En alguna parte de este mundo, en este instante.
-¿Papá, quién es ese señor? Al que vamos siguiendo.
-Ese señor hijo, es un engaña sueños.
-Pero ¿porqué?, si lo vemos llevando regalo y dándoseles a los niños, ¿cómo va ser un engaña sueños? ¡Y mira¡ como están alegres, sus corazones relucen, se les pueden ver en sus ojos.
-Así es hijo, al principio el premia la inocencia, recompensa la ternura, eleva el espíritu.
-Ven, sígueme hijo. Mira ahí, vez esos hombres, pareces seres desesperados, sin sueños, sin esperanza, sin inocencias. ¿Es qué acaso dejaron de ser niños? ¿Dónde quedo su bondad?, ¿dónde esta su alegría? ¿A dónde fue su inocencia?
-¿Tú crees padre que esos hombres, siguen esperando regalos?
- Así es hijo.
-¿porqué lo sabes todo papá?
-Simple, yo soy la desesperanza, yo me alimento, de los sueños frustrados, de su odio, de sus celos, de su avaricia, de su espíritu quebrantado, de los que no tienden la mano. Es decir, de todos aquellos que dejaron de ser niños. Y sobre todo los que esperan alguna recompensa, sin saber que el agradecido, termina siendo agraciado y la gracia es la paz.
Debes aprender hijo porque tú ocuparas mi lugar, al igual que yo ocupe el lugar de mi padre, y el de su abuelo y así desde el principio. Y no es que no podamos vivir eternamente, si no que nosotros tampoco podemos soportar tanta desdicha.
-Papá ese, señor que da regalos, viene hacia nosotros, nos ha visto.
- Ponte detrás de mí hijo, porque él también es hombre.
-Es verdad lo que le dices a tu hijo, pero a pesar de todo, una alegría por más pequeña que sea, llena de esperanza el mundo.
El hijo de la desesperanza, camino al lado de su padre, volteo a mirar al señor de los regalos, y por un instante sonrío.
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