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A mis amigos del Cole...
ellos me empujaron a escribirla


La historia que están a punto de leer es totalmente verídica, los nombres de las personas han sido ocultados con el solo propósito de protegerme de sus posibles represalias.

Viernes 20:30 hs
- ... Y entonces la Empresa entiende que sus servicios ya no son más necesarios...
Conozco "la Empresa" desde su creación hace más de veinte años. He trabajado como gerente en ella la mitad de mi vida laboral. El concepto de que "la-Empresa-entiende" como si fuera una tabla Ouija o el puto oráculo de Delfos, es obviamente más falso que billete de tres pesos. (casi digo dos pero después me acorde que nosotros los Argentinos ya los inventamos).
Trato de asimilar el golpe mudo, mientras escucho, una ristra de elogios hacia mi persona más dignos de una estatua en el patio de la empresa, que de un despido.
Por un instante no se qué hacer, si llorar de culpa por el enorme daño afectivo que les estoy causando con mi desaprensiva partida, o abrazar y consolar a mi superior por el desgarro que egoístamente le estoy generando.
Media hora después manejo mi auto rumbo a casa. Tengo sesenta y un años, esposa e hijos (uno de ellos aun vive con nosotros) y me faltan todavía cuatro años para jubilarme... mal momento para quedar desempleado.
El fin de semana pasa relativamente tranquilo, salvo por las visitas de familiares y amigos que afectuosamente pasan a visitarme... la escena hubiera estado más completa si los hubiera recibido acostado en un cajón con unas velas y un crucifijo arriba.

Domingo 21:30 hs
- Me voy a dormir - Digo a mi esposa
Ella todavía lagrimeando sube a verme y me dice.
- Estas pálido
- Estoy un poco cansado - Miento
- ¿Qué te pasa?
Francamente es una pregunta casi pelotuda pero, ya tengo demasiados frentes abiertos como para iniciar una nueva guerra y contesto.
- Me duele un poco el pecho...
Quince minutos después desembarcaban en casa un equipo de paramédicos que me recordó al "Team six" de los "Navy Seals" que mataron a Osama Bin Laden.
Uno me tomaba la fiebre mientras otro me colocaba los electrodos del electrocardiógrafo y otro me tomaba la presión. Empecé a temer que en cualquier momento saltaran arriba de mi cama.

Como cualquier persona con una razonable obra social, media hora después partía en ambulancia a "Cierta Clínica de Gran Renombre" (en adelante CCGR) y ya en la guardia empezaron los vejámenes.
Me dejaron en bolas, ni siquiera pude conservar mi reloj pulsera, me calzaron una bata que pudorosamente me cubría las rodillas no obstante dejaba todo mi culo al aire. (Obviamente los degenerados diseñadores de batas de hospital deben haber estado pensando en que la usaría Pamela Anderson o Jennifer Lopez y no un viejo boludo como yo). Francamente hubiera estado más cómodo con un delantal de cocinerita y un moño rosa detrás. Luego me subieron a una camilla y me mandaron al séptimo infierno del Dante (si, el de los violentos). En la puerta de la UTI (Unidad de Terapia Intensiva) solo faltaba el cartel "Abandonad toda esperanza tu que entráis".

La UTI del CCGR bien podría haber estado ambientada en alguna mazmorra de Mordor. Era un cuadrado oscuro de cemento sin decoraciones de unos veinte metros de lado, iluminado solo por una escasa luz artificial fluorescente. En el centro en un cuadrado tipo pecera de cinco metros de lado estaban los orcos disfrazados de enfermeras. Normalmente cerraban sus cortinas para que los prisioneros (nosotros, los pacientes con conciencia) no pudiéramos saber que hacían adentro de su guarida. Allí llegue el domingo por la noche. Me ubicaron a la derecha de un señor lleno de tubos y cables dignos de la película The Matrix. Las camas estaban separadas por un par de metros entre si y las supuestas cortinas que brindarían alguna privacidad a los condenados estaban siempre corridas. Observé a mi vecino de la izquierda que me daba la espalda desnuda, con temor a que estuviera muerto pero lamentablemente pronto me demostró lo contrario, dándome la bienvenida con un sonoro pedo agrio/sulfúrico que rápidamente inundó el ambiente. No sabía si se habían oscurecido las luces por la nube maloliente o yo estaba por perder el conocimiento. Allí entonces traté de conciliar el sueño.

