Capítulo 1: La estudiante de arqueología.

Era una soleada mañana de Diciembre del año 1998, cuando los rayos de sol se colaron por la ventana de la habitación de una joven dándole en pleno rostro e iluminando sus armónicas facciones, la muchacha pegó un bostezo y se incorporó en su cama mirando alarmada el despertador.
- ¡Santo Cielo! , casi son las ocho - . dijo.

Miró a su lado para despertar a su esposo, pero se sorprendió al darse cuenta que él no estaba, seguramente, se había levantado hacía rato, olvidando despertarla.

- Buen día, Laura –Habló una voz que logró animar por completo a la chica que aún estaba somnolienta.
- Eduardo, creí que te habías olvidado de mi – Le recriminó Laura.
- Eso nunca, solo pensé que como hoy te vas a recibir en la universidad, merecías dormir un poco más, cuando yo me gradué estaba tan nervioso que no pegué ojo en toda la noche – Respondió el joven.
- No es cierto, dormiste como lirón y me costó mucho despertarte – Le recordó su mujer.
- Como sea, te preparé un desayuno delicioso mejor baja. – Indicó Eduardo, saliendo de la habitación.

La joven pareja se había conocido en la universidad, ambos eran estudiantes de arqueología, Eduardo era dos años mayor que Laura, era un atractivo mozo de veinticinco años de ojos verdes y cabello castaño corto y rizado, Laura era una muchacha de largo pelo claro, ojos marrones y poseía un rasgo que ella misma odiaba pero que según su marido lo había conquistado, tenía pecas castañas que le salpicaba su lindo rostro. Ella aún recordaba cuando en una expedición su novio, con el que llevaba solo un año, le pidió matrimonio, al principio creyó que se trataba de una broma, pero, había una decisión tal en sus ojos verdes que aceptó pese a la oposición de sus padres y a sus escasos diecinueve años.
La boda fue pequeña y luego de un par de meses se trasladó a vivir con su cónyuge en su pequeño apartamento, pasaron dos años y Eduardo sacó su título de arqueología y esperaba que su esposa hiciera lo mismo para comenzar una vida llena de viajes e investigaciones.

Laura bajó desenfrenadamente las escaleras, esa misma noche iba a transformarse, al fin en arqueóloga, el nerviosismo y la excitación corrían por sus venas, lo había esperado toda la vida, desde su niñez sentía la llamada de saber el porqué de todo ,hurgar en el pasado y saber más y más acerca de las diversas culturas. Con un beso fugaz se despidió de Eduardo y se dirigió a la universidad.

Laura iba caminando a todos lados, era ecologista y persistentemente decía que no había mejor forma de cuidar el planeta que no contaminándolo con esos horribles autos, además la universidad le quedaba cerca.

De pronto se detuvo, sentía que alguien la estaba siguiendo, se dio vuelta pero no encontró a nadie por lo tanto retomó su ruta con esa pesada sensación a cuestas, hasta que por fin llegó al enorme edificio de su universidad.

Entró con algo de nostalgia, extrañaría ese lugar, en ese instante se presentó frente a ella la persona que buscaba, su profesor, Carl Jones, un hombre cincuentón, gordo, lleno de canas grises y un amigo para toda la vida.

- ¡Laura! , ¿Qué haces aquí? , deberías estar preparándote para esta noche, recuerda que no solo te recibes como arqueóloga, eres la mejor alumna de la promoción – Dijo el buen Carl en ese español tan característico que adoptan los extranjeros.
- Ah profesor, perfectamente sabe que yo no puedo estarme descansando, simplemente eso no va conmigo, además vine a verle, quiero mostrarle una reciente averiguación que he realizado, es sobre los valles de los reyes en Egipto – Concluyó Laura, ella sabía que su maestro adoraba todo lo que tuviera que ver con ese país.

Jones no se pudo negar, invitó a su pupila predilecta a la cafetería para oír con más calma su investigación, Laura habló con todo detalle dejando a su profesor complacido al terminar.

- Vaya, sí que estás hecha para esta profesión niña, te expresas como si estuvieras en un documental, tu memoria, debo decirlo, es extraordinaria – La alabó.
- No es eso, sólo que, esto es tan apasionante que no permito dejar atrás ni un solo detalle- Manifestó una ruborizada Laura.
- Aun así, tienes facultades muchacha y no permitiré que la desperdicies en tratar de buscar un área donde ejercer tu título, por eso, te tengo una pequeña sorpresa, pero la sabrás esta noche, en tu fiesta de graduación – Señaló enigmáticamente Jones.
Laura no consiguió saber nada más, se despidió de Carl amistosamente y volvió a su casa a preparar todo para esa noche, estaba segura que en ese rato, su madre había llegado al apartamento buscándola para elegir su vestido y que seguramente en ese mismo instante Eduardo, que trabajaba en casa, la estaría aguantando con los horribles comentarios sobre el mal hombre que era, no podía dejarlo solo.