Cuando chico, rara vez la pasé muy mal. No era porque no tuviera problemas, no era porque todos me quisieran, porque todos me admiraran, porque viviera en un mundo ideal. Era porque no me importaba. Nadie me importaba, nada me importaba. No me importaba lo que pensaran de mí, y rara vez tenía una opinión sobre los demás. Vivía para mí y por mí.
A veces peleaba con mis viejos en mi casa. Peleaba con uno, peleaba con los 2, peleaba con mis hermanos chicos, tenía a toda mi familia en contra…y peleaba. No sentía pena, no sentía rabia. Sólo pasaba el tiempo, porque me aburría de otra forma. Aunque todos se enojaran conmigo, me dijeron cosas horribles, o me pegaran, no me afectaba. Los miraba, y no sentía nada.
En el colegio rara vez tuve problemas. Era más inteligente que mis compañeros, pero me faltaban cosas que ellos sí tenían. No los podía entender. Había cosas que les dolían, les daba pena, pero a mí no me importaban. Los miraba, y a veces decidía hacerles entender que no había motivo para sentirse mal, que no había razones. Pero no se lo tomaban bien. Se enojaban. Era claro que algo estaba haciendo mal, pero no sabía que era.
Así fue mi vida desde que tengo memoria hasta los 15 años. Nunca tuve muchos amigos, pero tampoco los necesitaba. Siempre me entretuve solo, no me gustaba ir a los cumpleaños de los demás, ni me gustaba que vinieran al mío. Sólo quería estar solo. Siempre solo, en la medida que pudiera obtener lo que quería; si necesitaba algo, buscaba a quien pudiera proporcionármelo. Pero si no, solo.
De alguna forma hice 2 amigos. Nunca supe como ocurrió. Y extrañamente desde ese momento las cosas eran distintas. No quería pelear con ellos, nunca tenía ganas de hacerlo. Me gustaba la idea de verlos, esperaba que llegaran si viajaban lejos, no quería que se fueran si tenían que viajar. Era una extraña sensación, como un cosquilleo que recorría mi cuerpo. La idea de la aventura, el juego, la risa, era todo lo que venía a mi mente cuando pensaba en ellos.
Uno se fue al norte. Su familia viajó, pero todos los veranos nos volvimos a ver. El otro se quedó en Los Ángeles. A veces la cagué con él, como lo veía más frecuentemente hacía o decía cosas que sabía que no debía decir. Qué sabía que no debía decir…en ese momento, me daba cuenta de que algo ya no era igual. Podía darme cuenta de cuando estaba haciendo mal las cosas, aunque fuera sólo con ellos.
Con el paso del tiempo, me di cuenta de que peleaba menos con mi familia. De alguna forma, lo que había aprendido con mis amigos lo podía aplicar a otras personas. Era extraño. Hasta cierto punto, mirando a las personas, veía como actuaban, porque sentían de una u otra manera, y era capaz de entenderlo. Sin embargo, el cambio no fue lo suficientemente rápido, y antes de terminar el colegio no alcancé a adaptar lo aprendido a mi vida.
En la universidad fue diferente. No en mi primera universidad. Se parecía mucho a mi colegio, y mi forma de ser me aisló siempre que pudo. Aún así hice amigos…pero no pude evitar hacer y decir cosas tal y como en el colegio. Era demasiado pronto.
En mi segunda universidad las cosas si cambiaron. Debo reconocer que al menos los primeros 2 años consistía en fingir y actuar como sabía que los demás les gustaría que fuera y actuara. Y funcionó. No era yo, pero a la gente le gustaba. No sentía nada respecto a los demás, no me importaba realmente si les pasaba o no algo, pero podía simular que me importaba. Y era suficiente. Hice muchos amigos. Mucha gente se acercaba, y los ayudaba cuando podía. Pero no me llamaba realmente la atención. Sólo lo hacía porque podía. Sólo lo hacía porque sabía hacerlo.
En algún momento del segundo o tercer año, algo debo haber hecho. Conocí a alguien, o me relacioné con alguien que me afectó sin que lograra percatarme. De repente ya no necesitaba fingir las emociones, no necesitaba actuar, simular. No era necesario esforzarme para ver las emociones de los demás, ni para saber porque las sentían. Espontáneamente, era la persona que tanto tiempo había aparentado ser. Era raro. Podía sentirme feliz por la felicidad de otros, triste por la tristeza de los demás. Pensé que sería extraño, porque antes no me había ocurrido, pero sin embargo parecía que era algo que había vivido desde siempre.
Actualmente sigo tal y como estaba desde hace 3 o 4 años. No sé qué fue lo que me cambió, pero no se ha ido. Sin embargo, he llegado a cansarme. Antes veía el mundo pasar desde una burbuja, en la cual estaba siempre tranquilo como un mar en paz. Ahora el viento del mundo exterior produce olas en mí, y no sé como calmarlas. Me relaciono con personas, conozco gente, y cada nueva vida que entra en mi vida la cambia, la modifica, cambia un punto de vista o me hace ver algo que pasaba por alto. Creo que quiero ser como era antes. Creo que extraño esa paz y esa soledad.
Tuve una ex polola que al parecer supo esto de mí. Quizás supo incluso más. En un principio no estuve con ella porque me gustara, estuve con ella porque la quería. Luego eso no importó, porque en el acumulo de sentimientos sabía que debía estar con ella. Cuando se fue, perdí esa única persona que quizás sabía cómo era realmente yo. Pensé que sería el inicio del fin de esta extraña forma de vivir, y podría volver a como era antes. Pero no fue así.
Ahora no sé qué hacer. Creo que esa frialdad desapareció. Supongo que nunca volverá. Puede ser extraño, tonto bizarro…pero extraño mi forma de ser. Extraño que en mi propia casa me dijera “Eres la persona más fría que he conocido”, o que al dar un abrazo, la gente se riera porque sabían que faltaba algo, aunque yo no lo supiera. Si, no es algo que normalmente podrías extrañar. Pero lo extraño. Era yo.
Y eso sería. Creo que nunca había resumido mi vida así, y la verdad, fue interesante. Veo que al pasarlas al papel, las ideas se ordenan y es más fácil ver en qué punto las cosas cambiaron. Quizás me sirva para encontrar la manera de solucionar mi problema. El tiempo dirá.
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