La noche del domingo al lunes pasó bastante movida, no pegué un ojo. Entre los raids de los orcos que parecían que estaban observándonos esperando a que nos durmiéramos para venir a despertarnos con controles invasivos de todo tipo, una señora que se pasó la noche entera llamando a los gritos a su madre y un señor que hubo que reanimarlo con electroshock, todo esto sazonado con los problemas gástricos de mi vecino, llegué a pensar que la ley de muerte digna no era tan terrible como la pintaban.

Lunes (horario matutino desconocido)
El desayuno en la cama no fue exactamente el de un hotel de cinco estrellas. Luego de unas galletas de salvado y un té, me comenzaron a sacar sangre, muestras de orina y me sometieron a todos los estudios imaginables. Conectado a mi bolsa de suero y casi inmovilizado en mi cama empecé a comprender como funcionaba la mazmorra (y mis posibilidades de huir) repasé mentalmente todos los capítulos de "Prision Break" sin resultados prometedores.
Entre las torturas psicológicas a las que nos sometían, tales como despertarnos a cada rato, sacarnos sangre dos veces por día (creo que Drácula con todas sus amantes estaban instalados en la pecera), humillaciones de neto corte escatológico como hacernos cagar y mear en incómodos y pequeños recipientes, observar todos nuestros orificios, etc., etc., etc. la peor y más refinada era la de quitarnos el tiempo. ¡Sí!, en toda la UTI no había un puto reloj de pared, sumado a ello que las ventanas estaban totalmente oscurecidas para contribuir a la desorientación, nadie sabía qué hora, de que día, de que mes y año estábamos "viviendo".
Mi diagnóstico era "oclusión de 80% en la arteria cardíaca circunfleja" esto me lo dijo mi mujer al oído en una de sus excepcionales visitas al infierno ya que por lo visto, nosotros lo pacientes somos unos pelotudos que no merecemos que nos expliquen nada. (No notaron que las eficientes enfermeras y doctores habitualmente no solo no hablan con el boludo de turno sino que tampoco le contestan y normalmente ni si quiera lo miran a los ojos?... yo creo que debe ser por temor al contagio... quizás algún tipo de virus que se trasmite por medio de la palabra o la vista...)

