
Y ahí se desmaya el poeta…


Aparece y desaparece a su antojo.


Y al desaparecer no duele,
No duele sino arde, a 451 grados Lancelot y Ginebra en mis manos, quema.
Quema la rabia por mi sangre hacia mis dedos desvaneciéndome en mí misma, pero ya no duele...


Ahora ya solo esculpe tu busto encorvado, sedente y oscuro…



Bonito canto para cerrar otra etapa.