Reposición para conmemorar las Fiestas.


El incierto y obscuro manto de la noche trajo un suave temblor de infinito.

Desde el profundo silencio del tiempo se dio espacio a una canción de eternidad, dejando como testigo de su presencia un pequeño punto de luz estelar que iluminaba el frio paisaje, mientras jugaba con las sombras sin peso de las suaves colinas.

Era una estrella que tenía el brillo del intervalo que une las márgenes de la realidad.

El ocasional balido de una solitaria oveja de los rebaños montañeses, puntualizaba la quieta espera del momento elegido para que el Misterio tocara el agreste lugar creando una vibración que se movería hacia el futuro hasta perderse en las últimas vibraciones de las notas finales de la Creación.

¡Ya ocurrió!

¡No, nunca ocurrió!

Maravilloso sentido de un misterio de fe o de incredulidad.

Una intangible carga que, como un arcano regalo, vive o no existe en cada una de las humanas criaturas que habitan la Tierra.

Por esto es que la balanza tendrá su platos llenos de creyentes por un lado y de no-creyentes por el otro, creando una extraña oscilación de posibilidades que sólo mostrará la verdad, individualmente o en forma colectiva cuando siguiendo los designios del tiempo y la entropía, se cumpla el momento personal o grupal de disolverse en la nada; que el Caos vuelva a sentarse en el trono de regidor del Universo o se haga realidad la maravilla de la Promesa Eterna.

Mientras tanto, en las laderas de aquel pequeño país, la pregunta continúa manteniendo su secreto.

¿Fue el vagido de un niño enfrentando su primer hálito de vida o fue tan solo otro balido de las ovejas que pululaban en los cerros?