Capítulo 4: El Cairo.

- Despierta Laura – Dijo Eduardo al tiempo en que remecía suavemente los hombros de la joven.
- ¿Qué, ya llegamos? – Preguntó bostezando Laura que en sus cavilaciones se había quedado dormida sin pro ponérselo.
- No, pero falta poco, mira por la ventana, ahí está El Cairo – Le informo el chico.
Laura no cabía en sí de gozo, aún faltaban unos pocos minutos de vuelo pero desde ahí ya se podía vislumbrar el místico Egipto, no podía creer que pronto estaría en esa tierra de pirámides tan anhelada.
Cuando por fin el avión aterrizó el matrimonio bajó de la plataforma velozmente, en el aeródromo los aguardaba un hombre vestido de blanco de buena estatura, nariz aguileña y de tez oscura, el turbante sobre su cabeza hizo que Laura recordase aquellos ya lejanos cuentos árabes que su padre le contaba y que tantas veces alimentaron sus sueños en la infancia.
- Mucho gusto señor, mi nombre es Eduardo y ella es mi esposa Laura, somos los arqueólogos mexicanos – Se presentó el muchacho en un inglés muy fluido, definitivamente esos años en un internado en donde se exigía ese idioma valieron la pena.
- El placer es mío, mi amigo Carl me envió unos trabajos de tu mujer y recibí unos tuyos, yo realmente creo que son los indicados para esta investigación, pero ¡que descortés soy! , me llamo Abdul Mebarák y administro el museo de El Cairo- Respondió también en inglés.

Eduardo esbozó una sonrisa para sus adentros, no esperaba menos, Abdul Mebarák , el aportó en grandes descubrimientos en el campo de la arqueología además de ser un experto en reconstruir rostros a partir de la estructura ósea de cualquier individuo.
Laura por su parte estaba completamente maravillada, había oído hablar a sus maestros del doctor Abdul, como era conocido el moro y estar en su presencia para ella era un gran honor.

Abdul los condujo hacia las afueras del aeropuerto para subir a su enorme camioneta, ayudó a Eduardo a subir el pesado equipaje para luego a la vez que conducía relatarle a los chicos aspectos de los recientes descubrimientos en el valle de los reyes en Egipto y de la exótica tumba de Tutankamon , Eduardo escuchaba atentamente pero Laura estaba absorta en contemplarlo todo ,en el camino vio caravanas de camellos ,mujeres cubiertas con velos y niños que corrían descalzos muy cerca del autopista .

- Espero que hayan traído ropa ligera muchachos, en el campamento hace mucho calor y por las noches es peor – Dijo Abdul despertando a Laura de su ensimismamiento.
- Sí, el vestuario que empacamos es bastante adecuado para este clima, doctor – Informó la joven.
- En ese caso están listos para lo que venga , pero por favor llámeme solo Abdul, después de todo somos colegas – Le manifestó el hombre.
Se alejaron de la modernidad de la capital para sumirse de lleno en el paisaje egipcio de la antigüedad, dunas de arena y cielo anaranjado, aquello con lo que Laura había fantaseado durante casi su vida entera se le mostraba en su máximo esplendor, quería disfrutar de todo cuanto tuviera la oportunidad de ver y sentir.