Me acosté tranquilamente, a las tres de la mañana, aunque antes tuve un poco de dilación al revisar mi correo electrónico, pues me habían enviado varias invitaciones de la Sociedad Colombiana de Ingenieros y me demoré un poco leyéndolas. En una de las cartas que me enviaron leí sobre muchos fantoches que presumen lo que la suerte les ha dado. Una hora antes de irme a dormir me comí una suculenta rodaja de tocineta con un vaso de gaseosa, debió ser por eso que me pasó lo que me pasó. No me pude dormir con facilidad pues un zancudo empezó a fastidiar mis oídos, pude leer el subtexto del bicho, de alguna manera me estaba diciendo: “estoy aquí para fastidiarte y no te dejaré descansar hasta que me chupe tu sangre”. El pobre animal, ávido de sangre, no me dejó descansar hasta que me levanté, prendí la luz y lo espanté con mis manos, pues no quise matarlo.

Luego de pelear con la cama por unos minutos, finalmente pude conciliar el sueño pues el zancudo dejó de cotillear cerca de mí. En mi sueño pude ver claramente que estaba traspasando una trama de líneas que formaban rectángulos, cuando la traspasé, me desperté y me encontré en otro lugar, ya no estaba en el apartamento de mis padres, sino en otra cama. Estaba arropado, y no podía abrir los ojos, luego de intentar abrirlos por unos segundos, lo pude hacer y descubrí el lugar en el que me encontraba, me levanté y vi la habitación, me sentía ensimismado, no tenía ni la menor idea de saber en dónde me encontraba. En una esquina me pareció ver una especie de bólido o meteorito, no me quise acercar pues me dio miedo.

Al lado de mi cama habían unas migajas de pan, yo pensé: ¿de quién es ésta habitación? La cama era doble, y el cuarto era bastante grande, tenía una sala, una nevera, un baño, un armario y un espejo grande, el piso estaba entapetado lo cual me dio una sensación de calor. No fue para mí flagrante que era un sueño o que me había transportado a otra zona del planeta, no sabía si era realidad o ficción lo que estaba experimentando. Tenía que reducir la información que estaba recibiendo, así que decidí acercarme a la ventana, moví la cortina, y lo que vi atenazó mi garganta, estaba en un piso segundo de un edificio, y en la calle vi un vehículo sin cubierta transportando cuerpos de hombres destripados, la imagen ya la había visto en escorzo como idea para un dibujo; el vehículo tenía una frase que decía: A la vanguardia de la electricidad; supe que esos hombres habían participado en duelos, no sé por qué, pero lo supe. Además evidentemente también supe que eran electricistas.

Mis ojos pudieron ver claramente los cuerpos a contraluz y ver la muerte en su máxima expresión me llenó de un gran desconcierto. Independientemente de que fuera real o no, la imagen de los occisos era muy real, sus siluetas se quedaron grabadas en mi mente. La escena fue intemporal, pero el recuerdo no lo es. El vehículo estaba tan apelotonado de cuerpos que yo creo que ni una rata cabría entre ellos. Me fijé en el hombre que movía el carro, y él también se fijó en mí, sonrió y pude ver que le faltaban varios dientes, su fisonomía me dio a entender que lo que hacía era algo anodino, algo que no tenía ninguna importancia para él. Mi capacidad de observación era tremendamente alta, no entendía porque podía ver algunos detalles de la acción que estaba presenciando, pero así fue. Hasta ese momento me di cuenta del lugar en el que estaba, me encontraba en un edificio cercano al de mis padres, por la avenida caracas; no había ni un alma en las calles, sólo el señor que manejaba el vehículo con los fallecidos, el hombre venía de la carrera séptima hacía el occidente, giró hacia el norte y siguió en esa dirección.

Yo me quedé pensando: ¿Para dónde irá a llevar los cuerpos? Poco a poco, lo fui perdiendo de vista, y de repente mi mente se trasladó a los callejones en los que sucedieron esos homicidios. Eran hombres trabajadores, vestidos con trajes azules, otorgados por la empresa de electricidad, que hacían duelos porque no se caían bien entre sí; pude ver los momentos en los que se desarrollaba el duelo, como si se hubiera ralentizado el tiempo, y eso me ha marcado fuertemente.

Los dos hombres que se van a matar son calvos, puedo ver claramente que padecen una fuerte alopecia, y hay unos quinces hombres formando una especie de óvalo animándolos, están en un callejón sin salida, con poca iluminación, cada uno tiene un arma corto punzante de más de trece pulgadas, y están muy cabreados, antes de que se maten, se insultan diciéndose cosas como: te voy a trinchar, además se remedan parodiándose entre sí. El hombre más bajo le finta al más alto, y lo apuñala en el vientre, luego le dice: si sabe lo que pasa si giro el arma, luego la gira y lo vence, el hombre alto se desangra en medio de la algarabía de sus compañeros de trabajo, luego lo ponen en un vehículo como el que yo acababa de ver. En la escena me trasladé al vehículo en el que habían depositado al nuevo asesinado y vi que el carro estaba lleno de cuerpos abotargados y putrefactos. Luego vi que todos se fueron del lugar, yo supuse que se fueron para sus casas.

En mi imaginación regresé al edificio en el que aparecí, dirigí mi mirada hacia la calle de nuevo y no vi nada extraño, fue ese el momento en el que volví a ser trasladado a donde me encontraba inicialmente, el apartamento de mis padres, había dormido durante ocho horas, la alarma de mi celular me despertó, no sé si hay algo subyacente a todo lo que vi, pero yo no desperté impasible, en mi pecho tenía la presión de haber presenciado el terror, y me quedan dudas sobre si esto pasa en la realidad o no.