¿Profe es usted un buen maestro? -sí, si lo soy o eso es lo que creo. - y ¿qué ha hecho para llegar a serlo? -he estudiado y he obtenido varios títulos a mi favor, lo cual me ha brindado la idoneidad para desempeñarme.

existen docentes que al llegar a su aula de clase creen tener la presencia necesaria para ejercer el acto de enseñar, creen tener el poder de calificar, de decir que hacer y que aprender, y lo hacen porque tienen un título que habla de su preparación e idoneidad para desempeñarse, pero no tienen la experiencia que posibilita el desarrollo de competencias, pues desafortunadamente ingresan a su vida laboral de manera tradicional, informando y haciendo que sus estudiantes sean unos repetidores de conceptos, lo que más preocupa a estos maestros es responder minuciosamente a las leyes orgánicas y a las normas de la institución a la que pertenecen pero en su afán de hacerlo no prestan atención a las particularidades de los estudiantes que se manifiestan en sus comportamientos.

Quien considera lo anterior como absoluto está llamado a replantear el concepto de sí mismo como profesional, pues lo cierto es que los títulos no les interesa a los estudiantes porque lo más relevante, aunque se disfrace con devenires normativos, es la capacidad para interactuar con el otro, para conocer su realidad con eficiencia y hacerse parte de está al construir significados que permiten mantener vivo el espíritu por aprender, no diciendo que es un proceso repetitivo sino una adquisición y asimilación de esquemas mentales que redundan en todas sus dimensiones, de ahí que ser educador no signifique únicamente transformar el saber y el hacer sino también el ser, considerando que el estudiante es centro del proceso de una formación holística.

Es en la integralidad donde el docente deja de ser transmisor de la información para convertirse en la zona de desarrollo próximo de sus dirigidos obteniendo como resultado jóvenes capaces de enfrentarse y resolver la realidad en la que están inmersos; por tanto no todo aquel que dice ser maestro lo es, para ello se necesita vocación, amor por las personas, carácter en la toma de decisiones, pedagogía, originalidad, asequibilidad, objetividad, flexibilidad, innovación, espíritu investigativo, permanente valoración del quehacer pedagógico, entre otras cualidades que se hacen sustanciales en el acto de educar y no simplemente en el de enseñar.

Es importante reconocer los significados de estos dos últimos conceptos (educar – enseñar) puesto que no son sinónimos; pues enseñar es consiste en un proceso adquisitivo de un esquema mental, mientras que educar comprende un desarrollo holístico de conceptos, habilidades, procesos y comportamientos para la actuación social.
consecutivamente, al dar una mirada sobre el enseñar y el aprender, se puede decir que el buen maestro es quien se interesa por hacer valoraciones constantes respecto al desempeño de sus estudiantes, tanto en el procesos como en los resultados, no los categoriza entre buenos y malos sino con criterios objetivos valora las individualidades favoreciendo la coherencia entre la enseñanza, aprendizaje y evaluación, siendo ésta última muy relevante en el ejercicio docente ya que ofrece la posibilidad de regular y controlar el desempeño tanto de los estudiantes como del maestro implicando mejores prácticas docentes que brindan experiencias significativas para fortalecer la calidad en el acto de educar.

Podría decirse que para hacer de la educación un acto integral habría que asumirse el educar como un acto de amor y de valor, pues son estas dos cualidades las que comprometen al ser humano con la formación de sus congéneres para que sean personas preparadas para la vida.