Amanecía lentamente, como si la luz del sol estuviera deperezándose antes de comenzar su rutina diaria de traer vida a la roca que giraba alrededor de la brillante estrella.
Los altos y pergolados árboles del bosque se afanaban por ser los primeros en recibir la caricia de los cálidos rayos que bajaban del firmamento.
Mucho más abajo sobre el polvo suelto alrededor de los pies de esos gigantes de madera y hojas, un mundillo infinito de vida comenzaba el recambio de las criaturas nocturnas por las de hábito diurno.
Los saurios gigantes también daban muestras de vida, algunos de ellos buscando el sustento en las jugosas hojas de grandes helechos y otros oteando el aire en la perenne búsqueda de las presas con que desayunar para enfrentar el aire tempranero.
Mas abajo aún, en las ocultas cuevas de millones de túneles todavía descabezaban el último sueñito los pequeñísimos mamíferos que pululaban las oquedades debajo de la superficie de la tierra.
Eran pequeños, llenos de vida y con una especial cualidad. Sin haber desarrollado el sentido de percepción personal y externa, tenían el primer atisbo de comprensión al desarrollar ideas. No podían relacionar aún dos ideas producidas en serie, su comprensión de la realidad era como si la iluminara una luz estroboscópica, al fulgurar una idea a través de su pequeño cerebro cuando llegaba a su máxima expresion se desdibujaba lentamente mientras otra aparecía y volvía a dejar el lugar a la siguiente.
Esta aparente cacofonía de luces y sombras parece ser poco productiva pero no es así, en medio de esta línea de cambios había un resultado promedio que de alguna manera manejaba la actitud y la vida del animalito.
Entre la nutrida presencia de ellos existía un ejemplar que por razones que a todo paleantropólogo le hubiera agradado descubrir, había logrado una posición que podría ser llamada de líder, aunque ese tipo de idea era muy avanzada para tener arraigo en los clanes existentes.
Este pequeño líder, a quien por motivos de comodidad podemos llamarlo Primi, se hallaba en el proceso de convencer a Llambi, una pequeña dama de su entorno, de que era conveniente tener progenie que siguiera manteniendo la especie sobre o mejor dicho bajo la tierra. Dada la terca naturaleza de Primi, todos los signos apuntaban a que iba a tener éxito en su cometido.
En el momento que lo encontramos tratando de juntar todas su cualidades en una cabeza bien despierta, los pensamientos fugaces le indicaban la necesidad de conseguir algunas provisiones para sí mismo y para Llambi mostrándole así su predilección por ella.
Si hubiera sido posible volar en este momento por sobre la atmósfera del planeta se hubiera podido ver una imagen de proporciones aterradoras. Un enorme trozo de roca cósmica se acercaba en curso de colisión con el mundo que habitaban nuestros héroes.
En pocos minutos, el paisaje tan conocido se disipó en una nube de deshechos y despojos arrancados al suelo por el impacto y una terrible nube negra cubrió todos los rincones del mundo trayendo muerte y destrucción a todo lo que habitaba en la superficie del globo.
En una increíble muestra de veleidad, la Naturaleza, dejó que los pequeños mamíferos a cubierto en sus cuevas lograran sobrevivir y, a su tiempo, repoblar el planeta.
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La Coronación de Sucolbitl, señor de todas las tierra que se puedan ver fue culminada con una fiesta que duró muchos días pero antes de las celebraciones, se les encargó a los ancianos eruditos encontrar el linaje de Sucolbitl hasta el primer progenitor.
Los sabios se abocaron al trabajo siguiendo todas las líneas de heráldica que encontraron en las bibliotecas del reino pero no pudieron pasar del décimosexto antepasado por no existir registros de tiempos más lejanos.
Lo que no podían saber es que si muchos siglos antes hubiera existido la posibilidad y el conocimento del procesamiento del ADN, con extrema sorpresa hubieran descubierto que en algún momento después del cataclismo que cambió los dueños de la tierra, los mamíferos Primi y Llambi eran los primeros ancestros de Sucolbitl, un señor tan importante sobre la tierra que había heredado los genes de caudillo que eran incipientes en el simple Primi.
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