A veces desde la soledad, desde el ocaso del silencio, desde el recuerdo, desde la mirada más esquiva, desde la proximidad a la muerte, desde la tranquilidad, desde la locura, desde mi lengua limeña pienso que no esta mal querer, que no esta mal amar, que no esta mal recordar.
Años atrás pensaba que derepente me podría ocasionar debilidad; malestar en los pulmones, hemorroides, irritación en la gengive, soledad absoluta, soledad infrecuente, vómitos, más vómitos, llantos perpetuos e inconsolables, palabras jamás dichas, jamás interpretadas, sensaciones cutáneas no experimentadas, orgasmos en los sueños, fuera de los sueños, relaciones paralelas, amores de a pasos.
Pensaba, porque es bueno meditar al respecto con la verdad , que me destrozaría cada pedacito de este cuerpo tan chiquito.
Pero amar es una sensación lenta, segura, perpetua.
Parece ser parte del romance silencioso del jardinero con las flores o el acuerdo táctito del agricultor con la tierra...
Amar es mirar fijamente, decirte despacito y a veces gritando !No está solo baby!, !me tienes a mí!, a miles de kilómetros y cuando quieras y dónde quieras, podríamos conversamos o tomar una tacita de agua caliente (sin hierbas porque a veces nos da alergia).
Amar es un acto social, tal vez, como la escritura, - eso lo dijo Umberto Eco- o como quitarse las ganas de hacer el amor por las mañanas debido al frío.
Amar es una sensación fría, caliente y a la vez tibia, una sensación repentina, que te sacude desde la boca del estómago y se queda en la boca de la garganta y no sale y parece que quiere gritar, y parece que que quiere correr y parece que quiere volar.
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