Estoy en la cola del colectivo. En el Gran Buenos Aires es un rito necesario. Cada línea y cada uno de sus ramales tiene su propio sistema. Casi no hay dos iguales. En alguno se forma una fila para cada ramal. En otros una para todos. En algunos una fila para sentarse y otra para ir parados. En otros una fila para el primer colectivo y otra para el segundo…..
Cuando se va subiendo al colectivo se produce un movimiento armónico y repetitivo. La gente moviéndose en ese orden desordenado, imposible de conocer para el viajero ocasional.
Hay horarios clave, especialmente la tarde después de las cuatro, donde una multitud está procurando viajar, la mayoría emprendiendo la vuelta a casa, pero otros iniciando su trabajo de la tarde.
En todo este mecanismo de relojería no falta, sin embargo, el/la oportunista. Quien se hace el distraído. La señora que se coloca despacito al lado de la cola de cincuenta, cien personas y va avanzando como si hubiera formado parte de ella.
Los que se pusieron en la fila para ir parados y cuando comienzan a subir al colectivo se abalanzan sobre quienes están subiendo correctamente. La que llega corriendo como si no se diera cuenta y sube como si los demás no existieran.
Es parte del desorden organizado. Es parte del “yo soy más vivo que vos”. Es parte de “la falta de respeto” que, ojalá supiera yo como, parece imposible de desterrar.
Y por supuesto, el que no respeta suele “tener la razón”. Si una rubia se adelanta a todos y le decís “Eh! Rubia!”, para su novio que también se estaba “colando” es una falta de respeto y te va a matonear. Si le avisás a alguien que tres grandulones de más de treinta se están haciendo los vivos y metiéndose delante de los que esperan, ese pobre será “bardeado” (molestado) luego por ser el culpable.
Si la señora mayor, aunque no tanto, se hizo la tonta y le decìs algo, le estàs faltando el respeto a una señora grande.
Asì funciona, al revés de los reveses. Quien te falta el respeto se transforma en la pobre víctima de tu reacción cuando te faltan el respecto. Es la inversión de la prueba que muchas veces sucede en la justicia o en las empresas oligopólicas. Nunca tuviste que probar que no hiciste lo que no hiciste? Si será de fácil…… Pero eso es otra historia….
La pena de todo esto es que basta una persona que no respete para que muchas sigan el mismo camino. Basta una fruta podrida para que se comiencen a pudrir las demás. Es suficiente uno para perjudicar a todos los demás.
Entonces comienzan las justificaciones que sirven para todo. Por qué voy a respetar si él o ella no respeta. Por qué voy a pagar los impuestos si el gobierno no hace lo que yo quiero que haga y entonces, sin prueba alguna, digo que se lo roban. Por qué voy a respetar al peatón que cruza si nadie lo respeta. Por qué, por qué, y ya tengo la razón
Entonces le diré a mis hijos que si les pegan, peguen. Que si los insultan, insulten. Que se hagan los valientes y matones para no dejarse pasar por encima, porque el mundo es del más fuerte. A ver si me la creo todavía. Viva la joda!!!
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