Lunes, medio día (hora estimada)
- Vamos a hacerle un estudio, firme esto.
Claro, no tenía ni mis lentes por lo que le pedí que me explicara. Fastidiado me dijo:
- Una inspección laparoscópica del corazón.
Si pretendió tranquilizarme le hice notar que no. Más molesto aún aclaró:
Le introducimos una sonda por la ingle que llega hasta el corazón, allí le inyectamos un liquido de contraste y observamos la obstrucción para determinar el diámetro y largo del "stent" que necesita.
- Ah...¿Y porque necesitan mi permiso? - Mi pregunta no era retórica, hasta ese momento me habían hecho de todo menos violarme sin mi consentimiento y era lógico que me preocupara si esta vez me pedían permiso para algo.
- Por si ocurre algo durante la intervención, es de rutina...
Lamenté no tener mi tablet para consultar en Wikipedia que porcentaje de "ocurre algo" tenían estas intervenciones, finalmente me resigne y firmé.
Una hora después volvía al calabozo (UTI) ya con el humor un poco cabreado ,con una sonda ciega colgando en mi ingle y otra en el dorso de mi mano izquierda.
- Quiero saber el resultado del estudio - Dije a una enfermera.
Me miró como si me hubiera expresado en checoeslovaco y me ignoró, allí reventé por primera vez.
Quiero aclarar antes que nada, que soy un pacifista de alma, creo en la conversación como medio de llegar a acuerdos y mis amigos dicen que soy más bueno que Lassie vegetariana, pero esa vez me superaron.
Me levanté por mis propios medios de la cama y miré a la sonda de mi mano (única cadena que me ataba a ese lugar. Una bandada de orcos (dos enfermeras y un doctor) salieron a detenerme.
- Que hace! - Me dijo el doctor
- Me voy a la mierda
- No puede!.. ¿adónde quiere ir?
- Afuera de aquí, ¡quiero fumar un pucho!
- No puede - Insistió, - Está canalizado
lo miré con furia asesina y le dije:
- ¿No puedo?, ¡Mire! - Y me arranque la aguja del dorso de mi mano y salí por la puerta chorreando sangre.
Afuera en la sala de espera estaba mi familia y cuando me vieron se pusieron como locos, atrás otros enfermeros trataban de detenerme y yo caminaba apresurado hacia la puerta de salida chorreando sangre y con el culo al aire ante la mirada impávida de los pacientes ambulatorios.
Me alcanzó mi hijo mayor y utilizando hábilmente la técnica de tratamiento a los locos, me detuvo y comenzó.
- ¡Que te han hecho estos hijos de puta! - Y encarando a los enfermeros les dijo - No pueden tratar a los pacientes así, mi padre va a volver pero les exijo un trato más humanitario, ¡si no nos vamos!
Con lágrimas de emoción en los ojos me dije, "aquí está mi hijo mayor que me comprende", y siguiéndolo con una sonrisa placida me dejé llevar nuevamente al calabozo. Mientras me curaban la mano (estaba inflada como un guante) y me canalizaban nuevamente, comprendí la tremenda traición pero ya era tarde. La noche del Lunes al Martes no fue mejor que la anterior.

Martes (horario incierto)
Nunca sabemos qué hora es o si estamos cenando o almorzando. Todos los orcos ahora me temen como si tuviera la espada élfica de Frodo. Me vienen a avisar de que me realizarán una angioplastia antes del mediodía. La noticia me permite discurrir que estoy en la mañana. Los gritos nocturnos y las visitas de las enfermeras aportaron otra noche de insomnio. Estoy solo con mis pensamientos. Felizmente me trasladaron a otro lugar de la mazmorra y ya las flatulencias de mi ex vecino se escuchan (y huelen) como una tormenta lejana. De pronto me trasladan a la sala preoperatoria y veo a toda mi familia apiñada escuchando a un doctor. Lo reconozco del día anterior, cuando llego me extiende otro papel para que firme. Ya medio harto y de mal modo trato de pedir explicaciones en relación a los riesgos. La charla se vuelve inconducente, solo que realmente quiero joderle la vida a alguien y ese doctor se convierte en el blanco de mi bronca. Finalmente acepto y firmo.
Al rato me trasladan a cirugía. Mi familia me despide como si fuera a participar del desembarco en Normandía en silla de ruedas. Cuando entro veo al doctor objeto de mis cabronadas... adivino una sonrisa irónica bajo el barbijo tipo Jack Nicholson en El Resplandor. "¿Justo a él vine a romperle las bolas?" me pregunto en silencio.

A pesar de todo la intervención fue un éxito (razón fundamental por la cual puedo escribir ahora estas líneas). Pero la historia estaba lejos de terminar.

