Fernández doblo la basta de la manga ya corta de su camisa, se echo gel al pelo, miro su zapatos lustrados y con el jeans wramgler salio a disfrutar su sábado.

Camino por donde sabía encontraría a sus patas, cuando en la misma acera per...o en sentido contrario vio a Calixto, su compañero -no muy listo- de su promoción del colegio. Quiso disimular, evitarlo, tratar de que no lo vea. Pero Calixto ya lo había visto.

¡Fernández¡ - dijo- y efusivo lo abrazo. Fernández le devolvió el abrazo con desden.
¿A dónde vas? ¿Cómo estas? ¿Cuántos años? Pregunto en forma seguida, moviendo con ingenuidad escolar.
Por ahí, voy a buscar a unos patas, amigos de aquí por el barrio. ¿Y tu? Pregunto por educación. Nada pasaba, pero te acompaño, donde tu amigos, así me lo presentas, y ya tengo más amigos. Ese razocinio le pareció a Fernández tan bobo, que prefirió decirle alguna excusa.

No sé, todavía se van a demorar.
Entonces te invito unas cervezas –insistió Calixto- Fernández asintió.

Gracias Fernández, repetía Calixto y lo miraba con incredulidad. Aquel muchacho, tan valiente y popular del colegio acepto tomarse unas chelas con él.

Las cervezas se repitieron, tantas veces como las anécdotas que contaron.

Las botellas sumaron doce, las horas, más de las tres de la mañana. Fernández, se quedo sin sábado. Calixto, feliz para continuarla. ¡No!, ya me voy dijo Fernández. Calixto golpeo la mesa con la firmeza de una timidez adquirida por el alcohol.

¡No! Dijo Fernández, y salio del bar que estaba a solo dos cuadras de su casa.

Calixto lo siguió, insistió para seguir tomando, le rogó tenia tantas cosas que contarle, Pero Fernández. No quería seguir ya con él, Calixto seguía siendo el tonto del Salón. Era bobo, y encima insistente.

Llegaron hasta la puerta de la casa de Fernández, él se despidió cortésmente, y Calixto insistió.

¡Ya pues Fernández! ¡Dos más! ¡Las últimas!
¡¡¡No!!! Dijo Fernández y le tiro la puerta en la cara.

¡¡¡¡Fernández!!!!!! ¡¡¡¡¡Abre la puerta!!!!!
¡¡¡¡Fernández!!!!!!
¡¡¡¡Fernández!!!!!!
¡¡¡¡¡Abre la puerta!!!!!
¡¡¡¡Fernández!!!!!! ¡¡¡¡¡Abre la puerta!!!!!

Fernández se tiro en su cama. Que espeso este huevon -pensó-

Calixto siguió gritando, quizás exaltado por el trago. Fernández, ya harto, cogio un balde con agua, y lo lanzo por la ventana, sin mirar.

Los gritos cesaron.

En el desayuno, Fernández se sentó a la meza y su mamá le pregunto ¿hijo, tu has salido a las seis de la mañana?
No mamá ¿por qué?
No sé, me levante a tomar agua, vi la puerta que le colgaba un trapo, me acerque. Abrí, y alguien jalo, al parecer su casaca y dijo: ¿gracias Fernández?