Entre niebla y penumbra espero
que los bosques pierdan su verde;
(y) que entonces mi mano recuerde
entre sus dedos, con esmero,
cómo romper aquel silencio
cuando quiebre el canto del viento,
(y) cuando se desgarre mi aliento
como las cuerdas que agencio.
Y luego, que ese recuerdo olvide
el color de tus ojos extraños,
el dolor de todos tus engaños
y cuyo oscuro clamor me pide
renunciar al aire que respiro
solamente por dejar de sufrir.
Solamente por dejarme morir.
Renunciar al tacto del suspiro…
que abrasó de deseo mi vida
con su esplendor de fulgor y fuego,
con sus pasiones de amor y juego
que acuñaron en mi alma la herida
insanable, que jamás cerrará;
Ni aunque transcurran miles de estíos
ni una eternidad de sombra y frío.
Insana, mi conciencia luchará
porque el espejo de tu mirada
se empañe de oscuridad y pasado,
(y) se pierda en el laberinto helado
por donde deambulan, mancilladas,
mi rota y torturada inocencia,
la promesa de dicha perdida,
la fe y la esperanza, corrompidas.
Mi cuerpo, en la permanente ausencia
del alma, humillado y abatido,
recorrerá parajes inciertos
recordando sentimientos muertos.
Etereo sueño mío vuelto
eternamente incompleto…
Pensado para ser de autoría de Linz Guerin, Guardián compañero de Ikálinen del clan Orsa, ambos personajes de mi invención.
Peculiaridad de la poesía morgoniana: las rimas no sólo deben darse al final, sino al inicio de las frases, permitiéndose no sólo la consonancia, sino la repetición de palabras completas. Mientras más fiel, más exacta, aunque recaiga en una redundancia o una cacofonía...
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