Cuando me retiraba de cirugía alcancé a preguntarle al doctor como me había ido y me contesto que ya estaba todo bien, que ahora volvía a la UTI, allí me sacarían sangre para realizarme unos análisis y unas cuatro horas después me retirarían la sonda de la ingle y entonces podría ir a sala privada.
Cuando volví a las celdas de Mordor, una enfermera me esperaba para sacarme sangre, solo faltaban cuatro horas para finalizar mi condena. Cada hora se compone de sesenta minutos de sesenta segundos total tres mil seiscientos que por cuatro da catorce mil cuatrocientos... empecé a contar despacio uno, dos , tres, cuatro... creo que iba por mil doscientos diecinueve, cuando apareció un señor y lo acomodaron en la cama de al lado. El hombre me miró sonriente (no se dé que mierda se sonreía) y me saludó. Le devolví el saludo por cortesía y le pregunté que le ocurría, me explicó que estaba en la cola del banco y se desmayó, que lo trajeron directamente aquí y que padecía una arritmia cardíaca. La Orca mayor (jeje... pensé en el femenino de orco pero luego recordándola vi la similitud...¡caramba que coincidencia!) llegó con un aparato electrónico, le conectó los electrodos al cuerpo y cuando empezó a funcionar hasta un boludo como yo se daba cuenta que los latidos de ese hombre estaban mal... ping, pumpumpum, pang..... pingpingping... pum...silencio ...pumping... lo miré espantado.
En seguida llegaron dos médicos jóvenes, lo revisaron y se apartaron del paciente, parándose justo al lado de mi cama como si yo no estuviera, (¿Se acuerdan que los pacientes somos invisibles?) mantuvieron un breve dialogo en mi presencia.
- Hay que revertir de urgencia - Dijo el Doctor A
- Si - Dijo el B, - ¿Shock eléctrico?...
Estuve a punto de disentir horrorizado sacudiendo la cabeza cuando recordé que yo solo era parte del mobiliario.
- No - dijo A - Químico, le provocamos un paro y luego reanimamos... técnicamente recuperará el ritmo cardíaco.
En silencio me tapé con la sábana hasta la nariz, lo iban a matar y luego reanimar... y si Dios quería iba a arrancar bien... ¡Justo lo que me faltaba!, Lo iban a rebootear al flaco como a una compu!!, el famoso "apágala y préndela de vuelta"!!
El doctor B me dedicó una mirada de desprecio por mi cara de pánico y ordenó los medicamentos a la enfermera.
B le dijo al hombre que se quedara tranquilo y que cuando él le pidiera, que tosiera. Inmediatamente le inyectaron en el conducto del suero un liquido y el instrumento empezó: ping, pumpumpum, pang.....silencio... pingpingping...silencio... pum...silencio ...pum.... silencio... piiiiiiiiiiiiii.
"Cagó!" dije para mis adentros mirando al hombre que estaba recostado tranquilo y con los ojos abiertos. El doctor asintió con la cabeza a la "Orca" y esta inyectó otro liquido. El Doctor le dijo al muerto:
- ¡Tosa!... - Y el muerto ¡tosió!, el aparato empezó pumpum, pumpum, pumpum... la intervención había sido un éxito pero yo estaba extenuado.
Quise empezar a contar nuevamente pero ya no sabía por dónde y entonces me quede dormido dando la espalda al resucitado.
No sé cuánto tiempo habría pasado pero me desperté sintiendo el tranquilizador pumpum, pumpum, pumpum de mi vecino... estaba por continuar durmiendo cuando de pronto... piiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.
- Zaz - Me dije - ¡Esta vez cagó en serio!... - Me di vuelta aterrorizado y lo veo al muy boludo sentado al borde de la cama masticando una galletita. Lo miro espantado y observo que un electrodo se le ha desprendido del pecho y está tocando el caño de la cama. El imbécil lo mira con curiosidad, lo levanta, lo observa y se lo vuelve a pegar al pecho sin dejar de masticar entretenido la galleta. otra vez pumpum, pumpum, pumpum.
Nunca entendí tan bien los padecimientos de Aleksandr Solzhenitsyn en Archipiélago Gulag como en ese momento.
Decidido a no esperar ni un minuto más, empecé a incorporarme para irme.
Yo ya tenía una fama bien ganada y al verme parándome al lado de la cama la "Orca" vino corriendo a sujetarme. La mire con mi mejor cara asesina de Anthony Hopkins en El Silencio de los Inocentes y le dije en voz baja y sibilante:
- Poneme una mano encima y te vas a arrepentir todo tu vida.
La "Orca" retrocedió asustada. (Sé que Gandalf hubiera estado orgulloso de mi) Entonces apareció un médico que tratando de poner paños fríos me dijo, "Ahora le sacamos la sonda de la ingle y en media hora estará en su cuarto". Sin quitarle los ojos a la "Orca", acepté a regañadientes, pronto vino una joven enfermera, y la tarea de retirarme la sonda y formar el coágulo para evitar derrames arteriales dio comienzo.
El mecanismo es sencillo, retiran la cánula y luego comprimen en la "zona" apoyándose firmemente sobre la herida hasta que se forma un coágulo. Claramente yo estaba totalmente desnudo y la herida no me dolía. La enfermera orca designada comenzó a apretarme en "esa zona" y, por alguna razón mágica fue transformándose ante mis ojos poco a poco en una bella princesa elfa. A pesar de todo yo rogaba que no hubiera manifestaciones que interrumpieran el proceso. Felizmente el encanto de la mazmorra y mi propio estoicismo colaboraron para pasar por ese trance sin inconvenientes.
Una hora después estaba en mi cuarto privado. Había pasado del infierno al purgatorio. Era Martes por la noche.
Ya en mi cuarto estaba toda mi familia, le pedí a mi hijo que me comprara cigarrillos y luego de ver mi determinación (Yo había cambiado más que Walter White en "Breaking Bad") accedió.
Fumé mi primer cigarrillo después de dos días, sentado al lado de la ventana del cuarto sabiendo que infringía todas las reglas. Estaba feliz de que así fuera.

