COMO SOSTEN DE LA VIDA INMEDIATA DEL INDIVIDUO EN MORFINA (1927) DE MIJAIL BULGAKOV
En una esquina había un policía de verdad; en una polvorienta vitrina se podían ver bandejas metálicas con apretadas filas de pasteles con crema rojiza; el suelo de la plaza estaba cubierto de heno; la gente caminaba, paseaba y conversaba; en un kiosco vendían diarios moscovitas del día anterior con impactantes sucesos; a lo lejos silbaban llamativamente los trenes a Moscú. En pocas palabras, era la civilización, Babilonia, la avenida Nevski.
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Pasó un mes, después otro y otro más. Se esfumó el año 17 y llegó febrero del 18. Me acostumbré a mi nuevo estado, y poco a poco comencé a olvidar aquel lejano distrito. Empezó a borrarse de mi memoria la lámpara verde con su chisporroteo del kerosén, la soledad, los cerros de nieve…¡Desgraciado! Olvidé mi puesto de combate, donde solo, sin ningún apoyo, luchaba contra las enfermedades, por mis propios medios, superando las situaciones más inverosímiles tal como un héroe de Fenimore Cooper.
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“La noche fluye, negra y silenciosa. En alguna parte está el bosque desnudo, tras él un riachuelo, el frío, el otoño. Lejos, muy lejos, la revuelta y violenta Moscú. A mí nada me interesa, nada necesito, nada me atrae.
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Que desierto. Ni un sonido, ni un murmullo. Aun no cae la penumbra pero está agazapada en alguna parte y viene arrastrándose por los pantanos, los islotes, entre los troncos…Se acerca, se acerca hacia el hospital de Levkovo…Y yo también me arrastro, apoyado en un palo (a decir verdad, me he debilitado algo en el último tiempo).
Y de pronto, veo cómo desde el riachuelo, por la pendiente, viene volando hacia mí, sin mover los pies bajo una colorida falda, una ancianita de cabello amarillento…En primer momento me asusté. Era una viejecilla como cualquier otra. Pero era extraño: ¿por qué una vieja, con este frío, tiene la cabeza descubierta y solo lleva chaleco?...Y además, ¿de dónde salió? En Levkovo, después que cerramos la consulta, se van los aldeanos en sus trineos y no queda nadie a diez verstas a la redonda. ¡Neblina, pantanos, bosques! Un sudor frío comenzó a chorrear de pronto por mi espalda, ¡y comprendí! La viejita no corría, sino que específicamente volaba, sin tocar la tierra. ¿Qué tal? Pero no fue eso lo que me arrancó un grito, sino el hecho de que llevara en sus manos un rastrillo. ¿Por qué me asusté tanto? ¿Por qué? Caí sobre una rodilla, levanté los brazos, me cubrí la cara para no verla, luego me di media vuelta y arrastrando los pies me lancé hacia la casa como lugar de salvación, sin desear nada, salvo que no se me partiera el corazón, salvo entrar en el cuarto tibio, ver a Ana con vida…y morfina…
Hasta que llegué.
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Yo creía que solo en las novelas existían mujeres como Ana. Y si algún día me mejoro, uniré para siempre mi destino con el de ella. Ojalá que aquel no vuelva de Alemania.
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Decidimos firmemente que tomaré vacaciones por un mes a contar del 1 de enero, y viajaré donde el profesor, a Moscú. Volveré a firmar aquel papel, sufriré inhumanamente en su clínica durante un mes.
Adios, Levkovo. Ana, hasta la vista.
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Entonces, es una pendiente. Congelada e infinita, como la del cuento infantil sobre el mágico Kay en trineo. Es mi último vuelo por esa pendiente, y sé lo que me espera abajo. Ay, Ana, tendrás pronto una gran pena, si me amaste…
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Reflexionando maduramente: no necesito a Bomgard ni a nadie. Sería vergonzoso prolongar aunque fuese por un minuto mi vida. Así, no, no se puede. Tengo el remedio a mano. ¿Cómo no se me había ocurrido antes?
Entonces, procedamos. No le debo nada a nadie. Me destruí solo a mí. Y a Ana. ¿Pero qué puedo hacer?
El tiempo curará los males, como cantaba Amneris. Con ella, por supuesto, es fácil y liviano.
El cuaderno es para Bomgard. Es todo…”
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Ahora, al cabo de diez años, la lastima y el miedo causados por las anotaciones, desde luego que han desaparecido. Es natural. Sin embargo, al releerlas otra vez, ahora que el cuerpo de Poliakov hace mucho que se volvió polvo y su recuerdo se borró completamente, el interés hacia estos escritos perdura. ¿Podrán servir? Tomo la responsabilidad de responder a esto afirmativamente. Ana K. murió el año 1922, en la misma localidad donde trabajaba. Amneris, la primera esposa de Poliakov, vive en el extranjero. Y no volverá.
¿Puedo publicar estas anotaciones que me fueron regaladas?
Puedo. Las publico.
Doctor Bomgard.
Otoño de 1927
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Texto de LOM Ediciones, 2002, Santiago de Chile;
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