Ritmos de músicos veganos, acompañan charlas de alcohólicos filántropos, que beben en cenas de políticos misántropos y acarician culos de imbéciles pueriles.
Los beodos, impertinentes y hostiles, se revelan con esfuerzos sobrehumanos, cogen de la mano a las exóticas, abrazan a las psicóticas, y mundanos, repugnantes, roban otra cubalibre; marginales, mendicantes, despavoridos y con vicios; diestros en las sonetos y los padreduestros, propicios a los vestidos rotos y los labios rojos, corroídos; se marchan con diez historias en la solapa, con una nena bulímica y gótica, con dos victorias que el vómito opaca y la amiga gorda y homoerótica.
Así pasa la velada, ebrio y sin consuelo, el estético, el armonioso, el polémico; el elegante, el talentoso, el chimuelo; pasa de noche, el escritor de medio pelo.
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