Miércoles 10:30 hs.
Estaba por prender otro cigarrillo cuando entró la doctora de guardia. Rápidamente escondí la etiqueta y el encendedor descartable en mis calzoncillos. (¡Sí!, ¡Había recuperado mis calzoncillos!) La doctora me dijo que estaban evaluando mi alta y me preguntó cómo me sentía, le dije que magníficamente bien. Entonces me dijo que quería ver si había cicatrizado bien la herida de la ingle y que me quitara los calzoncillos. Lo obvio quedó a la vista y la mayúscula sorpresa de la doctora lamentablemente nada tuvo que ver con mi propia masculinidad sino con una maldita etiqueta y un encendedor que claramente estaban donde no tenían que estar.
Dije para mis adentros - Si no me da el alta, esta me hecha.
Nunca supe cual de las dos cosas sucedió. Solo sé que aguanté estoicamente el sermón de la doctora y una hora después volvía con mi familia en auto a mi hogar en el Paraíso.

Fin

Texto agregado el 30-12-2013, y leído por 247 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
17-02-2014 Ahhhh.. disculpa que te lo diga hermano, pero me dio mucha risa las situaciones por las que pasaste, no me mal interpretes, la forma en que lo narras es deliciosa y aleccionadora. Espero estes mucho mejor. Cinco aullidos solidarios yar
12-02-2014 ¡Vaya paso por Mordor!, tocayo. Relatas con exactitud el ambiente y el trato de objeto que reciben los pacientes, lo bueno es que tu personaje siempre mantuvo el buen humor y que salió indemne de ese Gulag :) Gatocteles
02-02-2014 UN RELATO PINTORESCO, UN PASAJE POR LA VIDA DE UNHOMBRE QUE PUEDE SER CUALQUIERA EN EN CUALQUIER LUGAR , CON PERSONAJES CREÍBLES, UN DESARROLO MAGISTRAL DE TIEMPOS Y ANÉCDOTAS COMUNES Y SIMPLES ,UN FINAL QUE YO DIRÍA QUE DEJES EL CIGARRILLO Y MENOS GUARDALO EN ESE LUGAR, UN FUERTE ABRAZO ME ENCANTO Y ME ENTRETUVE CON ELPLACER DE LEERTE rolandofa
01-02-2014 Que buen cuento amigo! No te había leído, me hiciste reir, siempre tan genial, abrazo!!! silvimar-
29-01-2014 Jajaja... yo creía que era aca no mas que pasaba... Mi suegro nos demostró que la comida del hospital sabe volar... ;-) sabiel
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