En sus marcas… listos… ¡ya!
El agua golpeó con fuerza en mi cabeza, pero era algo que ya no notaba. Me había acostumbrado, había saltado tantas veces que me había acostumbrado. El agua primero rozaba mis brazos, que entraban en punta perfecta, luego los seguía mi cabeza, ojos, nariz y boca, y mi cuerpo detrás, en fila, sumergiéndose entero y quedando debajo.
Creo que podría vivir debajo del agua. Es una sensación… que llena. Lástima que no se puede respirar por mucho tiempo, o aunque sea yo no puedo.
Me dijeron que en estos momentos debía concentrarme en la carrera, en ir más rápido, en llegar primero, en ganar. Era lo único que importaba. Pero no era lo único que me importaba. Yo me quedaría en la mitad, sin ganar ni perder, sin volver a salir. Me quedaría en la mitad, a vivir bajo el agua, pudiendo nadar cuando quiera y como quiera, pudiendo sentir la materia flotar sobre mis párpados, mi nariz, mis orejas…
Pero en este momento tengo que ganar. Allá afuera están todos, puedo verlos a través de la superficie. Papá, mamá, mi hermanito. Y a mí costado, debajo de esa misma superficie puedo ver a los otros. Los otros, que están sintiendo lo mismo que yo, viviendo lo mismo que yo. Los otros que quieren ganar, no quieren perder, y que seguro quieren vivir bajo el agua. Si no, no estarían acá. Si no, no andarían así. Comprenden al agua de la misma manera que lo hago yo, pero avanzan más rápido. Me pasan. Se olvidan de lo lindo que es estar acá abajo y quieren salir. Llegar a la meta y salir. Los veo pasar por al lado mío, no entiendo cómo hacen para ir tan rápido. Y yo cada vez más lento. Yo cada vez más adentro.
El afuera lleno de gente aplaudiendo. Mira, grita. Espera. Los otros se apuran, avanzan. Yo nado, no más rápido, pero más ágil. Me esfuerzo cada vez menos, y avanzo de todas formas. Y cuantos menos movimientos hago más parezco fluir, transitar por el agua, mi agua. Y voy alcanzando a los otros, pasándolos uno a uno. Veo como se esfuerzan, como desesperan en las últimas brazadas. Totalmente concentrados en ganar, no en vivir. Y sigo nadando, si se puede seguir llamándolo así, porque ya no lo siento. Fluyo, transcurro, me convierto en el agua y avanzo. Miro para afuera, busco comprensión. Ya no hay gritos, ni miradas, ni aplausos, ni esperas. Ya no hay gente, no hay techo, no hay papá, mamá, ni hermanito. Hay solamente agua y cielo, todo de un mismo color.
Detrás van quedando los otros, van desapareciendo en sus esfuerzos. Van ganando, van perdiendo, y yo voy avanzando. Dejo de darme vuelta, miro para adelante. Ya no sé qué quedó atrás, de todas formas desvanecido.
Yo sigo nadando, sin moverme verdaderamente, sin saberme persona, animal o agua, pero sin duda viviendo, soportando, avanzando acá abajo y abandonando el allá arriba.